Veinte años de abusos sexuales en el Aula de Teatre de Lleida

Decenas de alumnas relatan lo que les hacía Antonio Gómez, director y profesor del centro

Albert Llimós / Núria Juanico
12 min
L'Aula de Tatre de Lleida

Lleida / Barcelona"Hemos llorado cincuenta mil veces todas juntas hablando del tema y esto nos ha permitido llegar hasta aquí y tomarnos este café contigo". Una a una se sientan en una cafetería del centro de Lleida para explicar lo que vivieron cuando eran adolescentes en el Aula de Teatre, a pocos metros de donde ahora rememoran lo que Antonio Gómez, director y profesor de la escuela, les hizo durante años. Cristina, Goretti, Violeta, Aida, Laura, Míriam, Sònia, Patrícia y Marta -todos nombres reales-. Ellas presentaron en el año 2018 la denuncia contra Gómez por abusos sexuales entre los años 2001 y 2008, cuando eran unas adolescentes. Fue demasiado tarde. Por miedo, por vergüenza, porque tardaron mucho tiempo en entender y digerir lo que había pasado, la denuncia llegó cuando el caso ya había prescrito y se archivó.

Durante los últimos meses el diari ARA ha investigado qué pasó en el Aula durante aquellos años, ha hablado con una cuarentena de personas y ha podido constatar que los abusos de Gómez -que niega los hechos- no se limitaron a los hechos que denunciaron las chicas, sino que siguieron hasta que él abandonó el centro. El profesor se marchó del Aula en julio del 2019 con una indemnización en el bolsillo y muchas víctimas más, todas muy jóvenes, de entre 15 y 18 años.

Todo arrancó en una reunión del colectivo Dones a Escena. En la tercera cita, Goretti se envalentonó. Eran pocas, seis o siete, y eso permitió que se levantara para denunciar lo que llevaba más de 15 años silenciando. "En nuestra ciudad también ha habido abusos", dejó caer. Goretti, que ese día iba acompañada de Marta, narró lo que había pasado en el Aula. Entre todas se empoderaron y decidieron buscar más víctimas, hasta que finalmente 9 chicas acabaron presentando la denuncia. Los casos eran muy diferentes entre sí, aunque siempre se repetía un doble patrón: una fuerte sexualización durante las clases y el abuso de poder por parte del profesor. Había chicas que fueron agredidas sexualmente; otras que, siendo adolescentes, habían tenido una relación con el profesor -que les doblaba la edad- y que con el paso de los años habían comprendido que habían sido manipuladas, y otras a las que había vejado o hecho tocamientos en el marco de unas clases totalmente sexualizadas. La denuncia, además, también iba contra un segundo profesor, Rubén Escartín, amigo de Gómez y que había vejado a más de una alumna y abusado de una de las denunciantes.

Antonio Gómez, que trabajó en el Aula durante décadas, fue su jefe de estudios y la dirigió de 2009 a 2017, lo era todo en la institución. "Él era el Aula", resume una de las chicas. Tenía poder para hacer y deshacer, para convertir la institución municipal en un lugar donde satisfacer sus deseos. Hacía clases los domingos, cuando no había nadie más en el edificio, se llevaba a las menores de fiesta o a su casa, se colaba con ellas en el cine, compartía habitación con las actrices cuando hacían un bolo, entraba en el vestuario cuando se cambiaban y siempre con el sexo presente.

Ántic escorxador on està l'Aula de teatre de Lleida

Un depredador insaciable

En las clases promovía ejercicios con excesivo contacto físico, y muchas veces participaba sin avisar. Hacía cerrar los ojos a los alumnos y les pedía que fluyeran por el escenario, tocándose entre ellos, soltándose. Entonces él lo aprovechaba. "Nos tocaba por debajo de la camiseta, por los pechos. Durante los ejercicios con la luz apagada me daba besos en la cara. Yo sabía que era él. Jugaba con el miedo", dice Goretti. "Vino a hacerme un masaje y me sentí afortunada. Me puso la mano por debajo de la camiseta, y yo feliz. Era guapo, joven", añade Marta. A ella, la experiencia de aquellos años le ha provocado que no pueda soportar que le acaricien el antebrazo. "Ni mis hijos lo pueden hacer porque me lo hacía él".

