Una Diada sin peleas (ni proyecto compartido)
Las entidades señalan la desunión de los partidos como elemento clave de la desmovilización independentista
BarcelonaEl tiempo en el que las entidades soberanistas podían influir en el Palau de la Generalitat ha pasado a mejor vida. Hoy sería impensable que el presidente de la ANC pidiera a Salvador Illa "ponga las urnas", como reclamó Carme Forcadell a Artur Mas en el 2014 con la consulta del 9-N a dos meses vista. Tampoco tendría ningún sentido que le criticaran por no culminar el mandato del 1-O, como se pasaron años haciendo Elisenda Paluzie y Dolors Feliu, especialmente con Pere Aragonès. La pérdida del Gobierno y el retroceso electoral de los dos últimos años obliga al independentismo a repensar la estrategia, también por la Diada. De momento, Òmnium y la ANC se han presentado de la mano –aunque sus discursos siguen sonando diferentes– y ha sido una jornada de tregua en la pelea partidista constante. Ésta es, de hecho, la principal novedad de una Diada que ha confirmado la tendencia a la baja de la movilización independentista y la ausencia de un proyecto compartido más allá de la genérica apelación a la unidad para alcanzar la república.
La jornada también ha evidenciado que la principal mayoría política y social que hay en Catalunya es la que se reúne a primera hora de la mañana frente al monumento a Rafael Casanova. Isla y su gobierno han hecho la ofrenda en un clima de máximo respeto institucional –ni siquiera han oído los silbidos de otros años– y por ahí han pasado como cada año el PSC, Junts, ERC, los comunes y también el ANC, Òmnium, el Consejo de la República, UGT, CCOO, la Intersindical, el Barça, el Espanyol y el Juventud, además de cientos de personas a título individual y otras muchas entidades sociales, culturales y económicas del país. El relato del gobierno socialista es que quiere recuperar las Diades para todos los catalanes, pero lo cierto es que este consenso se ha mantenido estable durante todo el Proceso.
Por la tarde las entidades independentistas han cogido el micrófono para señalar la desunión de los partidos como la principal causa de la pérdida de fuerza del movimiento. Volvieron a apelar a la unidad, aunque junto a la cabecera de la manifestación –con el lema "Volvemos a las calles", una velada referencia a la pérdida de poder institucional– se exhibía una imagen crítica con Aragonés por haber investido Isla y otra exaltando la figura de Puigdemont junto a un "No surrender". En un mensaje consensuado por las seis entidades convocantes (ANC, Òmnium, AMI, CDR, Intersindical y CIEMEN), le ha tocado al presidente de Òmnium, Xavier Antich, leer la parte potencialmente más polémica: "La pelea permanente y las disputas electoralistas nos han llevado a tener una Generalitat en manos de un gobierno españolista que hace pocos días se arrodillaba ante Felipe VI, el rey del 3 de octubre".
Antich ya había hablado por la mañana en un acto de 'Òmnium en solitario y allí el acento le había puesto en otro punto: "No vamos a alimentar la nostalgia. No seguiremos mirando atrás, ya no estamos en el 2017". Una frase que probablemente habría enmendado al presidente de la ANC, Lluís Llach, convencido de que el 1-O sigue estando vigente pese al cambio de ciclo político. Llach, sin embargo, no salió del guión cuando le tocó hablar. No ha habido señalamientos por su parte, ni siquiera al presidente de la Generalitat –a quien recientemente ha vuelto a tachar de "parafascista"–, ni tampoco reproches a ERC. El precio de la unidad (y la transversalidad) que las entidades piden a los partidos pasa también por la moderación en las formas.
Destrucción mutua
La nueva normalidad independentista, pues, exige volver a la calle –aunque la movilización de este año es la que menos gente ha reunido de todas las que se han hecho desde el 2012, con la excepción del año de la pandemia : 70.000 personas según las policías locales– y en la unidad. Dos retos mayúsculos. Por un lado, por la desmovilización ciudadana, que año tras año deja más manifestantes en casa y, por otro, porque el objetivo de ERC y de Junts sigue siendo el de destruirse mutuamente. Juntos no renunciará a situar a los republicanos como socio del españolismo por haber investido a Isla y seguirá criticando cualquier acuerdo que salga de esta relación: este mismo miércoles en el Congreso de los Diputados Míriam Nogueras ha vuelto a cuestionar que la financiación singular resuelva nada por en Cataluña.
Por su parte, ERC, inmersa en una crisis interna que amenaza con ser profunda, se ha reivindicado en un acto propio en Barcelona, donde no se ha visto a la líder del partido, Marta Rovira, con otros "compromisos personales". El expresidente del Govern Pere Aragonès ha estado en la ofrenda a Rafael Casanova y el expresidente del partido Oriol Junqueras ha aparecido por sorpresa en el acto de partido. Ninguno de los tres ha participado en la manifestación impulsada por las entidades. En cualquier caso, nadie espera que el rumbo de Esquerra se defina antes de su congreso del 30 de noviembre.