Vox y el triunfo del odio

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En las elecciones autonómicas en Castilla y León del pasado domingo, Vox ganó 13 escaños. Con este resultado la formación de ultraderecha se ha convertido en la tercera fuerza en esta comunidad y confirma su consolidación a nivel estatal. No nos relajemos: la situación es preocupante. En Castilla y León, 211.000 votantes –211.000 personas– avalan su discurso de odio, fascista y reaccionario. 

Los resultados suponen, en la práctica, que la vida se ha hecho más difícil para las personas LGTBI, migrantes, feministas, antifascistas... porque los diputados de Vox son clave para la formación de gobierno. Las primeras declaraciones de intenciones del partido después de las elecciones así nos lo muestran: han reclamado la derogación de la ley de memoria histórica y de la ley contra la violencia de género. El odio como motor de acción política. Y a pesar de que ambas leyes son de competencia estatal, queda claro que su postura reaccionaria deja al PP autonómico en la posición de tener que tomar partido, y es evidente que si gira la espalda a Vox necesitará el apoyo otros grupos parlamentarios, un apoyo que parece poco probable. 

En un momento como este hay que recordar, más que nunca, que Vox representa una clara ofensiva contra los derechos humanos, la libertad y la diversidad. Grabémonoslo: la criminalización de la inmigración y el odio contra el feminismo son claros, no se esconden. Son múltiples los ataques que han realizado contra los menores no acompañados, pidiendo el cierre de los centros de menores, asociando la inmigración con la delincuencia y avivando el odio contra las personas migrantes. El discurso antifeminista de Vox también es uno de sus puntales ideológicos: criminaliza el movimiento feminista, al cual denomina “ideología de género”, articulando un discurso misógino que supone un ataque frontal a todo lo que se ha conseguido hasta ahora. Nos quieren invisibilitzadas, calladas, sometidas.

En España, este partido de extrema derecha formado en 2013 ha experimentado una notoriedad que en una sociedad verdaderamente democrática no sería permisible. Los medios de comunicación han tenido muchas veces un papel fundamental y muy decisivo: el aumento del apoyo a Vox, en gran manera, ha sido consecuencia de su sobreexposición. Desde hace unos años se ha permitido su presencia en diferentes formatos: dando voz a sus ideas, a sus mentiras, sin rebatirlas. Esto es intolerable. No se puede permitir que un grupo que atenta contra los elementos más básicos de la democracia participe en la vida política y social de un país, con un discurso fascista, sin ninguna consecuencia. En defensa de la libertad de expresión no se puede tolerar que una persona pueda escupir odio. En una sociedad democrática caben todas las opiniones, siempre que se respeten los derechos humanos, y los discursos de Vox atentan de manera directa contra ellos y, por lo tanto, no tienen cabida. 

Hay que hacer frente común contra Vox sin ninguna concesión, sin dubitaciones ni medias tintas. Hay que organizar una oposición firme. “¡No pasarán!

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