Aida rememora como Antonio se hacía pasar por "tu mejor amigo" para tocar "a todo el mundo". No había límites entre alumnos y profesor. "«¿Te he tocado el pecho? ¿Te veo desnuda? No te tienes que avergonzar, es normal, en el teatro esto ya pasa», nos decía. Habíamos normalizado estas cosas", recuerda. "Él tenía un montón de chicas de 14, 15 o 16 años y elegía la que le hacía más gracia. A partir de aquí, coqueteaba, empezaba historias románticas. Nosotros le admirábamos y él se aprovechaba", explica Míriam, que durante mucho tiempo pensaba que "había tenido una relación con él", pero con el paso de los años vio que había sido "manipulada". Tenía 17 años. "Era un depredador que tenía claros sus objetivos. Me di cuenta un día que me hizo volver sola a casa a las 3 de la madrugada, menor como era", añade.

"Yo soy Peter Pan y tú eres mi campanilla". Es uno de los mensajes que él enviaba a las alumnas, a las que casi doblaba la edad. "Buscaba la niña", explican todas: "Te dice que se ha enamorado de ti y con 17 años te lo crees". Era el profesor que las hacía sentir especiales y deseadas, en un entorno altamente sexualizado en el que él siempre remarcaba que la edad no era importante. "Es como un abuso dentro de la familia, todo lo hacía con delicadeza, sin agresividad. El año pasado, antes de que lo echaran, vi a cuatro chicas bajando de un coche para ensayar, un día festivo, y me recordó todo lo que había pasado", relata Sònia, que tiene clavada la imagen de Antonio cerrándose con chicas de 14 y 15 años en el baño durante una cena donde había el resto de profesores. "Era un secreto del dominio público, pero no teníamos a quien acudir para decirle todo lo que pasaba", reflexiona Aida.

Violeta estuvo con 15 años sola con Rubén y Antonio en su casa. Bebieron vino y se pusieron a ver una película. Era El último mohicano. Rubén salió de la habitación y Antonio empezó a besarle el cuello, hasta llegar a la boca, ambos de rodillas sobre la cama. "Sentía una mezcla de adrenalina y culpa, por la edad y porque era mi profesor". Cuando Rubén pasó por delante para abandonar el piso, ella reaccionó y lo frenó. "Me doblaba la edad, fui consciente y eso me salvó".

De la atracción al asco

A más de una alumna le había propuesto hacer un trío y, en una salida a la montaña, se puso en la cama con dos chicas con la excusa de que hacía frío y comenzó a tocarlas. A una de las dos actrices, con quien mantenía una relación, la desnudó e intentó tener sexo mientras la otra, que era menor, intentaba procesar lo que pasaba en aquella cama: "Mi cerebro pensaba, me gusta o no me gusta, quiero o no quiero. El cuerpo fue más rápido y le clavé un codazo. Sabía que él estaba teniendo relaciones con tres o cuatro chicas al mismo tiempo".

A Goretti la citó a las ocho de la mañana en su casa el día que estrenaban obra con La Inestable 21, la compañía juvenil del Aula. "Me dejé llevar, no recuerdo decir que no, pero tenía 15 años. El tiempo me ha hecho ver que se aprovechó de su posición: no era consentido, fue un abuso de poder", relata.

Con La Inestable 21 acostumbraban a hacer salidas tanto por toda España como al extranjero para representar la obra que habían preparado durante el curso. Eran viajes cortos en los que el grupo de actores compartía un par de días con el director de la obra, que en aquellos años era Antonio, Rubén o bien la que entonces era directora del Aula, Mercè Ballespí. En una de estas salidas a Galicia, Antonio se lo hizo venir bien para compartir habitación y cama de matrimonio con una alumna de 15 años. Nunca nadie del Aula se preguntó por qué la distribución de las habitaciones no cuadraba y las actrices siempre tenían que dormir con él. De hecho, ese día, el grupo durmió en camas individuales menos él, que terminó en una de matrimonio con una chica, mientras enviaba al otro actor adolescente que quedaba solo con el técnico alegando que los dos alumnos no podían dormir juntos. Cuando apagaron las luces, después de cruzar algunas palabras, la besó y la terminó agrediendo sexualmente, mientras ella, paralizada, sólo podía contemplar el techo amarillo de la habitación, como ella explica en el testimonio que acompaña este relato. Él intentó penetrarla, sin preservativo, y fue cuando ella pudo apartarlo. Él le pidió disculpas, hablando en plural para hacerla partícipe de todo lo que había pasado. "¿Qué estamos haciendo?", repetía mientras ella seguía aterrada contemplando el techo amarillo. "Al cabo de unos meses se lo conté a un amigo y cuando vi su cara, alucinado de lo que le decía, me hizo daño. Hizo que no lo volviera a explicarlo tan explícitamente hasta después de muchos años", recuerda.

