¿Se aprende más cuando se tiene que sacar buena nota?

Un estudio concluye que los beneficios de evaluar con calificaciones “son escasos”

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Alumnos de bachillerato en un instituto de Barcelona

BarcelonaA pesar de que se considera la puerta de acceso a la universidad y uno de los momentos clave para los alumnos, la selectividad es un examen que aprueban la inmensa mayoría de los que se presentan. Es, pues, un mecanismo para ordenar a los estudiantes que quieren hacer un grado universitario y, por lo tanto, no es tan importante aprobar o suspender sino sacar una nota lo suficientemente alta como para entrar en la carrera deseada. A veces, los alumnos que quieren estudiar grados muy solicitados (y, por lo tanto, con notas de corte más altas) se lo juegan todo a unas décimas, cosa que les causa mucha presión y autoexigencia para memorizar unos contenidos que después acaban olvidando. Ahora un grupo de investigadores ha detectado que los beneficios en cuanto al conocimiento adquirido en una evaluación con notas son “escasos” y “muy a corto plazo”, mientras que con un sistema de aprobado o suspendido los alumnos ganan en salud mental y satisfacción. 

El grupo de investigadores, entre los cuales está el profesor de Economía en la Universitat de Barcelona Guillem Riambau, ha evaluado si sacar una nota numérica es un incentivo suficiente para mejorar el aprendizaje del alumnado. La conclusión es que no: si bien es verdad que los estudiantes sacan mejores calificaciones cuando la nota es exacta, el margen es marginal, de solo cinco puntos porcentuales (la diferencia que hay entre un 7,5 y un 8). En cambio, “ganan mucho más” en salud mental y organización de su tiempo si el resultado es aprobado o suspenso. 

Lo han comprobado utilizando datos internos de una universidad de Singapur donde el primer año todos los alumnos tienen que hacer un curso de introducción a la estadística. Hasta 2017, los estudiantes tenían una nota de la A (excelente) a la F (suspenso), pero a partir de entonces este módulo se evaluó solo con un aprobado o un suspenso. “Todos los materiales y exámenes semanales se mantuvieron igual y esto nos ha permitido comparar el aprendizaje y ver si un cambio en la calificación afecta al conocimiento adquirido”, explica Riambau al ARA. La conclusión es que, a pesar de que afecta, la diferencia es mínima, incluso en cuanto a los mejores estudiantes de la clase, que no pierden la motivación sea como sea el esquema de notas: según los investigadores, siempre hay un 5 o un 10% de los alumnos que sacan notas excelentes, tanto si hay un 10 en el expediente como simplemente un aprobado. “Los estudiantes que sacan un 10 sea como sea la nota tienen un talento innato o bien hacen el máximo esfuerzo porque quieren aprender mucho o porque quieren demostrarse que son capaces de sacar siempre buena nota”, afirma el investigador.

A pesar de que es difícil —si no imposible– que un sistema así se implante para la selectividad, los investigadores sí lo ven aplicable a asignaturas troncales muy pesadas en los primeros cursos de universidad. “Tener una parte de las materias de aprobado o suspenso sería una buena manera de que los estudiantes dedicaran más tiempo a las asignaturas que más los motivan”, afirma Riambau. 

Aprovar no quiere decir no fracasar

Las notas, pues, no sirven para explicar del todo ni los conocimientos adquiridos ni tampoco el fracaso escolar. Un informe elaborado por El Observatorio de la Fundació La Caixa sobre abandono prematuro y desigualdades sociales ha concluido que no todo el fracaso es a consecuencia de los bajos resultados académicos: cerca de seis de cada diez jóvenes que dejan los estudios tienen notas superiores a 5. “Las notas no explican del todo el abandono educativo”, afirma el documento, sino que pesa más el tipo de centro (en los de complejidad se duplican las probabilidades de abandonar) o las desigualdades sociales (los jóvenes vulnerables tienen el doble de posibilidades de dejar los estudios). Nuevas evidencias que demuestran la trascendencia de las evaluaciones.

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