Perfil

Silvia Orriols: la mesías islamófoba de los gatos viejos de la derecha catalana

La manifestación independentista de 2019 en Estrasburgo la enfrentó con los líderes del Proceso

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Caricatura de Silvia Orriols

BarcelonaMucha gente se sorprende de las encuestas que señalan que Aliança Catalana (AC) acoge a exvotantes de la CUP, pero cuando me recibió en el despacho señorial del Ayuntamiento de Ripoll para hacerle una entrevista, la alcaldesa llevaba vaqueros y camiseta reivindicativa . La combinación de austeridad franciscana y radicalismo ideológico que tantas cuerdas toca entre los catalanes tiene credenciales inexpugnables: hija de agricultores humildes, Sílvia Orriols (Vic, 1984) militaba en el independentismo abrumado de Estat Català durante unas décadas en las que era extravagante y todo lo contrario de un trampolín hacia sueldos públicos. A pesar de ser madre de cinco hijos en el piso de 70 metros cuadrados que el sueldo de administrativa le permitía (su compañero es carpintero), cuando el país se acercó hacia donde ella siempre había estado encontró tiempo para subir a todos los autocares del ANC. Orriols es una de estas personas para quien la militancia en una causa es independiente de los logros empíricos de la causa.

Y si la causa se hunde, ellos continúan. Orriols explica que su caída del caballo con los líderes del Proceso no fue a raíz de los atentados del 17-A, sino de la manifestación de Estrasburgo que en el 2019 llevó a más de 10.000 personas a la sede del Parlamento Europeo, pero que va acabar en nada. Orriols se hizo un nombre a Ripoll en el activismo antirrepresivo post-155 y unos ripolleses ya descontentos con el Proceso encontraron una figura que sabe explotar los agujeros de los discursos hegemónicos cuando, además, sumaron el descontento con la respuesta de los partidos a la cuestión del radicalismo islámico. Orriols se autodefine como "catalana sí, islamófoba también" y explicita que su único límite es no llamar abiertamente a la violencia: más que buscar puntos de encuentro y tolerancia intercultural, su discurso defiende la superioridad occidental y resalta diferencias supuestamente irreconciliables entre culturas que deberían desaparecer con un proceso de asimilación, aunque nunca se explica cómo tendría resultados mejores que los obtenidos en Francia.

Como en todas las nuevas derechas, el gran misterio que se cierne sobre Orriols es si la política contra la inmigración quiere proteger el estado del bienestar para los autóctonos o dividir la sociedad en un debate identitario a costa de los más débiles mientras se favorecen a las élites por la puerta trasera. Los líderes deAliança Catalana suelen explicar que el partido fue impulsado por gatos viejos de la derecha catalana (atados muchos de ellos a Convergència i Unió) que encuentran en Orriols la figura perfecta para hacer de heroína de un pueblo desencantado. Moralista y dura como una mesías decepcionada con sus seguidores, el gran tesoro electoral de Orriols es mantener la duda sobre si radicalizará las fuerzas que la impulsan o acabará siendo un instrumento a su servicio.

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