El techo amarillo

Fragmento de uno de los escritos que escribió una de las chicas que denunciaron a Antonio Gómez, director y profesor del Aula, por abusos sexuales

"Es difícil escribir lo que pasó. Contarlo lo vuelve a hacer real. Estábamos de bolo con La Inestable, tenía 15 años. Como siempre, él intentó repartir las habitaciones [...]. Me dijo buenas noches y me dio un beso. El primero en la mejilla, y luego el segundo en el cuello y un tercero en los labios. Me avergoncé mucho, y me debatía entre si era estúpida por tener vergüenza y sentirme incómoda o si debía preguntarle qué cojones hacía. Recuerdo que me tumbé boca arriba sin decir nada, no podía, y que él siguió dándome besos. Si cierro los ojos veo el techo de la habitación, amarillo. La cabeza me iba a mil por hora, no podía ni parar de pensar mil cosas ni pensar nada, en realidad, es una sensación muy extraña que no he vuelto a sentir nunca. Empezó a tocarme por debajo de la ropa y luego a subirme la camiseta y a ponerme la mano en los pantalones. Empezó a tocarme también los genitales. Yo recuerdo cerrar los ojos y volverlos a abrir y seguir viendo el color amarillo del techo. Luego él me cogió la mano y la llevó a sus genitales. Lo recuerdo muy largo y soy incapaz de saber cuánto tiempo pasó. Estoy nerviosa escribiéndolo, tengo los mismos nervios que en aquel momento y cuando recuerdo ahora el techo amarillo, no puedo evitar llorar. No sabía qué hacer ni qué debía sentir, sólo sabía que el techo era amarillo y que aquello no se acababa y que no sabía cómo reaccionar. Iba pasando el tiempo. Hasta que de repente me bajó los pantalones y me intentó penetrar, sin preservativo. Me asusté y lo notó. Se detuvo y se apartó. Hubo un silencio y luego emepzó a hablar. Me dijo que lo perdonara, que yo era tan bonita, que lo olvidara, como si no hubiera pasado nada. Y me dijo la frase que me ha resonado siempre en la cabeza: «No debería haber dejado que pasara»".

L'aula de teatre de Lleida

Muchas más chicas lo sufrieron

Pero los abusos fueron más allá de las 9 denunciantes. Laia se enteró de lo que había pasado en el Aula al volver de Perú, donde vivió un tiempo. Ella también lo sufrió cuando tenía 18 años. Antonio le dijo que la acompañaba a casa, pero la hizo esperar en una esquina. "Pensé: «¿Por qué se esconde?» Recuerdo estar en su casa, en el dormitorio. Compartir físicamente, pero a la vez sentir asco, sentirme utilizada. Al terminar me dijo: «Te pago un taxi a casa». Estaba confundida, era el profesor, tenía 33 años, era cariñoso y yo una adolescente. Una vez pasó me dijo: «Si dices algo haré que te suspendan». Me amenazó".

Otras chicas confirman lo que denunciaron sus compañeras. Pero hasta que no pasaron unos años y crecieron, alejadas del Aula, no fueron conscientes de lo que había pasado cuando eran adolescentes. "Tenías 15 años, y ya corrían rumores de que Antonio se había liado con una u otra y nos hacía gracia. Nos hacía masajes, nos tocaba el culo, lo veíamos como algo normal", explica Maria. "Te daba besos, notabas el contacto físico, nos manipuló porque habíamos crecido a su lado desde pequeñas, le admirábamos y se aprovechaba", añade Clàudia.

Antonio Gómez niega los abusos a sus alumnas. "No hay nada, se archivó, si fuera verdad la justicia habría actuado", se defiende el ex director, que considera que es la "palabra de uno contra la de otro".

Pero los abusos no eran sólo sexuales. Antonio y Rubén le hicieron la vida imposible a Mireia. Se enteraron de que tenía novia y la presionaron para que saliera del armario. "Hasta que tú no seas sincera no participas en clase". Más tarde, cuando ella estaba en una depresión, la obligaron a hacer una escena de amor, con contacto físico, con un chico que había sido pareja suya y le había sido infiel hacía poco. Rubén la vejaba diciendo "Si eres lesbiana es porque no has probado una buena polla". Estuvo muchos días llorando, aguantando los chistes de los dos profesores: "«Que bien, fiesta de chicos!», decían mientras yo era la única chica". Una actitud de desprecio que no ocultaban. "Si un profesor te hace eso, ¿qué deben hacer los compañeros? Un chico me metió mano y no dices nada porque te sientes culpable".

