La presidenta de Sociedad Civil Catalana más conectada al Barça

BarcelonaEn el Palau de la Generalitat, esta semana ha estado marcada por la reunión del presidente Salvador Illa con la presidenta desde 2022 de Sociedad Civil Catalana (SCC), Elda Mata Miró-Sans. La entidad no era recibida en Palau desde hacía ocho años, en plena efervescencia del Proceso, cuando el presidente era Carles Puigdemont. Mata no es muy conocida por el gran público y todavía hay un detalle más desconocido: es sobrina valenciana del histórico presidente del Barça que levantó el Camp Nou, Francesc Miró-Sans, al que no llegó a conocer. Su madre era la prima hermana: "Los Miró-Sans somos poquitos", asegura a este diario. El estadio, levantado en 1957, también tiene la impronta de otro familiar suyo, Francesc Mitjans Miró, que fue arquitecto. La recepción de Mata en Palau coincide con el 125 aniversario del club y con el año en que debería terminar la reforma del campo.

Mata, que es una empresaria que ha ido tocando tanto el sector agroalimentario como el turístico y ha sido dos décadas voluntaria de la Cruz Roja, proviene de una familia de la burguesía catalana, los Miró-Sans, que se dedicaban al textil y siempre sintió al Barça presente en casa por familia. Sin embargo, lamenta el "vínculo" que ve con el nacionalismo y la política, ya que cree que debe estar al margen. Su tío valenciano, que tenía buenas relaciones con las autoridades franquistas de la época, les hacía empapar el sentimiento culé y en su casa siempre se ha hablado del Quico, o Francisco, que tiene una estatua suya ante el estadio, como un gran presidente del club (1953-1961). Un estadio que no bautizó con su nombre pese a la costumbre de la época, como es el caso del Estadio Santiago Bernabéu, del Real Madrid. De hecho, en la familia también recuerdan cómo fue en la generación de los abuelos de Elda Mata y padres del presidente azulgrana que se unieron los apellidos Miró y Sans.

En todo caso, Mata se fue de Barcelona bastante joven y se fue a vivir al Empordà en los años 80, donde todavía reside, en la localidad de Ullà. Allí empezó a dominar plenamente el catalán, ya que en su familia se hablaba en castellano, pero también palpó desde el principio el "nacionalismo" que dice que impregna el territorio y la presión por hablar catalán o profesar una identidad nacional catalana al margen de España. Sostiene que este talante pudo vivirlo desde el principio hasta el estallido del Proceso. Llega a remarcar la "vergüenza" que oían los castellanohablantes cuando debían decir qué idioma hablaban en casa, y carga contra la inmersión lingüística como una "parte importante" del fracaso escolar.