Monarquía

Cuando Alguer impidió que Juan Carlos I fuera condecorado

La concesión de la ciudadanía honoraria requería unanimidad y tres concejales se opusieron a ello

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El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo de 1992

AlguerMucho antes de que se viera salpicado por diferentes casos de corrupción o por sus polémicas cacerías en África, Juan Carlos I gozaba de una gran popularidad, incluso en Cataluña, donde varios ayuntamientos le concedieron la medalla de oro de la ciudad, que le acabarían retirando tras su huida a Abu Dabi hace tres años. Era la década de los noventa. Sin embargo, hubo un consistorio que se negó justamente hace treinta años. Y no era catalán. El municipio que dio calabazas al entonces rey de España fue Alguer. En 1993 hacía sólo un año que Barcelona le había otorgado la máxima distinción para ayudar a llevar a los Juegos Olímpicos a la capital catalana. La propuesta no exitosa de conceder la ciudadanía honoraria a Juan Carlos I surgió del entonces presidente de Italia, Francesco Cossiga, que era muy amigo del monarca.

La idea se empieza a gestar en 1990, cuando Alguer acogió el XIV Congreso de la Corona de Aragón. Cossiga, el segundo presidente de Italia de procedencia sarda, quería invitar al rey español al acto de clausura, para dar proyección a la "Barceloneta de Cerdeña" y sobre todo a su síndico, Giuseppe Gorico, que también era de Democracia Cristiana, el partido que gobernó durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX. La conflictividad laboral que se vivía en Cerdeña por el cierre de la empresa público-privada Enimont hizo que Cossiga cancelara la visita para evitar manifestaciones e instara a Juan Carlos I y Sofía a no asistir. Decepcionado, el presidente italiano recuperaría la idea a finales de 1992 y para justificar el desembarco del monarca español propuso concederle la ciudadanía honoraria de Alguer, que una vez definió como la "ciudad más hispánica de Italia", aunque fue repoblada íntegramente por catalanes en 1354.

La iniciativa de Cossiga abrió un gran debate. "La mayoría de la gente y de partidos estaba a favor porque consideraban que el rey había facilitado el autogobierno y el reconocimiento de la lengua y la cultura catalanas y se había opuesto al golpe de estado [del 23-F]" , explica Carlo Sechi, representante del partido nacionalista y de izquierdas Cerdeña y Libertad y que de 1994 a 1998 acabaría siendo el síndico de Alguer. Él fue uno de los tres concejales que se opusieron a condecorar al monarca junto al representante del MSI, Alberto Carboni, y uno de los siete concejales del PDS, el exalcalde socialista Alfonsino Ibba.

Carlo Sechi en la Obra Cultural de Alguer.

Aunque los otros 37 ediles se decantaban por secundar la propuesta, no se podía dar la ciudadanía honoraria a un jefe de estado sin unanimidad por cuestiones de protocolo. "Las fuerzas catalanistas y de izquierdas, aunque minoritarias, consideraban que no era coherente con la defensa de las raíces catalanas de la ciudad y que no se podía homenajear a un rey entronizado por un dictador", explica el historiador alguerés residente en Barcelona Marcel Farinelli, que recuerda que Alguer ya organizó actos contra las últimas penas de muerte del régimen franquista. "Siga, como casi todos los zasereses, no comprende la catalanidad de Alguer", añade el escritor y activista por la lengua Gavino Balata, que denuncia que también se vio como "una imposición a los democristianos locales".

Juego de equilibrios de la Generalitat

Ante los recelos, Cossiga convoca una reunión de urgencia con los portavoces municipales –un encuentro en el que no participan los concejales díscolos– en el que defiende las ventajas de conceder la ciudadanía a Juan Carlos I y asegura que asistirán a la ceremonia el presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, y el de la Generalidad, Jordi Pujol. Al encuentro también asiste el comisionado para Actuaciones Exteriores de la Generalitat, Joan Maria Vallvé. "El Govern no muestra entusiasmo, hace un juego de equilibrios, pero entiende nuestro rechazo", afirma Sechi. La situación no se encauza y al pleno del 27 de abril se llega con la oposición de los tres concejales, que se niegan a no asistir al pleno como se les sugiere, y con una protesta callejera. Militantes de Cerdeña y Libertad distribuyen entre los concejales y el público una postal dirigida al síndico que dice: "No a la ciudadanía honoraria al rey. Sí a la solución de los problemas de Alguer".

El nuevo síndic, Franco Serio, que sustituyó a Giorico (involucrado en la red de corrupción que derivó en la operación Manos Limpias), retiró la propuesta del orden del día viendo que era imposible llegar a un consenso. Ya no volvería a debatirse nunca más. Dos meses más tarde, la embajada de España en Roma comunica la renuncia de Juan Carlos I a la ciudadanía honoraria de Alguer para minimizar la polémica y evitar un incidente diplomático. Que la concesión se daba por hecha lo demuestra que los niños de las escuelas cercanas habían ensayado el saludo que le harían en el monarca. Por la posteridad quedarían la carretera asfaltada entre el aeropuerto de Fertília y Alguer (que no se ha vuelto a arreglar) y un centenar de palmeras por las que debía pasar la procesión real. Los aseos públicos que se instalaron en todo el recorrido tuvieron una vida más corta. A finales del verano de 1993 la falta de manutención y el vandalismo los convirtieron en ruinas. "En mi barrio, el de Maria Pia, el recuerdo de la frustrada visita real está asociado a la imagen de aquellos lavabos que poco a poco iban cayendo a pedazos", dice Farinelli.

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