Cuando Junqueras criticaba a Mas por no ir a la Diada: ¿qué han dicho los políticos antes de cada 11-S?
El independentismo no se pone de acuerdo con el objetivo que tiene que tener la movilización de este año
BarcelonaA las puertas de la Diada del 2022, las declaraciones de los partidos y las entidades independentistas divergen en el análisis de la situación y en el objetivo que tiene que tener la manifestación y se intensifican los reproches entre actores independentistas. Esquerra tilda a la ANC de "poco inclusiva" –unas críticas que hasta ahora verbalizaban los comuns y el PSC– y el president, Pere Aragonès, no estará por este motivo. Junts sí que estará y ha criticado la ausencia de Aragonès, a pesar de que hace diez años eran los republicanos quienes cargaban contra Artur Mas por no acudir. La previa de la manifestación viene marcada por las críticas de la Assemblea a los partidos, que las recogen con más o menos deportividad. La CUP directamente dice que son merecidas. En conjunto, sin un horizonte de unidad en el seno del independentismo y, tal como se presenta la Diada, no parece que este 11 de septiembre tenga que ser el catalizador. Repasemos cómo han sido las declaraciones cruzadas antes de cada Diada.
Poco después de que Artur Mas anunciara que no iría a la manifestación de la Diada del 2012 para preservar su perfil institucional, Oriol Junqueras (ERC) lo criticaba: "Si el president no va a una manifestación para pedir la independencia minimiza la petición que se hace en esta manifestación". De hecho, a la CUP tampoco le acababa de convencer la convocatoria: "La coyuntura actual requiere posicionamientos no solo en relación al eje nacional, sino también al eje social", decían los cupaires para justificar por qué no secundaban la movilización de la ANC y se centraban en su propia manifestación, que convocan desde los años 80. ICV sí que llamó a ir y justificó su asistencia como la representación "del punto de encuentro" entre los que son independentistas y los que no. Dentro del PSC había más discrepancias. Finalmente, fue el sector más catalanista del partido, una dinámica que se repetiría unos cuantos años.
"Cadena humana hacia la independencia" fue el lema que la ANC eligió para la movilización del año 2013. Unió –partido que todavía iba en coalición con CDC– propuso, sin embargo, que fuera una cadena humana "hacia el derecho a decidir", un punto que la Assemblea rechazó. Eso sí, Carme Forcadell, entonces presidenta de la entidad, aseguró para contentar a todo el mundo que la manifestación no era "contra España" y que el objetivo del derecho a decidir también lo perseguía la ANC. Esquerra apoyó a Forcadell y avisó de que los contrarios a la independencia que estaban a favor del derecho a decidir ya tenían "otros espacios" de representación. Mas tampoco fue. "El país se juega tanto que todos tenemos que estar", criticaba, de nuevo, Junqueras.
Cuando faltaban pocas semanas para el 9-N, Esquerra utilizó la Diada del 2014 para presionar CiU: "El derecho a votar y decidir no nos lo regalarán a ningún despacho, lo ganaremos en la calle", decía Junqueras, y avisaba que la manifestación serviría par "hacer enmudecer a los que querrían volver a la vieja política de siempre". En cambio, Mas usaba la Diada para presionar al Estado, a quien pidió que escuchara "el clamor pacífico y democrático" del pueblo catalán. Con todo, los socialistas seguían jugando a dos bandas. En declaraciones al ARA, Núria Parlon decía que el PSC tendría gente en la concentración de la ANC y en la de Sociedad Civil Catalana porque representaban la "centralidad".
A dos semanas de las elecciones del 27 de septiembre, las cabezas de lista de Catalunya Sí que es Pot (comuns) decidieron que no irían –sí que estuvieron algunos miembros de la candidatura– porque era "un acto de campaña" de Junts pel Sí, coalición formada por CDC y ERC y donde concurrían los hasta hacía poco líderes de ANC y Òmnium. Para argumentar su ausencia, Ada Colau esgrimió los mismos motivos. El hecho de ir en la misma lista hizo desaparecer la crítica de Junqueras a Mas por no acudir y el objetivo de Junts pel Sí era ahora "hacer piña". El PSC, a su vez, completaba el giro en contra del soberanismo y Miquel Iceta acusaba a la manifestación de la ANC de "dividir".