Vejaciones y sexismo

Antonio fue un espejo donde se reflejó Rubén. "Se mimetizaron, se convirtieron en la misma persona", describe Marta. Lo certifica una actriz que tuvo una relación con Rubén cuando era una niña. "Estaba manipulada", concluye. "Teníamos 15 años, los veías como dioses, piensas que quizás les gustas. Tuve un enamoramiento con Rubén, aunque conmigo no pasó de besos en los labios, caricias y muestras de afecto exageradas", dice Laura . "Una vez, en clase, me tiró al suelo, yo de rodillas, y él encima, forzando. Me pasé toda la clase llorando encerrada en un armario", relata una chica. Entre los dos profesores recrearon un ambiente de libertad en el que el sexo estaba siempre presente. "Lo que tienes que hacer es enseñar los pechos, que a partir de los 20 todo baja", recuerda Cristina que les decía el Rubén a chicas de 15 años. "Él no fue tan listo como Antonio", sentencia Sònia.

Porque Rubén acabó fuera del Aula cuando una chica le paró los pies. Una de las 9 denunciantes rompió el silencio en 2006. El amigo inseparable de Antonio la había estado persiguiendo durante meses. Cuando llevaba a las chicas a casa después de un ensayo, siempre la dejaba a ella la última, cerraba el coche para que no pudiera salir y la besaba. Un día, en casa del profesor, fue más allá y abusó de ella. "¿Sabes qué es un orgasmo?", le dijo él, que había engañado a la chica diciéndole que estarían todos los alumnos y, en realidad, eran dos parejas. En la otra habitación estaba Antonio con otra menor. "No fue consentido, pero no sabía decir que no, era una niña y él tenía unos 30 años".

En un viaje a Madrid, Rubén entró en la habitación de ella pero la chica logró detenerlo y comenzó a explicar a todos lo que el profesor intentaba hacer. La noticia, según su relato, llegó a la directora del Aula, pero él advirtió a la chica que lo tenía que negar todo. "«¿Ha pasado algo?», me preguntó Mercè Ballespí, la directora. «Sí», dije. No me preguntó nada más". Ballespí admite la llamada, pero asegura que durante la conversación no pudo extraer que la alumna hubiera dejado el Aula por haber sufrido abusos. "Me respondía sólo con monosílabos. Me interesé mucho por ella, en absoluto pensé que hubiera un tema sexual detrás. No encontré ningún indicio", dice Ballespí. La ex directora defiende que Rubén se fue del Aula por motivos profesionales en 2008. El ARA se ha puesto en contacto con el ex profesor y ha declinado hacer cualquier tipo de valoración sobre el tema.

Años actuando siempre igual

Justo antes de la marcha de Rubén, Antonio estuvo unos meses fuera, embarcado en otros proyectos lejos de Lleida. Pero volvió y su manera de actuar no cambió. Maria, Saray, Núria, Gonzalo, Carla, Marina, Joana... y muchas otras alumnas del Aula durante los últimos años certifican las malas praxis, los juegos sexualizados, masajes, besos y un permanente abuso de poder. Para muchas de estas chicas él lo era todo, una figura "idealizada" que les había descubierto el teatro y "muchas cosas de la vida", pero a la vez alguien que se aprovechaba de su juventud y al que nadie fiscalizaba.

"Nos hacía hacer un juego en el que teníamos que tocar el máximo de culos posible en un minuto. Y él participaba", dice Saray, que recuerda como en un ejercicio con los ojos cerrados descubrió al profesor "forcejeando con una chica, tocando por debajo de su camiseta" mientras la alumna se pensaba que era un compañero de clase. Carla también tiene grabada una escena similar, con el profesor sobre él, estirados ambos en el suelo, acariciándole los brazos y los muslos durante diez minutos y empujándola.

Maria lo conoció en 2018. Él tenía 43 años y ella 18. En un ejercicio con la "clase oscura" debían dejarse llevar por la música, "siempre sensual", y si se encontraban a alguien tenían que bailar. "Me empezaron a tocar a saco y, por el olor y las manos, descubrí que era él. Empezó a tocarme el culo, las ingles, los pechos: con la excusa de la liberación nos restregábamos literalmente por su polla", dice la alumna, que rememora como él entraba en el vestuario mientras estaban en ropa interior y les desabrochaba el sujetador entre risas.

