Yo era presidente del Puerto de Barcelona. Toni Cruz y Josep Maria Mainat se compraron en Grecia un yate a motor, que estaba dedicado al alquiler para turistas. El aspecto de la embarcación era impecable: diseño de los años 50, chimenea grande, popa de crucero, buque y superestructura diferenciadas… Uno vaporcito: el ideal para personas con poca experiencia en el mar.
El barco debía ser rehecho de arriba abajo, recuperando el estilo propio. Hacerlo supuso una aventura. El prólogo fue el transporte de Grecia a Barcelona. La tripulación abandonó en Sicilia, y entonces tuvo que encontrarse otra tripulación. Luego, un año de reparación. Todo nuevo: motor de propulsión, generadores, instalaciones eléctricas, habilitación.
El verano siguiente el barco ya estaba terminado El viaje inaugural fue a Grecia. ¿Dónde podía estar, si no a Ítaca? Scrabble: Toni me ganó siempre. Era, obviamente, más listo que yo.
La tripulación era peculiar. No trabajaban con la idea de que estaban allí para hacer la vida más agradable a los propietarios ya sus invitados (éste era su rol). Eran unos colegas que lo compartían todo. Con una tripulación anglosajona esto nunca es el caso. Les había dicho… pero no me escucharon, preferían gente de aquí.
Todo fueron unos días inolvidables. Por el entorno (Ítaca es, posiblemente –el adverbio sobra– la isla más bella del mundo…) y por las conversaciones con una persona empática, inteligente y generosa. Josep Maria Mainat estaba pasando entonces por un enamoramiento profundo… Bien, dejémoslo correr.
Con Toni descubrimos que su abuelo podía haber sido el novio de mi abuela en el Sant Feliu de los años 20. La química personal ya funcionaba entre Cruz y mi familia desde hacía tres generaciones atrás.
Toni, amigo mío, te echaré de menos, pero estoy seguro de que en la eternidad –tú ya estás y yo iré pronto– volveremos a encontrarnos para hablar, entre sonrisas y risas, de todo lo que compartimos... que es mucho.
Hasta pronto.