Es el Tinell, estúpidos
De visita en Barcelona, y en uso de su acreditada clarividencia, el aún líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, identificó la causa de todos los males que sufre Catalunya. No es otra que el Pacto del Tinell, que Feijóo considera un "error histórico" y también "el origen de la desafección en Cataluña". Como para dar más pruebas de la solidez de sus opiniones, Feijóo declaró también que quiere una “revolución de la verdad” para Cataluña, y volver a hacer de esta simpática comunidad autónoma el “motor económico” de España, cosas que sucederán, dijo literalmente, "si soy presidente del gobierno". Tal vez fuera bueno que alguien le hiciera notar que se está negociando una investidura y no es la suya, que ya se debatió y fracasó.
Un error histórico, como dice Feijóo que fue el Pacto del Tinell, es algo que ocurrió, pero que no debería haber pasado. Hay que decir que la preocupación –histórica, ciertamente– de Feijóo y el PP por el Tinell no es de ahora: en otras ocasiones, el hombre que pensaba que Marcial Dorado era sólo un contrabandista ha hecho mención al Pacto que van firmar el PSC, ERC e Iniciativa el 14 de diciembre de 2003, siempre como sinónimo de frontismo y política de blogs. Incluso este pasado verano, cuando Feijóo imploró a Pedro Sánchez que le dejara gobernar al menos dos años, como presidente de una especie de Grosse Koalition, y luego ya si acaso convocar nuevas elecciones (con el resultado incomprensible que Sánchez es negó), un editorial deEl Mundo lo resumió de esta forma: “Feijóo ofrece unos Pactos de la Moncloa y Sánchez elige el Tinell”.
El hecho es que el Pacto del Tinell fue pequeño, peludo y suave, como el Platero de Juan Ramón Jiménez, e intentó encontrar una solución en el encaje de Cataluña dentro de España, o en la carpeta catalana, o en el problema catalán (también son denominaciones históricas de una misma cosa) con una reforma estatutaria y mucha pedagogía (fueron los tiempos de los anuncios con José Coronado explicando que en Cataluña le trataban muy bien e incluso le dejaban un caballo). Sin embargo, a Pasqual Maragall y Josep Lluís Carod-Rovira les tocó el papel de fanáticos golpistas y filoterroristas que querían desmembrar a España y acabar con la democracia. El PP hizo una campaña de recogida de firmas (mesas petitorias, dijeron, con frases como “écheme una firmita contra los catalanes”) contra el nuevo Estatut, hubo amenazas de mandos militares y un revuelo de mil demonios. Por último, la reforma fue un café para todos (se reformaron todos los Estatutos de todas las autonomías), y el Estatut de Catalunya, después de haber sido aprobado por referéndum, por el Parlamento y por las Cortes españolas, fue triturado por el Tribunal Constitucional, a petición del PP. Esto hace que los catalanes sean la única comunidad de Europa que está gobernada por una ley que no ha sido votada por los ciudadanos. Todo fue muy edificante, y que ahora Feijóo se lo ponga en boca será una de esas muestras de humor a las que es tan dada la derecha nacionalista española.