El CNI y la digestión del 1-O

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Agentes de la Policía  Nacional llevándose urnas del 1-O.

En verano de 2017, la entonces vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría, presumía en reuniones internas del PP que el referéndum no se haría porque “los chicos” –en alusión al CNI– lo tenían “todo controlado”. Aquel exceso de optimismo quedó desbordado por el 1-O, cuando la imagen de las urnas llegando a los colegios dejó en entredicho la credibilidad de los servicios secretos españoles, conjurados desde entonces a evitar por tierra, mar y aire que nunca más se los vuelva a ridiculizar. Ahora, el espionaje masivo a políticos y activistas catalanes a través del programa Pegasus –en el cual de momento el gobierno español evita decir si tiene contratado al CNI– busca acceder a toda la información para poder, si hace falta, desactivar desde un primer momento cualquier intento del independentismo de organizarse. La profesionalización de los Villarejos.

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