Los catalanes de origen marroquí se hacen un lugar en el Parlament
Chakir el Homrani y Najat Driouech, ambos de ERC, repiten en el hemiciclo esta legislatura
BarcelonaYa hace tiempo que la Catalunya del “somos seis millones” quedó atrás, superada por el acelerado crecimiento de la inmigración a partir de finales de los años noventa. Aun así, a nivel electoral y político los nuevos catalanes, que tienen buena parte de la responsabilidad de que el país haya crecido hasta los 7,5 millones, han tenido un impacto limitado. Al menos de momento. Entre las comunidades con una visibilidad mayor en el actual Parlament está la más numerosa: la de los catalanes de origen marroquí. Tendrá dos representantes, Najat Driouech y Chakir el Homrani, ambos de ERC, que repiten en el hemiciclo esta legislatura.
“Catalunya ya es ahora un país muy diverso y es necesario que el Parlament lo refleje. Si no, los valores de igualdad que transmite la escuela catalana no serían creíbles”, cree Driouech, una activista social que llegó al Masnou cuando era pequeña. “Es importante que estemos en el Parlament para que nuestros hijos se sientan representados y para neutralizar el discurso racista que nos trata de extranjeros y desemboca en agresiones”, dice enérgica esta mujer, que luce el hijab o pañuelo islámico.
Un 16% de la población
Cerca de 1,3 millones de catalanes (un 16% de la población) son de nacionalidad extranjera y, por lo tanto, no pueden participar en las elecciones al Parlament ni en las estatales, y solo unos cuantos en las municipales. Ahora bien, sí que pueden hacerlo los que ya se han nacionalizado. En Catalunya solo entre 2013 y 2019 adquirieron la nacionalidad española cerca de 230.000 personas. “No hay estudios en España sobre la participación electoral de las personas extranjeras que adquieren el derecho a voto, pero las estimaciones apuntan que es baja”, explica Anastasia Bermúdez, investigadora Ramón y Cajal del departamento de antropología social de la Universidad de Sevilla.
“Nosotros, en la asociación, aconsejamos a la gente que contacta con nosotros que vote. Pero no hemos hecho ningún acto público para favorecer la participación. Esto ya lo hacen los partidos”, comenta Ahmed Abair, que es el presidente de Amical, una entidad fundada en 1979 para reunir a los inmigrantes marroquíes en Catalunya. “En nuestras reuniones hablamos de política, pero no damos ninguna consigna, más allá de no votar a partidos xenófobos como Vox”, añade este exboxeador, que está al frente de la asociación desde casi tres décadas.
Tal y como ya pasó en la anterior legislatura, la comunidad de origen marroquí es la que predomina entre los nuevos catalanes en el Parlament, si bien ha perdido una representante, Salwa el Gharbi, de Junts per Catalunya. Esta legislatura, sin embargo, también hay dos diputados con progenitores guineanos -Basharat Changuerra (CUP) e Ignacio Garriga (Vox)- y una nacida en Colombia, Jéssica González, de los comunes.
Según Oriol Amorós, secretario general de Treball, Afers Socials i Famílies de la Generalitat, la presencia en las instituciones de personas con orígenes familiares en Marruecos no es “casualidad”: “No es solo la comunidad más numerosa entre los extranjeros en Catalunya, sino la más antigua”. La llegada del primer grupo numeroso de migrantes marroquíes al país se remonta a los años setenta, cuando centenares se establecieron aquí después de perder la residencia en Francia en plena crisis económica.
El pionero, del PSC
El pionero en hacer política desde las instituciones fue Mohamed Chaib, nacido en Tánger y llegado a Catalunya con solo cuatro años de edad. Fue diputado en el Parlament para el PSC entre 2003 y 2010, y en 2018 se convirtió en el primer diputado musulmán en el Congreso. “Mi entrada en el Parlament fue una decisión personal de Pasqual Maragall. Por desgracia, aquella apuesta por la diversidad no tuvo continuidad porque algunos sectores del partido en el área metropolitana no lo veían con buenos ojos”, explica Chaib, que aún así cree que los socialistas sí que cuentan con algunas jóvenes promesas. En su lista por Barcelona, sin embargo, había que llegar al número 27 para encontrar un candidato en este caso de origen palestino.
Chaib considera que ERC ha hecho un “buen trabajo” en la integración de las personas de origen extranjero, relevando al PSC como el partido más implantado en la comunidad magrebí. “A diferencia de otros partidos, no quisimos reclutar líderes sociales que prometían aportarnos décimas de militantes que quizás no sabían ni qué ideología teníamos. Preferimos un modelo basado en un concepto de ciudadanía abierto a todo el mundo. Y esto nos ha permitido un crecimiento más lento pero sostenido. Ahora recogemos los frutos”, sostiene Amorós, que asegura que la militancia de Esquerra acogió de buen grado el acceso en las listas de personas de orígenes diferentes. Si bien la conexión ideológica con la comunidad amazig, como minoría nacional también en Marruecos, es inmediata, se trata de un colectivo que no está sobrerrepresentado. De hecho, tanto Driouech como El Homrani son arabófonos.
Jordi Moreras, un investigador especializado en el islam en Catalunya, señala que las motivaciones de la participación política son diferentes entre generaciones. “Entre los migrantes adultos el hecho de votar estaba vinculado con su relación con Marruecos, teniendo en cuenta que Chaib era visto como un hombre próximo al régimen. Los jóvenes nacidos aquí lo hacen con una mirada centrada en temas autóctonos. De hecho, el Procés como elemento movilizador animó a muchos hijos de migrantes marroquíes a implicarse en política”, apunta.
El rol del Procés
“Mi relación con el partido es de antes del Procés. Me interesé por su defensa de la diversidad y la interculturalidad”, comenta Driouech, que debutó en las listas en las elecciones de 2017. Se calcula que hay más de 100.000 personas de origen marroquí que ya tienen la nacionalidad, y representan casi un 2% de los censos electorales. En la próxima década hasta 800.000 extranjeros residentes en Catalunya ya cumplirán los requisitos para obtener la nacionalidad española, un cambio que podría decantar los ajustados equilibrios electorales del país.