El del 2016 fue un verano intenso que acabó con un acuerdo entre la CUP y Carles Puigdemont para que los cupaires votaran a favor de la cuestión de confianza a cambio de que el president impulsara un referéndum. Los cupaires, satisfechos, veían esta Diada con especial entusiasmo: "Es el comienzo de la campaña popular e institucional alrededor del referéndum", decía Anna Gabriel. Puigdemont se sumaba –era el primer president en activo que iba a la manifestación– y afirmaba: "Todo está a punto". En los comuns, en palabras de Joan Josep Nuet, había unanimidad a la hora de considerar que la convocatoria de la ANC era “poco inclusiva e incluso excluyente”. Aun así, acabaron yendo. ¿El motivo? Pocos días antes, la Fiscalía pidió al Tribunal Constitucional abrir la vía penal contra la entonces presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Colau argumentó que irían para estar "al lado" de las instituciones catalanas. Sería la última vez que se vería a los comuns.
Tras los plenos del 6 y 7 de septiembre y con el referéndum del día 1 de octubre a la vuelta de la esquina, en 2017 entre los partidos independentistas no había fisuras en el discurso: la Diada serviría para "desbordar cívicamente, pacíficamente y democráticamente" las calles antes del 1-O, en palabras de Puigdemont. Los comuns se desmarcaron porque la manifestación no defendía la vía acordada con el Estado.
Con presos políticos y exiliados, la Diada del 2018 para el independentismo cogía forma de "clamor por la libertad", tal como afirmó el entonces presidente, Quim Torra, días antes de la manifestación. Ahora bien, el independentismo ya empezaba a dividirse. Para la CUP, esta era la Diada para dar "el toque de inicio de una ofensiva popular para recuperar derechos". Para Junts, para iniciar un "combate democrático". Y para ERC, había que probar "la vía pactada con el Estado" y aprender "de los errores". Los comuns justificaron su ausencia porque no querían contribuir a reforzar "la vía unilateral”.
Dos años después del 1-O, sin un rumbo claro y sin una respuesta conjunta a la sentencia del Procés –que se conocería al cabo de un mes–, los partidos hicieron frente a su Diada más crítica. Por primera vez, la ANC situó la manifestación como un elemento para recuperar la unidad del movimiento. Llamamientos a la unidad no faltaron tampoco desde la CUP, Esquerra y Junts. En un vídeo conjunto desde Bruselas, Carles Puigdemont y Marta Rovira llamaban a la población a salir a la calle porque quedaba poco "para la sentencia del juicio de la vergüenza". Las posiciones estratégicas, sin embargo, seguían alejadas.
Los días antes de la Diada del 2020, el debate se centró más en las restricciones que habría por la pandemia que no en cuál era el objetivo de la protesta. Después de varias críticas de la oposición –el PSC, por ejemplo, dijo que sería "contradictorio" que fuera Quim Torra–, ningún miembro del Govern fue, a pesar de que el ejecutivo apoyó –y permitir– la convocatoria. La exigencia de las entidades, sin embargo, era la misma que el año anterior: "Estamos hartos de la división", decía Elisenda Paluzie.
La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, proclamaba antes de la Diada del 2021 que se habían acabado las "performances". De alguna manera, aquellas palabras ya avanzaban lo que se ha confirmado ese año: la ruptura con los partidos. Paluzie avisaba que no haría de "policia" para detectar si alguien silbaba a algunos políticos y dirigía la presión hacia el Govern cuando hasta aquel momento lo había hecho hacia el Estado. Los diagnósticos de los partidos también eran diferentes: Laura Vilagrà (ERC) pedía movilizarse para ir con "fuerza" a la mesa de diálogo y Laura Borràs (Junts) defendía la "mobilización permanente" para presionar al Estado. El president de la Generalitat, Pere Aragonès, estuvo y fue silbado por un grupo de manifestantes.