BarcelonaEste martes por la noche, TV3 ofreció otro debate anunciado como decisivo. En cualquier caso, fue el definitivo. El último antes de pasar por las urnas. Ariadna Oltra arrancó el debate con una dinámica de intercambio de preguntas entre los candidatos. Un ejercicio interesante porque tensa desde el principio a los representantes políticos y anuncia el sentido de las confrontaciones. El juego de los sobres al azar, iniciado antes del Telenotícies, creó expectación y parecía que tenía que ser lo nunca visto. Al final, se limitaba a sortear la primera intervención del debate. Ariadna Oltra moderó con firmeza. La tiranía del cronómetro la obligó a tener que pedir brevedad casi en cada intervención. El control del tiempo y el recordatorio de agilizar las intervenciones parece a veces incompatible con el espíritu de un debate de estimular la discusión. El uso de la realidad aumentada facilitó la separación de los bloques temáticos y aportó datos de contexto, complementando el plató elegante y austero. La puesta en escena, con el ciclorama de fondo, confirma a la televisión pública catalana como la cadena que mejor viste los programas especiales vinculados a las elecciones. La realización, ágil, se preocupó de mostrar no solo las intervenciones sino también las reacciones a lo que se decía, reforzando con algunos planos más cerrados la intensidad de algunas confrontaciones. La novedad de este debate fue la incorporación de un bloque de cultura y lengua, como resultado de una demanda del sector. Salvador Illa reconoció el buen trabajo de la consellera de Cultura de Aragonès.
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También anunció a Núria Parlón como consellera de Interior y Josep Lluís Trapero como director general de la policía. El gordo salió a las doce de la noche, después de dos horas de debate. La camiseta de Carrizosa pareció querer terminar de amortizar el logotipo del partido, y tiene ya un aire vintage. Ciudadanos mantuvo la tradición de sacar cartulinas de detrás del atril y la filosofía que contra TV3 se vive mejor. Garriga se sumó calificando a TV3 de “fábrica de odio”. En la originalidad de objetos exhibidos también ganó él. El de Vox, nada más empezar, se sacó del bolsillo un spray antivioladores para denunciar la inseguridad ciudadana.
Puigdemont fue el gran ausente, no solo en cuanto a presencia sino también simbólicamente. Prácticamente no se lo nombró en todo el debate. No está claro que el debate de TV3 fuese el decisivo. Eso sí, fue el cuarto que hacían los ocho candidatos en una semana. Y eso también significa que los políticos ya parecían estar algo cansados de repetir los mismos argumentos tantas veces. El último debate es también víctima de la reiteración de ideas.