Leemos en el ARA que dos institutos de Lleida y Reus son "pioneros en una nueva FP orientada a tareas domésticas para jóvenes que no tienen el graduado". Se enseñan cosas como “preparar un buen sofrito, plantar lechugas, coser un botón o hacer un zurcido, planchar y doblar ropa, hacer la cama y dejar impecables las baldosas del baño”. ¿Deben ser chicos y chicas o sólo chicas?
Sé que en este mundo en el que vivimos no se nos ha transmitido, ni nosotros transmitiremos, ningún conocimiento del cuidado de la casa. A mí, coser no me interesa, frotar tampoco; preferiría ir a trabajos forzados que plegar y asear ropa. Todas las cosas que ignoro –cómo hacer un arroz de enfermo, cómo podar, cómo qué hacer si el bebé tiene hipo– las pregunto a las mujeres mayores que me rodean. Los trabajos que sé hacer –como encender una chimenea, cómo apilar leña– los he aprendido haciéndolos, porque me encantan.
Limpiar la casa no es complicadísimo, como no lo es hacer de camarero. Se trata de tener interés, y ninguno de nosotros lo tiene. Pilar Primo de Rivera, en la Sección Femenina, enseñaba estas cosas a las mujeres, mientras los hombres iban a hacer el soldado (una expresión catalana, hoy en desuso, que demuestra que nos lo tomamos como algo poco serio).
Diría que una cosa es aprender a realizar trabajos de intendencia para el trabajo profesional y otra es aprenderlos para la vida diaria, no remunerada. No me gusta limpiar, me gusta ver la casa limpia. Pero prefiero barrer mi casa y encontrarme un dinerito que atender a gente en uno call center. Conozco a mucha gente, hombres y mujeres, que prefieren el trabajo de Blancanieves que el de los enanos. Ahora bien, para mí, la escuela debe transmitir unos conocimientos que no puedan transmitirte a casa. Si en la escuela te enseñan a barrer, ¿quién te enseñará la dificultosa emoción de una sonata de Bach o de una canción de Bowie? ¿Cómo debemos hacerlo para no criar sirvientas?