La Agencia Tributaria Patriótica de Montoro
Barcelona"El partido del marido de Begoña Gómez, del yerno de Sabiniano Gómez, del hermano de David Azagra, del jefe en el Gobierno de José Luis Ábalos y del jefe en el PSOE de Santos Cerdán se muestra preocupadísimo por la imputación de un ministro que ejerció como tal hace más de siete años y que no tiene vinculación laboral con el equipo de Feijóo ni con el PP actual". Éste es el mensaje que el PP ha comunicado a los periodistas a las 12.30 h de este jueves, justo una hora antes de informar de que Cristóbal Montoro se había dado de baja del partido. El tono agrio demuestra que el caso ha caído como una bomba en Génova, ya que si sumamos ese escándalo a que Pedro Sánchez salió vivo de la comparecencia parlamentaria del pasado 9 de julio, el resultado es que el impulso del congreso del PP de hace dos semanas se ha evaporado en un santiamén. En términos futbolísticos es como si te empatan el partido justo al final de la primera parte después de ir ganando 0-2. Es cierto que todavía queda la segunda parte, pero los ánimos ya no son los mismos.
¿Y por qué se puede decir que el PSOE ha empatado? Pues porque el caso Montoro es distinto a todo lo conocido hasta ahora y toca una fibra muy sensible del contribuyente, como es la Agencia Tributaria. Hasta ahora, los escándalos de miembros de los gobiernos Aznar y Rajoy tenían que ver con el partido (Gürtel) o con actividades fuera del ejecutivo (Rato, Zaplana) o en los gobiernos autonómicos (Matas). Otros escándalos, como el caso Kitchen o la operación Catalunya, tienen que ver con el uso de las fuerzas de seguridad, en forma de policía patriótica, para perseguir a adversarios políticos. Pero con Montoro lo que se investiga es una trama que, desde el propio corazón del gobierno, ofrecía cambios fiscales a la carta a empresas o a sectores económicos a cambio de dinero. ¡Y eso lo hacía la persona encargada de cobrar los impuestos a los ciudadanos!
En segundo lugar, hay otro factor no menor. Montoro no es un don nadie en el PP. Es alguien que ha estado en la cocina de la política económica de todos los gobiernos del PP de la democracia. Como secretario de estado y después como ministro con José María Aznar, y como ministro con Mariano Rajoy. No se puede desterrar la figura de Montoro sin que quede manchada la herencia económica de los gobiernos populares. Y más aún cuando el predecesor de Montoro en el ministerio fue, precisamente, Rodrigo Rato. La imputación de Montoro pone en entredicho uno de los principales argumentos del PP, que es que con ellos volverá la seriedad y la eficiencia en la política económica. Y más cuando uno de sus fichajes estrella en el pasado congreso es Alberto Nadal, que trabajó con Montoro en Hacienda.
Bestia negra de los liberales
En tercer lugar, cabe destacar que Montoro siempre ha sido la bestia negra de los sectores liberales del PP, ya que lo primero que hizo a su llegada al gobierno en el 2011 fue subir los impuestos, lo contrario que había prometido Rajoy en campaña. Esto hace, por ejemplo, que Federico Jiménez Losantos, se haya pasado buena parte de su programa en esRadio insultándole con epítetos como "infame" o "delincuente". Lo peor que le puede ocurrir a Feijóo es que los medios de la derecha también se hagan eco de este caso, y parece que al menos quienes están en la órbita de Isabel Díaz Ayuso aprovecharán para cobrarse algunas facturas.
En definitiva, Feijóo puede intentar fingir que todo esto no va con él, pero el hecho de que hayan tenido que forzar la baja como militante de Montoro ya indica que ellos mismos han calibrado el potencial especialmente nocivo de este caso. Y encima pueden haber más ramificaciones, ya que algunos de los correos de la causa hacen referencia al uso de la Agencia Tributaria con fines políticos, por ejemplo, para entorpecer las investigaciones judiciales del caso Bárcenas o para perjudicar a Podemos con el caso Monedero. Así, esta suerte de Agencia Tributaria Patriótica servía un doble objetivo: debilitar a los adversarios políticos y llenar los bolsillos propios. Ah, y también para hacer la vida imposible a los periodistas que intentaron destapar el caso y, en general, a cualquiera que le hiciera la puñeta. Un comportamiento que dibuja a la perfección una determinada forma de entender el poder y el Estado.