Ultras en el Europarlamento

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Reynders en el pleno del Parlamento Europeo de este miércoles.

En su papel, cada día más asumido, de comparsa de Vox, el PP fue de la mano con el partido de Abascal también en el Parlamento Europeo, a llorar por la destrucción de España a través de la ley de amnistía. Allí tuvieron el apoyo del presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, un católico bávaro que se abrió camino a Europa como cachorro o discípulo del oscuro Jean-Claude Juncker, y que causó cierta sensación cuando afirmó, año 2018, que era necesario encontrar “una solución final” a la crisis de los refugiados (recibió críticas fuertes y se excusó diciendo que cualquier parecido con la Solución Final de los nazis contra los judíos era un malentendido). En 2019 fue propuesto a la presidencia de la Comisión Europea, pero sus propios socios de candidatura (Liberales y Socialistas y Demócratas) le vetaron, y acabó siendo nombrada presidenta Ursula von der Leyen. Ha demostrado, por otra parte, una notable tirria hacia Pedro Sánchez, que es un personaje que, también en Europa, acumula partidarios y detractores. La deyección de Weber le llevó a apoyar a Juanma Moreno y su gobierno de la Junta de Andalucía en el tema de los regadíos ilegales de Doñana, una medida que va sensiblemente en contra de las líneas maestras de los Fondos Europeos de Recuperación Económica .

Weber es un buen ejemplo de los apoyos que atrae a la derecha española: mirado de fuera y de lejos puede parecer sólido, pero mirado con algo de detalle sólo es otro personaje turbio. Como también lo es, de turbia, una eurodiputada que quiso mostrar empatía con Dolors Montserrat, del PP. Lástima de dos cosas: que la eurodiputada en cuestión, la húngara Eniko Gyori, fuera del partido de Viktor Orbán, el ultraderechista Fidesz, y que su argumento fuera que "no se puede esperar nada de Europa". Dicho por una diputada del Parlamento Europeo es bastante sensacional. El euroescepticismo, e incluso el antieuropeísmo, de hecho, no son ingredientes infrecuentes en el discurso de Vox, ni siquiera en el del PP.

Dolors Montserrat, por cierto, extrañó elOda en España de Joan Maragall en una versión que quisiera ser provocadora pero que sólo fue analfabeta, además de extemporánea y absurda. Sería interesante saber, por cierto, si Montserrat ha llegado a pagar los dos millones de euros que debía a Hacienda. Quien fue candidato de Falange y actual dirigente de Vox, Jorge Buxadé, comparó a Pedro Sánchez con Stalin. En resumen: lo que se hizo en el Parlamento Europeo fue una exportación a escala natural de los espantosos debates del Congreso de Madrid, con algunos cameos a cargo de diestros más bien extremos y no españoles como gran aportación. Y todo ello, y también por no variar, sobre un texto que la Comisión Europea todavía no ha podido leer.

Fue una buena manera de recordar que uno de los principales problemas de la Unión Europea han sido siempre, y siguen siendo, derechas ultranacionalistas de los distintos estados miembros. Lejos de ser una excepción a esta norma, PP y Vox (y los restos no muy animados de Ciutadans) son un ejemplo especialmente tóxico.

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