Crónica

La sombra del caso Ábalos persigue a Sánchez en Portugal

El presidente español sortea las preguntas sobre corrupción en la cumbre de Faro

Faro (Portugal)La crispación y los ataques cruzados del Congreso contrastaban hoy con el tranquilo paseo que Pedro Sánchez y Luís Montenegro, primer ministro portugués, hacían por el núcleo histórico de Faro, la capital de la región del Algarve. La derecha repite que el presidente español no sale a la calle en España porque la sociedad le daría la espalda, algo que no sucede en Portugal, donde no se oyen ni silbidos ni abucheos: la policía había encapsulado el centro para la ocasión. De hecho, la XXXV cumbre entre ambos países peninsulares pasa inadvertida para la gran mayoría de los 70.000 habitantes de una ciudad que ha dejado atrás el bullicio del verano, cuando se llena de turistas. Tampoco se esperaba ninguna bomba informativa de este encuentro, en el que se han firmado once acuerdos sectoriales, entre otros, la construcción de dos puentes sobre los ríos Guadiana y Severo para conectar ambos países. Ni siquiera ha salido un compromiso claro para tener construido en el 2030 el AVE Madrid-Lisboa por el Mundial de fútbol que organizan conjuntamente España, Portugal y Marruecos. "La final, claro, será España-Portugal", vaticina Sánchez en un encuentro empresarial que pone fin a la jornada.

El presidente español se siente más cómodo lejos del clima tóxico de Madrid; prefiere los pasillos de la Unión Europea en Bruselas y de Naciones Unidas en Nueva York, o recibir la medalla de honor de la mano del alcalde de Faro que, puestos a pedir, quiere una conexión ferroviaria de su localidad con Huelva y Sevilla. Sin embargo, es difícil escapar de la espiral. Es en estas citas internacionales donde el presidente español se ve obligado a responder a los periodistas que siguen el día a día de la convulsa política española, dado que no comparece en rueda de prensa en el Estado. La última vez que lo hizo fue en julio para hacer balance del primer semestre y después sólo ha concedido alguna entrevista puntual. Los periodistas invitados al Palacio Real por la festividad del 12 de octubre también pudieron hablar con ellos.

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Con la imputación de José Luis Ábalos al caer, Sánchez debe responder de nuevo a los motivos por los que cesó el exministro de Transportes en julio de 2021. ¿Tenía alguna sospecha de corrupción que afectara al también ex número 3 del PSOE? ¿Sabía que presuntamente la trama que dirigía el empresario Víctor de Aldama de la mano de Koldo García pagaba dos pisos a Ábalos y su pareja en ese momento? ¿Sabía que Aldama cobraba de Air Europa y presionaba a Koldo para conseguir el rescate de la compañía [el gobierno español lo concedió para salvar a una empresa estratégica]? ¿Se reunió nunca con Aldama? Con un punto de enfado, el presidente español constata que respondía preguntas sobre el mismo tema por "enésima vez", pero no resuelve ninguna de las dudas que plantea la investigación judicial.

Por mucho que la Moncloa se esfuerce en intentar situar el foco en el contenido de la cumbre, Sánchez se afana por sacudirse el interrogatorio sobre los casos de corrupción que ahora rodean su entorno. Una indisposición de Montenegro durante la rueda de prensa provoca el fin abrupto de la comparecencia, aún con un turno de pregunta para la prensa española y la portuguesa pendiente. Las peticiones por encontrar un breve espacio para conversar con el presidente, aunque sea con las cámaras y los micrófonos apagados, resultan infructuosos. Más allá de la breve rueda de prensa, la interacción entre periodistas y las delegaciones está a distancia, y se limita a ver llegar y marcharse a Sánchez y Montenegro del Palacio Fialho, la sede principal de la cumbre, de la Universidad del Algarve y del museo municipal.

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No queda más remedio que interpretar gestos y coger al vuelo algún comentario que pueda oírse mientras los dos gobiernos se hacen la fotografía de familia. Al día siguiente de que Sumar se entienda con el PP en el Congreso para sacar adelante algunas votaciones, Sánchez y Yolanda Díaz aparecen sonrientes. De repente, Óscar Puente se oye pronunciar "La bella y la bestia", y la vicepresidenta segunda se vuelve y dice: «Yo soy la bella». ¿Quién es la bestia?, sería otra pregunta sin respuesta.