Adopciones enquistadas por el covid o cómo ver crecer a tu hijo a través de WhatsApp

Varias familias adoptadoras denuncian al ARA que llevan desde el verano pasado esperando para volar a Vietnam para recoger a los niños

Un hombre montando una cuna porque la familia crece.

BarcelonaRecibieron la primera fotografía de su hijo el verano pasado y, a estas alturas, todavía esperan coger un avión hacia Vietnam para recogerlo: “Hace meses que crece lejos de nosotros y nadie consigue nada. No queremos hacer turismo en la bahía de Halong, simplemente reunirnos con él y salir del país”, denuncian al ARA varias familias catalanas afectadas por el tapón de adopciones que se ha formado en este país a raíz del blindaje estricto que Hanoi ha seguido para protegerse del covid. Se sienten “desamparadas” porque nadie ha conseguido desencallar la situación: llevan meses revisando en el móvil las contadas fotografías que les han enviado; reproduciendo vídeos “demasiado” cortos en los que el niño juega hasta que, fin, la imagen se congela; conocen detalles tan íntimos como si el niño tiene una oreja más pequeña que la otra; y, lo más duro: algunas ya tienen una habitación infantil montada en casa porque en cualquier momento los pueden llamar para volar.

Pero este “cualquier momento” ya hace meses que se estira como un chicle y no llega. Por el medio todo han sido obstáculos: una política sanitaria que ha bunquerizado el país y ha permitido mantener el covid a raya, un primer vuelo esperanzador en otoño con 36 familias europeas que tenía que sentar precedente y el Año Nuevo vietnamita de principios de año que lo paró todo.

Se calcula que hay unas ochenta familias adoptadoras europeas esperando un vuelo a Vietnam, entre ellas más de una decena en Catalunya; a pesar de que aquí la cifra se eleva hasta la veintena si se suman otros procesos internacionales enquistados más puntuales en países como la India o Colombia. Desde el Instituto Catalán de la Adopción y la Acogida aseguran que ya se ha dado “continuidad” a la mayoría de procesos de adopción internacional afectados por la pandemia y que están trabajando en el caso vietnamita a pesar del recelo de Hanoi –“Son reticentes a abrir fronteras, incluso con los viajes de adopción que consideran especiales por su cariz humanitario”–. La previsión, avanzan al ARA, es que las familias afectadas puedan viajar en un plazo de entre uno y tres meses. De hecho, según explican de la asociación Iniciativa Pro Infancia (IPI) –una de las entidades acreditadas en la adopción internacional en Catalunya–, los cuatro ministerios vietnamitas implicados se están reuniendo estos días para abordar la cuestión y la solución se podría "precipitar".

Una vez ahí, eso sí, se prevé que la estancia sea más larga de lo que es habitual para que las familias puedan hacer la cuarentena. Se les harán también PCR frecuentes y todo ello podría tener un sobrecoste de al menos 1.000 euros. Además, los niños adoptados se probable que se tengan que trasladar a la capital para evitar desplazamientos de personas extranjeras por el país. Una restricción que el director del IPI, Santi Llensa, reconoce que no es del todo aconsejable: “Las familias perderán una vivencia que tiene mucho valor, que es conocer dónde ha crecido su hijo para poderle explicárselo cuando se haga mayor".

Sea como sea, por ahora no se ha producido todavía ningún movimiento diplomático efectivo para que estas familias puedan driblar el estricto cierre de Hanoi: a estas alturas Vietnam sigue absolutamente blindado y en el calendario de estas familias no hay fecha para ningún vuelo.

“Sabemos que estamos en plena pandemia, pero dadnos más més información”

MARTA GRAU Y GERARD BATLLORI

Fue pocas horas antes de la verbena de San Juan cuando recibieron la gran noticia: su hijo se llama Dang, nació en 2017 y está en un centro de acogida del sur de Vietnam. “¡Fue una explosión de felicidad! Recuerdo que empecé a apuntarme muchas veces su nombre para aprendérmelo, imprimimos las fotografías en una copistería, quería memorizar su aniversario... ¡Quería decírselo a todo el mundo!”, recuerda Marta Grau, que sufre endometriosis y optó por la adopción ahora hace seis años. El rojo de la camiseta que llevaba el niño en la primera foto fue directo al fondo de pantalla de los móviles de la pareja y la habitación de los trastos empezó a coger forma. Pero la estampa de ese día de verano contrasta con todo lo que vino después. “Han sido unos meses angustiosos, desesperantes, a ratos tóxicos; una montaña rusa para la pareja”, reconocen cuando se les pregunta cómo llevan la espera, unos meses que él, Gerard Batllori, ha pasado en casa por un ERTE y ella con paradas laborales intermitentes.

