Un año de Núñez Feijóo

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Alberto Núñez Feijóo, presenta en Santiago de Compostela a los candidatos populares a las alcaldías gallegas

MadridAhora hace un año que el PP cambió de líder, forzado por el grave error que cometió Pablo Casado cuando quiso embestir a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por los contratos que su hermano había obtenido durante la pandemia. Casado tenía en ese momento un escaso capital político y, en cambio, Ayuso disponía de una gran cantidad. El PP, por lo tanto, no dudó, y puso fin a la carrera política de su presidente con una especial crueldad, porque los puñales le cayeron como un alud. Los populares corrigieron de esa manera tan abrupta lo que sucedió en julio de 2018, cuando se celebró el congreso del partido, donde Casado aprovechó que las otras dos candidatas, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, se anularon entre ellas.

Esto explica que Alberto Núñez Feijóo no quisiera presentarse como un aspirante más en un congreso tan conflictivo. Lo que quería Feijóo era llegar a la presidencia con un amplio apoyo, como el que acabó obteniendo. Pero asumió el liderazgo del PP en una situación compleja. La organización acababa de exhibir su debilidad antes de quedar en manos de un dirigente consolidado por cuatro mayorías absolutas en Galicia. Algunos creyeron que este cambio de liderazgo podía dar lugar a un clima político diferente, en el cual fueran posibles los acuerdos de Estado.

Pero los socialistas tenían suficiente experiencia de gobierno como para saber que el nuevo líder de la oposición no llegaría con un lirio en la mano. Era más que previsible que Feijóo intentaría atacar frontalmente para poner de manifiesto el poco margen de maniobra de un gobierno de coalición como el de Pedro Sánchez, obligado a gastar muchas energías negociando desde una posición de mayoría relativa en el Congreso, y con unos socios tan presentes en el consejo de ministros como difíciles de controlar.

El resultado ha sido un alejamiento progresivo entre Sánchez y Feijóo. No se ha podido pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, y ha costado mucho conseguir la del Tribunal Constitucional, mientras los dos se acusan mutuamente de rehuir el acuerdo por intereses electorales. En paralelo, se van sucediendo los debates parlamentarios con un esquema que se reproduce. Sánchez aparece como el defensor de los sectores más vulnerables, reivindicando la protección de la clase media y presentando a Feijóo como el gran aliado de las élites sociales.

Políticos boxeadores

Levantar un liderazgo no es nada fácil. Jordi Pujol me decía, un día que le pregunté por Aznar cuando era casi un desconocido, que un político es como un boxeador, porque para evaluarlo hay que verlo sobre el cuadrilátero, no dando puñetazos al aire mientras va por el pasillo. Y se tiene que decir que Feijóo ha mejorado bastante durante este año, porque ahora lanza el puño decididamente, sin el encogimiento que se le notaba al principio, cuando se podía percibir su miedo a que Sánchez, con toda la información que tiene un presidente del gobierno, le llegara con facilidad al mentón y lo dejara aturdido.

La preocupación del PP es ahora saber coger el tono apropiado. Saber hacerlo en relación con casi todo. Es decir, sobre Vox –y esto incluye la moción de censura de Ramón Tamames–, sobre las grandes decisiones económicas –en las que Sánchez espera a Feijóo para identificarlo con los intereses de las minorías privilegiadas–, sobre la política social y fiscal –en la que el esfuerzo pasa por no perder el paso, mientras se hace oposición a la ley del solo sí es sí y la ley trans, y se acepta la ley de plazos sobre el aborto– y, claro, sobre Catalunya.

Este es un punto importante, porque el coordinador general del PP, Elías Bendodo, ha dedicado recientemente tres días a visitar cuatro ciudades catalanas: Barcelona, Badalona, Tarragona y Reus. Se trataba de coger el pulso de la precampaña y de explorar posibilidades electorales. El PP quedó muy tocado en Catalunya por la aplicación del 155, pero aspira a rehacerse, teniendo en cuenta la bolsa de votos que deja libres Ciudadanos. En este terreno, compiten con el PSC de Salvador Illa.

Las encuestas, de cara a las generales, le van bien. El problema grave del PP es la falta de alianzas posibles, al margen de Vox. Y los errores del pasado. Determinadas opciones de confrontación supusieron un estímulo para el crecimiento del independentismo, aunque le fueran útiles fuera de Catalunya.

La cuestión es cómo se puede ocupar el espacio del constitucionalismo. De momento, el PP está haciendo contactos y comprobando los activos de los que dispone. El objetivo inmediato es intentar ser decisivo en Barcelona. Es difícil. Pero hay más en marcha. Feijóo tiene un equipo trabajando sobre la futura presencia del PP en Catalunya, consciente de que este camino, como el de Santiago, puede ser largo, pero con voluntad de recorrerlo.

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