Otras chicas admiten que Antonio les tocaba el culo en los ensayos o los muslos cuando iban en la furgoneta. A chicas de 15 años les preguntaba con qué profesores se enrollarían o sobre sus relaciones sexuales. "Se lo dije a mi madre y me dijo que se lo imaginaba: había visto a Antonio mirarme y no lo hacía como si yo fuera una niña", dice Juana. Gonzalo, que era alumno del Aula, se presentó muchas veces voluntario para compartir habitación con él y así evitar que durmiera con las actrices. "Salió una noticia de una niña embarazada y espetó en medio de todos: «¿Aún está en los 16 años el consentimiento?»", explica.

El fantasma de Zacarías

Otra chica admite que el profesor, 25 años mayor que ella, intentó generarle la "necesidad de ser deseada" y que era un personaje "sádico y baboso", que al inicio tenía una actitud "inocente" pero que a medida "que se ganaba" su confianza fue subiendo el tono de los comentarios y los tocamientos. Un día que contaba una anécdota de la selectividad, Antonio le dijo que ella "había aparecido en sus sueños con un vestido semitransparente" y la estuvo "persiguiendo por el aula", intentando lamerle el brazo: "yo me negaba y él insistía diciéndome que lo malinterpretaba". En un viaje le dijo con mirada "lasciva y asquerosa" que dormirían juntos y en la furgoneta se pasaba el viaje acariciándole "el cuello o la pierna" mientras hablaba de amor y decía que los hombres les gustan "los cuerpos femeninos jóvenes".

Hace casi un año que Antonio se fue de Lleida. Ahora continúa ejerciendo lejos de la ciudad, a pesar de que su figura sigue planeando sobre el Aula. Cuando las luces se apagan, devuelve el fantasma que, durante uno de los juegos que hacía en las clases, Antonio explicaba que había dentro del edificio a los jóvenes alumnos: Zacarías. Un fantasma que durante muchos años se hizo real y aún hoy persigue a muchas de estas chicas.

Interior de l'Aula de teatre de Lleida
¿Por qué la dirección del Aula no frenó los abusos?

Antonio Gómez ejerció de profesor en el Aula de Teatro de Lleida durante décadas. A lo largo de todos estos años, las alumnas sufrieron abusos sexuales y de poder y la dirección del Aula de Teatro nunca actuó para frenarlo. La institución está gestionada por la Asociación Cultural Aula de Teatro de Lleida y tiene una concesión con el Ayuntamiento. ¿Por qué no hicieron nada los responsables del Aula?

Sònia Palau y Marta Santacana trabajaron como profesoras del Aula de Teatro a principios de los años 2000. Ambas recuerdan haberse reunido con el entonces directora del equipamiento, Mercè Ballespí, y haberle trasladado su malestar ante los comportamientos de Gómez con las alumnas. "Cuando volví en el Aula de Teatro, hablé con Mercè y le pedí explícitamente que no quería estar bajo la coordinación de Antonio", explica Palau. "Al principio se pensaba que mi petición estaba relacionada con un problema personal. Como no lo entendía, le dije: «Vigila, Mercè, cualquier día los padres de las alumnas de La Inestable denunciarán el Aula », porque lo que estaba haciendo Antonio con sus alumnas no era correcto ", dice Palau.

Marta Santacana, que entonces también era profesora del Aula de Teatro, recuerda una situación similar. "Nos enteramos que Antonio tenía una relación con una alumna que era menor de edad y decidimos exponer los hechos a la entonces directora, Mercè. Tuvimos una reunión en su despacho y se lo explicamos. Ella nos pidió discreción y nos dijo que ya resolvería el problema. Y así se quedó ", explica Santacana, que abandonó el Aula pocos meses después a raíz del malestar generado por esta cuestión. Los ex profesores recuerdan, sin embargo, que en aquella época "no se hablaba tan claramente de abusos como ahora" y que "incluso había relaciones normalizadas entre los adultos que ahora no lo serían".

