Cuando la vivienda empobrece a los niños

En nuestro país, hablar de pobreza es hablar de los niños. En Cataluña, 1 de cada 3 niños, niñas y adolescentes se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social, uno de los peores datos de la Unión Europea. Si bien desde UNICEF Comité Catalunya celebramos tener al alcance instrumentos como la Garantía Infantil Europea, la Estrategia de Lucha contra la Pobreza Infantil y que el gobierno de la Generalitat sitúe este problema como prioritario, esto debe hacerse realidad en los próximos presupuestos.

A la hora de abordar la pobreza infantil existe un elemento cada vez más crítico: la vivienda. Todo el mundo tiene derecho a disfrutar de un hogar adecuado, que responda a sus necesidades. Y los niños y niñas no son una excepción. Una vivienda adecuada no es sólo un techo, es disponer de un espacio para el pleno desarrollo físico y emocional. Desgraciadamente, la subida de los precios, la escasez del parque de alquiler y de vivienda pública, y el hecho de que sea un bien de inversión, a menudo con fines especulativos, provoca que muchos niños y adolescentes, y sus familias, se vean empujados a vivir hacinados o en precario, en pisos insalubres o que no reúnen las condiciones básicas.

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Y no sólo eso. El creciente coste de la vivienda sitúa cada vez a más niños en la pobreza debido al sobrecoste que las familias afrontan para pagarla y que les obliga a recortar otros gastos fundamentales. Hablamos de la alimentación, la salud, pero también de las salidas con la escuela, las actividades extraescolares o la cultura y el ocio. Así pues, la vivienda es clave a la hora de explicar la pobreza infantil, a la vez que impacta de pleno, y con efecto dominó, sobre los derechos de los niños y niñas.

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Vivir en un piso oscuro, con humedades, familias enteras en una habitación, tiene efectos sobre la salud física de los niños. Asimismo, los problemas con la vivienda generan malestares que minan su salud mental. Los niños y niñas viven con estrés la posibilidad de quedarse sin casa o por no tener un espacio propio –ni mental ni físico– para jugar o estudiar. Esto puede generar conflictos en casa y problemas de crianza, más orientada a mantener la calma que a forjar vínculos. Problemas que también se extienden fuera del hogar. Tener que cambiar constantemente de casa impacta en su estabilidad y arraigo porque les dificulta poder sentirse parte de la comunidad. Y esto lo viven en un momento clave de la construcción de su propia identidad, lo que conlleva mayor marginación y discriminación. Y también rabia y desconfianza hacia los adultos y la sociedad.

En la tensión entre la idea de vivienda como mercancía y la vivienda como hogar, es la primera la que marca la pauta. Y sus consecuencias son la gentrificación, la segregación residencial e incluso el retraso de la emancipación de los jóvenes, la maternidad tardía o la baja tasa de natalidad. Revertir esta situación exige conocer más la realidad de cómo y dónde viven los niños y niñas, e incorporar la perspectiva de infancia en todas las políticas de vivienda. Es necesaria más inversión social en vivienda y aumentar su parque público, así como prevenir el sinhogarismo poniendo la atención en los jóvenes, especialmente en aquellos que han pasado por el sistema de protección.

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Es fundamental que todos los niños y niñas que viven en un municipio, con independencia de cómo vivan, estén empadronados, y que todos los ayuntamientos garanticen activamente un empadronamiento libre de obstáculos para acceder con normalidad a los servicios.

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Al mismo tiempo, es clave invertir en los equipamientos y en un espacio público que promueva el juego y las relaciones comunitarias y se convierta en un entorno protector y promotor de los derechos de los niños. Porque el entorno debe compensar lo que muchos niños, niñas y adolescentes no tienen en casa. Hacer políticas de vivienda es también mejorar los barrios, pueblos y ciudades con perspectiva de infancia.

El tiempo de los niños y niñas es ahora: invertir en ellos es una cuestión de derechos y también una decisión inteligente. De ellos depende el suyo hoy, su mañana y el de todos.

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