Precariedad

900 euros al mes por cuidar un anciano de lunes a sábado 24 horas al día

La mayoría de las trabajadoras internas son mujeres extranjeras, muchas sin papeles, que encuentran el trabajo a través de empresas o entidades religiosas

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Una mujer latinoamericana pasea con una persona grande por una calle de Barcelona.

BarcelonaLa primera estaba convocada a las diez de la mañana. La segunda, a las 10.30 horas. Y la tercera, a las once. A pesar de eso, las tres se presentan en la cafetería donde las he citado a la misma hora: a las diez en punto de la mañana. “Me gusta ser puntual y como no conocía el camino…”, se justifica una de ellas. He contactado con diversas empresas que ofrecen servicios de cuidados a domicilio sin identificarme como periodista y he solicitado una trabajadora interna. Para ello me he inventado una historia: he dicho que necesito a una persona que cuide a mi madre de lunes a sábado las veinticuatro horas de la jornada. Las tres mujeres que han acudido a la cita son trabajadoras de la empresa Verge de Meritxell SL. Debo entrevistarlas para saber a quién selecciono. Las tres son latinoamericanas y tampoco saben que soy reportera.

La primera candidata es una mujer menuda, de cara redonda y expresión amable. Tiene 41 años y es hondureña y viuda. “Mataron a mi marido de un tiro en la espalda hace seis años”, detalla con voz afectada. En su país ha dejado tres hijos de 12, 17 y 20 años. Allí era cocinera. Aquí, en cambio, ha estado cuidando a un abuelo hasta que la familia lo llevó a una residencia de ancianos y se quedó sin trabajo.

“Yo lo duchaba, lo sacaba a pasear, cocinaba, limpiaba la casa, lavaba la ropa, iba a comprar… Por la noche también tenía que estar pendiente de él por si se levantaba”, enumera todo lo que hacía. Trabajaba sin parar de lunes a viernes, excepto dos horas al día que tenía de descanso. "En casa del abuelo tenía un dormitorio para mí y también me pagaban la comida", explica. No tiene permiso de trabajo ni de residencia, ni está empadronada. En consecuencia, tampoco tiene tarjeta sanitaria. “Gracias a Dios, soy una persona que no me enfermo mucho”, suspira. Está dispuesta a trabajar de lo que sea y las horas que haga falta. “He venido a España a eso”, justifica.

La segunda candidata tiene 56 años, también es hondureña y en su país era perito mercantil. Llegó a España hace cinco años y ha estado tres y medio cuidando a una señora mayor de lunes a sábado las 24 horas de la jornada. "Solo tenía un día de descanso a la semana, los domingos. Pero como no tenía donde ir, aquel día también me quedaba muchas veces cuidando a la señora", explica. Hasta que la mujer murió. No tiene papeles y le gustaría que le hicieran un contrato para regularizar su situación. “Pero si no es posible, es igual”, aclara. Se adapta a lo que le ofrezcan.

La tercera candidata es una joven peruana de 26 años. Va maquillada y bien arreglada. En su país empezó estudios universitarios de arquitectura y diseño interior. Aquí, como las otras, ha trabajado como interna y está en situación irregular. “Yo salía el sábado a las cuatro de la tarde, pero antes tenía que ir al mercado a hacer la compra de la semana. Y volvía a trabajar el domingo por la noche”, detalla. También lo hacía todo: “Por la mañana lavaba a la señora y le cambiaba la ropa y el pañal. Y después cocinaba, limpiaba la casa y la sacaba a pasear por un patio interior”.

Las tres mujeres aseguran que “la señora Cristina” les ha ofrecido un salario de "900 euros al mes" por trabajar como internas de lunes a sábado las 24 horas de la jornada. Se refieren a Cristina Molias Sánchez, la administradora única de la empresa Verge de Meritxell SL, con la que he contactado para contratar a una interna. También dirige otra compañía, Cana Feliz SL. Las dos ofrecen servicios de cuidado a domicilio, según asegura ella misma.

Después de entrevistar las tres candidatas, Molias Sánchez me envía un contrato que indica que tendré que pagar 1.100 euros al mes por los servicios de la interna. El texto también dice literalmente: “La empresa declara que el personal está contratado en conformidad con la ley (…). La responsabilidad civil, las obligaciones de seguridad social, la documentación y el arbitrio son responsabilidad de la empresa”. Cosa que es materialmente imposible. Las cuentas no me cuadran.

Cáritas de Arenys de Mar

Contacto con la responsable de orientación sociolaboral de Cáritas en Arenys de Mar. Me han dicho que en esa entidad también puedo encontrar internas. “Las chicas libran desde las nueve o diez de la mañana del sábado hasta las siete o las ocho de la tarde del domingo. Cobran 950 euros al mes, pero si quieres puedo preguntar si alguna estaría dispuesta a trabajar por menos dinero”, me explica por teléfono.

Una hondureña que consiguió un trabajo de interna a través de Caritas de Arenys de Mar y que prefiere mantener el anonimato confirma que la familia le pagaba en negro. “Cuando venimos de nuestros países, nos recomiendan que vayamos a Cáritas, a las iglesias o a los parques donde hay chicas cuidando abuelos para encontrar trabajo”, justifica.