Quejas entre los profesores

Mercè Ballespí, que ejerció de directora del 2001 al 2009, asegura que desconocía los abusos hasta 2018, cuando se hizo pública la investigación a raíz de la denuncia hecha por las nueve alumnas. "A mí, formalmente, nadie me informó de casos de abusos en mi escuela. Tampoco informalmente. Me siento impotente, porque si me hubiera enterado de todo esto, habría tomado medidas", dice Ballespí, que añade: "Me sabe muy mal, porque ellas no tuvieron la confianza de decírmelo en ese momento y yo tampoco lo supe ver". La ex directora del Aula explica que algunos maestros se habían quejado de la profesionalidad de Gómez y que había mal ambiente. "Recibí muchas quejas de su actitud profesional. En el claustro de profesores había una situación bastante dura, tensa. Pero nunca tuve ningún indicio de abusos sexuales en absoluto", señala Ballespí. Antonio Gómez dejó la dirección del Aula de Teatro en 2017 (pero siguió vinculado como gerente y profesor) y Mireia Teixidó asumió el cargo, después de ejercer de profesora durante años. La actual directora dice que no conoció la existencia de los abusos sexuales hasta que recibió la carta de la Fiscalía sobre la investigación. Antes, explica, "tenía constancia de relaciones que [Gómez] había tenido con alumnas, pero siempre eran mayores de edad". Al conocer la denuncia, Teixidó habló con las demandantes y les pidió permiso para explicar los hechos a los profesores del Aula. "Había que lo sabían y otros que no", dice la directora.

"Cuando pasó todo esto Antonio estaba en Brasil. Tuvimos que hacerlo dimitir como presidente de la asociación y despedirlo. Fue un proceso de negociación difícil, porque no había ni un juicio ni una condena. Pero no le dimos ninguna otra opción ", explica Teixidó. En julio del año pasado Gómez firmó la documentación y se desvinculó definitivamente del Aula de Teatre de Lleida. A finales de febrero, el Aula de Teatro presentó un protocolo -elaborado con la Paeria- para prevenir casos de acoso y abusos en las escuelas artísticas. "Lo hemos hecho con mucho cuidado -explica Teixidó-. También hemos creado una aplicación que permite denunciar los casos de abusos sexuales. No queremos que vuelva a pasar nunca más".

L'aula de teatre de Lleida
"Creó monstruos": tres exalumnas acusan un compañero

"Los niños intentaban tocarnos y enrollarse con nosotas. Lo hacían porque veían como Antonio hacía apología del sexo libre", explica Cristina. El clima que se creó en el Aula de Teatro de Lleida durante muchos años propició que algunos alumnos imitaran al maestro. "Hubo chicos que mimetizaron su manera de hacer. Es una de las cosas que nos preocupa ahora, creó monstruos", añade Marta. "En una escena íntima, le dije a mi compañero donde podía tocar y donde no, pero él tocaba más de la cuenta todo el tiempo y Antonio no hacía nada, sólo repetir la escena", relata la Saray.

Las alumnas señalan que estos episodios eran habituales durante las clases de Gómez. Recuerdan especialmente uno: después de una representación en el Teatre Lliure, dos actrices de La Inestable 21 pillaron a dos actores grabándolas con una cámara de vídeo mientras se estaban duchando. Los cuatro eran menores de edad. Uno de estos chicos era Gerard. "Teníamos 15 o 16 años, recuerdo grabarlas para hacer la bromita. Ellas se rieron y luego borrar el vídeo", explica Gerard. Al cabo de unos años, cuando ya era mayor de edad, él fue denunciado en un entorno ya fuera del Aula por una chica que también había sido alumna de Gómez. La denuncia se archivó por falta de pruebas.

Los hechos ocurrieron después de una fiesta en casa de unos amigos. Laura iba muy bebida y se despertó con Gerard encima abusando de ella sin ningún tipo de consentimiento. Lo mismo le pasó a Alexandra. Después de una fiesta con mucho alcohol un compañero la puso a dormir en un colchón. Al cabo de unas horas, cuando todo el mundo dormía, se despertó "desconcertada" con alguien tocándola por debajo de la ropa. Era otra vez él. "Pensaba que querías", le dijo Gerard y ella se quedó perpleja, porque estaba durmiendo. Se marchó corriendo a una habitación y se encerró descolocada. Al día siguiente, cuando fue a buscarlo para reprocharle lo que había pasado, él ya no estaba. "Me arrepiento mucho de no haber denunciado o, al menos, apoyado mucho más a Laura", reconoce Alexandra. María vivió una situación similar, aunque admite que en su momento no supo decir que no: "Iba muy bebida, él me había dado absenta, me encontraba mal y fui a dormir. Al despertarme, él estaba allí". Sobre los hechos denunciados, Gerard subraya que "se investigaron y la policía concluyó que no había pasado nada".

[Esta investigación se enmarca dentro de una más amplia sobre abusos sexuales en el mundo de las artes escénicas y el audiovisual en Cataluña y España. Si tienes cualquier información, contacta con el equipo de investigación: https://www.ara.cat/investigacio.html

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