Uno de los momentos álgidos de la montaña rusa fue cuando todo apuntaba que estarían en la lista del primero y único vuelo que ha habido hasta ahora a Vietnam con, finalmente, 36 familias adoptadoras. Se quedaron a las puertas: “Esa mañana fue desoladora, pensábamos que entraríamos, no teníamos el concepto de lista en la cabeza”. Lluvia de bajas en el grupo de WhatsApp de familias afectadas. En diciembre recibieron una nueva fotografía de Dang, era su fiesta de cumpleaños: “Estaba precioso”. Además, parecía que volvía a haber la posibilidad de volar. Pero, de nuevo, nada: “Otra hostia”. Después vino el Año Nuevo Chino y la consiguiente parada anual del país. Ahora hace semanas que las cosas están estancadas y ellos, “al límite”: “Todo lo que hace seis meses era soportable ahora es irritante”. Los ha ayudado, dicen, la compañía que se hacen las familias afectadas a través de grupos de WhatsApp que se han ido creando de manera informal. Reclaman, eso sí, empatía de las instituciones implicadas: “Somos conscientes de que estamos viviendo una pandemia mundial, pero dadnos información aunque que sea cada quince días, por favor”. El jueves una tercera carta de la embajada les volvía a dar largas.

Una habitación infantil vacía
“He tenido que esconder las fotos: no lo podía asumir”

SUSANA BENÍTEZ

Siempre le había rondado por la cabeza la idea de adoptar y hace seis años dio el paso. Susana Benítez se decidió por Vietnam porque no tiene pareja y este es uno de los pocos países que no lo requieren. Primero consiguió el certificado de idoneidad -“Es como el carné para ser madre”-, firmó el contrato y entonces empezó la espera para la llamada asignación, que se produjo este verano pasado. Pero las trabas que se han producido a raíz de la pandemia han hecho que todavía ahora no haya podido abrazar a Loan, a la que conoció por fotos y vídeos el 31 de julio. “Es un día muy impactante que no olvidas, ¡es el día que conoces a tu hija!”, exclama. Y, sobre todo, marca que el viaje será al cabo de pocas semanas. Entonces puso fotos suyas por toda la casa, le preparó la habitación y ya tenía los armarios llenos de ropa de hijos de amigos y familiares para cuando volviera del viaje. Pero todo se paró.

En otoño, algunas familias adoptadoras europeas se embarcaron en un primer vuelo a Vietnam. Su nombre no estaba en la lista. La información que corría, sin embargo, era que habría un segundo vuelo si todo salía bien. “Parecía que teníamos que viajar en diciembre, pero yo no quería saber nada hasta que no fuera definitivo”, explica. El segundo vuelo no se produjo nunca. Todo el proceso que ha vivido en paralelo al confinamiento ha agudizado su angustia, hasta el punto de que "estalló” y tuvo que cogerse dos semanas de baja y recurrir a una psicóloga. Desde entonces ha puesto “cierta distancia emocional”: “He tenido que esconder las fotos: no lo podía asumir”. Mientras tanto, aprende vietnamita y canciones típicas de allá. Revisar las fotos de vez en cuando también la ayuda: “La Loan siempre va con una amiga y sonríe. Ahí está bien y esto me tranquiliza, pero esto no impide que me esté perdiendo sus primeros años de vida”.

“Su hermano hace demasiado tiempo que le guarda su ropa y los juguetes”

FAMILIA DUARTE MARTÍN

Cuando Hugo tenía cuatro años, en 2016, sus padres, Irene Martín y Toni Duarte, decidieron ampliar la familia y adoptar. Escogieron Vietnam y les dijeron que calcularan unos tres años, pero Hugo ya ha cumplido diez y todavía está esperando a su hermano. Hace años que le guarda ropa que a él ya le iba pequeña y todo tipo de juguetes, como un patinete. “Hace demasiado que me pide que no dé según qué a la gente, que lo quiere para su hermanito, lo hacía incluso cuando todavía ni sabíamos quién era”, explica Irene. Fue el julio pasado cuando conocieron por fin a Vinh a través de una fotografía: la espera ya se les había hecho larga y neguitosa hasta entonces, pero la angustia aumentó cuando empezaron a recibir fotos y vídeos. “Cuando sabes qué cara tiene tu hijo y no te dejan volar, la espera se hace desesperante”, sigue la madre.

“La primera vez que lo ves -continúa- te sube el ánimo de golpe, es un estallido de alegría inexplicable. Me vinieron ganas de gritarlo a los cuatro vientos”. Desde entonces Irene, igual que tiene un mural con fotos y dibujos de Hugo, también ha imprimido y ha enganchado a la pared las imágenes que va recibiendo de Vinh: “Desde el primer día que tomamos la decisión de adoptar lo tenemos presente, pero ahora todavía más”. En su caso, no le tienen ninguna habitación preparada, tampoco lo hicieron con Hugo, porque no saben “qué querrá” Vinh cuando llegue a Catalunya. “Quizás está acostumbrado a dormir con mucha gente y por la noche quiere compañía”, apunta la madre. A pesar de que hace tiempo que todo está parado y que no hay noticias de un nuevo vuelo, Irene asegura que cada día espera un correo con el día y la hora del viaje. “En este punto no puedo ser realista, tengo demasiadas ganas”, admite.

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