Las trabajadoras del hogar tendrán acceso a la prestación por desempleo
2 min

En Catalunya tenemos la tasa de paro más baja desde 2008. Y, sin embargo, algo chirría. ¿Cómo es posible que un 16,2% de las personas que trabajan vivan en situación de pobreza? ¿Cómo puede que una de cada cuatro personas esté en riesgo de exclusión social? Si tener trabajo ya no garantiza una vida digna, quizá debemos preguntarnos qué valor tiene hoy el trabajo.

Esta es la pregunta que mueve a las entidades sociales. Porque el trabajo, si no transforma, si no dignifica, si no da estabilidad, deja de ser una oportunidad y se convierte en una trampa. Detrás de las cifras positivas se esconden vidas en equilibrio precario, historias silenciadas, trayectorias truncadas. Hay que poner rostro a la precariedad y volver a situar la dignidad en el centro del debate sobre el empleo.

Cada año, más de 100.000 personas pasan por los programas de inserción y formación de las entidades sociales de ECAS (Entidades Catalanas de Acción Social). Detrás de este número hay jóvenes que no encuentran su sitio, mujeres que arrastran violencias, personas con discapacidad, personas inmigrantes –con o sin papeles–, que luchan por rehacer una vida. Son historias que no caben en una estadística. Desde las entidades las acompañamos, sin hacer ruido, allá donde la administración a menudo no llega.

Por eso, ante la desaparición de programas públicos como el Singulars, que apoyaba a más de 3.500 jóvenes cada año, y de una reducción global del presupuesto de la Generalitat destinado a políticas de empleo, alzamos la voz. Porque todo el mundo merece tener las mismas oportunidades. Porque acceder a un trabajo digno es tan esencial como tener acceso a la salud o a la educación. Es hora de decirlo claro: el trabajo digno es un derecho básico.

Hacemos un llamamiento a transformar un sistema que discrimina a las personas en situaciones especialmente complejas y menosprecia la labor de las entidades sociales. Reclamamos gobernanza compartida, financiación estable y reconocimiento institucional. No somos solo proveedoras de servicios: somos parte de la solución.

La cohesión social no se construye con discursos, sino con compromisos. Y hoy, más que nunca, hace falta valentía. Estos días hemos visto cómo los discursos de odio propician ataques directos contra la población migrante. La misma población que sostiene, en gran medida, los pilares de nuestra sociedad: la que recoge la fruta que comemos, que cuida a las personas mayores y dependientes, que limpia los espacios que habitamos. Lo hacen, con demasiada frecuencia, en condiciones indignas, invisibles, explotadas.

Garantizar el derecho a un trabajo digno para todas las personas, vengan de donde vengan, no es solo una cuestión de justicia: es un compromiso con la sociedad que queremos ser. Y solo con voluntad política podremos acercarnos a una Catalunya más justa, equitativa y cohesionada.

stats