El edificio fantasma más lujoso del Raval busca vecinos 30 años después
La propiedad ha dividido en tres los pisos de cerca de 200 metros cuadrados de una promoción fallida en la ronda Sant Pau
Pau BarcelonaEs posiblemente el bloque de pisos que ha generado más incógnitas de todo el barrio del Raval de Barcelona: en la esquina de la ronda Sant Pau y la calle de Les Flors, se trata de una promoción de cinco plantas con una sola vivienda por piso (de cerca de 200 metros cuadrados) y extras lujosos como jacuzzis. Los pisos, construidos ahora hace 30 años, no han tenido nunca a ningún vecino que pueda acreditar esta condición con un contrato oficial, a pesar de que sí que han sido okupados en diferentes periodos, como cuando se convirtieron en el centro social La Rimaia y llegaron a acoger a familias vulnerables. Ahora, la propiedad, la inmobiliaria Camat, ya ha acabado las obras para dividir en tres cada una de estas viviendas, y ultima los trabajos para el local de la planta baja.
La idea es que con una medida menor –y un precio, por lo tanto, más acotado– puedan tener pretendientes, después del fiasco del primer intento, cuando después de unas obras que se alargaron por problemas con las licencias se pidió un precio de venta que no casaba con la zona: en la frontera entre los barrios del Raval y Sant Antoni, cuando este segundo todavía no era un barrio de moda. Eran pisos de cinco habitaciones, tres baños y complementos de lujo, como informaban los carteles que los promocionaban ya hace muchos años. A pesar de que por la época en que se construyeron no disponían de elementos como la cocina vitrocerámica.
Después del primer fracaso, la propiedad exploró vías como convertir el edificio en un hotel o en viviendas turísticas, pero el plan no prosperó y ahora la alternativa ha sido rehacer los pisos para poder reducir el precio. Lo que todavía no está claro, según fuentes de la inmobiliaria, es si las viviendas saldrán al mercado en régimen de alquiler o de compra, y las mismas fuentes tampoco detallan cuál será el precio de salida. Este diario ya informó a principios del 2019 del nuevo plan para el edificio fantasma, sin embargo, a pesar de que entonces se hablaba de la posibilidad de tener los trabajos acabados en 2020, la pandemia ha hecho que todo se haya atrasado.
Sanción fallida
El edificio vivió su último desalojo en verano del 2017 y, desde entonces, fue habitual la presencia de un trabajador de seguridad sentado en una silla justo delante para evitar nuevas entradas. El equipo de la alcaldesa Ada Colau intentó, sin éxito, adquirir la finca o que la propiedad pusiera los pisos para alquilar. Fue en 2016, cuando se oponía al anuncio de desalojo de La Rimaia. Pero la propiedad no aceptó la oferta y, de hecho, el Ayuntamiento llegó a anunciar que multaría la inmobiliaria por haber mantenido el edificio vacío sin ninguna justificación durante más de dos décadas, hecho que incumple la ley del derecho a la vivienda.
La multa, sin embargo, no llegó a producirse nunca. Según explicaron fuentes municipales al ARA, cuando se abrieron las diligencias previas ya se vio que la sanción no podría salir adelante porque se constató que el edificio no estaba dado de alta como vivienda, que es un requisito necesario para poder sancionar a los propietarios. Además, los servicios jurídicos municipales también valoraron que el hecho de que el edificio hubiera sido ocupado de manera intermitente durante diferentes periodos dificultaba poder demostrar que había pasado dos años seguidos vacío.
En su anuncio público de sanción, el Ayuntamiento había llegado a precisar que había abierto un expediente por las cinco viviendas en desuso que hay en el bloque y dejaba claro que las multas coercitivas empezaban con importes de 5.000 euros –25.000 euros por el conjunto de la finca– y se podían elevar hasta los 75.000 euros por piso. Se avisaba, también, que el expediente podía derivar en sancionador y traducirse en una multa de 500.000 euros. Nada de esto se materializó. Y el edificio continuó vacío unos cuantos años más, para indignación del movimiento vecinal de los barrios del entorno, que todavía recela del nuevo precio que se querrá poner a los pisos.