Otras empresas

Por último llamo a 5 Serveis y Cuideo, dos empresas que se presentan en internet como especializadas en cuidado de personas mayores a domicilio. 5 Serveis me ofrece una interna que trabaje de forma interrumpida desde el domingo a las 21 horas hasta el sábado a las 9 horas, con solo dos horas de descanso al día, por 1.398 euros al mes. El precio incluye el salario de la trabajadora, la parte proporcional de las pagas extra, el IVA y el coste de gestión de la empresa. Aparte tendré que abonar 366,20 euros mensuales a la Seguridad Social por la empleada. Es decir, el coste total será de 1.764 euros al mes. Cuideo tiene precios más económicos por el mismo servicio: 1.645 euros al mes, todo incluido. Aun así siguen sin salirme los números. El salario mínimo interprofesional es de 1.080 euros brutos al mes en catorce pagas por 40 horas de trabajo a la semana. ¿Cómo es posible que estas mujeres cobren tan poco si trabajan muchas más horas?

Una mujer coge la mano a una anciana.

La responsable confederal del departamento de migraciones de UGT, Ana María Corral, me da la respuesta: “Hay una especie de vacío legal con las trabajadoras internas. El real decreto 1620/2011 que regula el trabajo en el hogar no hace una referencia específica a las horas de tiempo de presencia o al trabajo nocturno de estas empleadas”. Ese decreto dice que una trabajadora del hogar puede trabajar un máximo de 40 horas semanales y 20 horas más de presencia, que tendrán que “ser objeto de retribución o compensación”. Además indica que “entre el final de una jornada y el inicio de la siguiente”, la interna deberá tener “un descanso mínimo de diez horas”. Por esa regla de tres, si la persona mayor a la que cuida la solicita por la noche, no debería atenderla. 

“Tenemos conocimiento que hay entidades religiosas y empresas que ofrecen trabajos de interna a personas en situación irregular. Si la trabajadora no denuncia, todo el mundo hace como si no lo viera”, lamenta Fany Galeas, responsable de trabajadoras del hogar y de los cuidados de CCOO de Catalunya. “La ley de extranjería prevé la regulación por arraigo laboral si el trabajador denuncia”, insiste. Pero para eso hace falta que la empleada demuestre que ha estado trabajando seis meses de forma irregular y que hace dos años que vive en España.

“Es muy difícil que estas mujeres denuncien. Tienen miedo de perder el trabajo, y no pueden salir para presentar la denuncia. Son internas”, replica Rocío Echevarría, del Colectivo Micaela, formado por mujeres migrantes que se dedican al trabajo doméstico y los cuidados en la comarca del Maresme. “La solución es que cambie la ley de extranjería y el gobierno incremente la ayuda a las familias que tienen que cuidar personas mayores. A las administraciones ya les va bien que haya mujeres precarizadas que cubren las necesidades de estas familias que no pueden pagar más de mil euros”, denuncia.

Me identifico como periodista

Vuelvo va llamar a la responsable de orientación socio laboral de Cáritas de Arenys de Mar. Esta vez, sin embargo, me identifico como periodista. “¿Qué tenemos que hacer entonces? ¿Qué se mueran de hambre? Que el Estado les de papeles o que no las deje entrar”, declara confirmando que, efectivamente, ha ofrecido trabajo en negro a estas mujeres. Eso sí, pide que su nombre no aparezca en el reportaje para no tener problemas.

Cáritas de Girona, de la que depende la sede de la entidad en Arenys de Mar, abrió un expediente informativo a esta mujer y la apartó de la entidad como voluntaria el viernes, después de que el ARA se pusiera en contacto con la organización. “Esta persona estaba actuando de forma no autorizada. No teníamos conocimiento de lo que estaba haciendo. Cáritas no tiene servicio socio laboral en Arenys de Mar desde 2016. Si su nombre aparecía en nuestra web como responsable de ese servicio, es porque no estaba actualizada”, justificaron fuentes de la entidad. El mismo viernes Cáritas modificó su web y eliminó el nombre de esta persona.  

Una colombiana que ha trabajado como interna durante dos meses para una de las empresas de Cristina Molias Sánchez asegura que nunca cobró. “La familia le pagó a ella, pero ella nunca me pagó a mí. Cuidaba a una abuelita con Alzheimer. Estaba pendiente de ella día y noche, y solo libraba dos fines de semana al mes. Por favor, necesito ese dinero. Trabajé honradamente”, suplica por teléfono. Tras denunciar su situación al ARA, la familia le comunicó que quedaba despedida. Este diario ha hablado con dos internas más que aseguran que tampoco cobraron trabajando para la misma empresa.

“Tenemos un convenio con una fundación”, argumenta Molias Sánchez por teléfono cuando la llamo para preguntarle cómo es posible que sus empresas puedan ofrecer trabajadoras internas a las familias por un precio tan bajo. “Algunas trabajadoras se quejan de que no les ha pagado a final de mes…”, sigo diciendo, pero no me da tiempo a acabar la frase. Molías Sánchez cuelga el teléfono.

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