Ataques a las mujeres

Las muñecas hinchables de Ferraz

En las manifestaciones ultras se han cantado proclamas machistas vinculadas a las trabajadoras sexuales para atacar al PSOE

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Diferentes manifestantes ultras sostenían muñecas hinchables uno de los días de manifestación frente a la sede del PSOE en Madrid.

MADRID"Nos utilizan [a las trabajadoras sexuales] como arma arrojadiza". Así resume Janet, la portavoz del colectivo Putas Libertarias del Raval, el hecho de que en las manifestaciones ultras de los últimos días frente a la sede del PSOE se oyeran insultos y proclamas machistas como "esto no es una sede, es un puticlub" , "Sánchez hijo de puta" o "estas son las ministras del PSOE", levantando unas muñecas hinchables. Los manifestantes, la inmensa mayoría hombres blancos, han utilizado estas proclamas vinculadas a las trabajadoras sexuales para atacar al PSOE y, en particular, a sus diputadas.

No es la primera vez que la derecha y la extrema derecha utiliza palabras como "puta" o "puticlub" para denigrar. El miembro de Vox Carlos Corva (Murcia) compartió hace poco más de un año a través de las redes sociales un texto en el que se insultaba a la hasta ahora ministra de Igualdad, Irene Montero (Podemos), con el calificativo "puta". "Estamos ante lo que se llama el estigma puta. Es el lugar donde se nos intenta colocar a las mujeres que salimos del mandato de género, de las normas heteropatriarcales", comenta la psicóloga socialfeminista Gemma Altell al ARA.

Cuestionamiento de los privilegios

Para Altell es importante leer lo que se ha oído y visto estos días en la calle Ferraz como una actitud que va más allá de la sexualidad o del trabajo sexual. Sobre todo después de unos años en los que no solo se ha recuperado un ministerio como el de Igualdad, sino que también "se han intentado abrir nuevos debates en torno a los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI, así como sacar adelante políticas que cuestionan el poder establecido, patriarcal y con valores conservadores".

"Utilizar como un insulto la prostitución también es vetar que una mujer hable en público, tenga poder, liderazgo e, incluso, menospreciar su capacidad política o credibilidad", dice Altell, en este último caso en referencia a las diputadas y ministras atacadas: “Fíjate en que quien lo hace son hombres de derechas, blancos, heterosexuales y cis para quien es amenazante que se cuestionen sus privilegios. Aquí se cruza el feminismo y las mujeres con poder", añade. Precisamente, Janet defiende que si alguien ha puesto palos a las ruedas contra el patriarcado son las trabajadoras sexuales "por no querer adaptarnos a su realidad". «Los manifestantes nunca gritarán "eres un hijo del patriarcado», comenta medio riendo.

Por todo ello, la portavoz del colectivo del Raval tiene claro que "cuando el fascismo ataca a las putas, ataca a todas las mujeres". "Lo que busca es que [las mujeres] volvamos a casa, busca un retroceso", afirma contundente. Por su parte, Altell recuerda que desde hace un tiempo existe todo un movimiento para "reapropiarse de la palabra puta, porque desde esa mirada, todas lo somos, ¿no?". Además, según la psicóloga todo ello está estrechamente vinculado al uso de las muñecas hinchables: "Es el símbolo más claro de querer dejar a la mujer sin agencia ni capacidad intelectual y relegarla a ser un objeto sexual para uso de los hombres".

Janet mira atrás y explica que las prostitutas han sido siempre "las brujas, las malas y las perseguidas" y pone de ejemplo la persecución durante el franquismo. Durante el régimen, entre otras cosas, se puso en marcha el Patronato de Protección de la Mujer. Se trataba de un sistema represivo al que se obligaba a las mujeres, entre ellas las prostitutas, que tenían actitudes que eran consideradas contrarias a las normas sociales del momento, a ir con el objetivo de reeducarlas moralmente bajo los valores de la dictadura. "La raíz de todo es la cultura judeocristiana", resume la portavoz del colectivo originario del Raval.

Un debate que ha marcado la legislatura

El de la prostitución ha sido, precisamente, uno de los debates más difíciles y ásperos de las últimas décadas y marcó la pasada legislatura, sobre todo porque el PSOE, y también la cara más visible del ministerio de Igualdad, Irene Montero, hacían bandera de la abolición, mientras que trabajadoras sexuales y entidades que las atienden proclaman que esto les empujaría más hacia la marginalidad. "Se ha tenido poca empatía hacia los feminismos diversos y disidentes –opina Janet–. Si desde aquí se excluye [a las trabajadoras sexuales], ¿cómo quieres que el movimiento machista no haga sangre con eso, con aquellas que luchamos por ser un sujeto político, por tener independencia económica y que se nos reconozcan nuestros derechos como trabajadoras?", se pregunta resignada.

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