"Después se preguntan por qué las tiendas emblemáticas cerramos: estamos indefensas ante el incivismo"

Continúa el goteo de grafitis en edificios históricos de Barcelona: pintan la fachada modernista de Queviures Múrria

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El propietario de Queviure Pícara, Joan Múrria, ante la fachada del local, malogrado por pintadas.

BarcelonaJoan Múrria baja la persiana algo más temprano de lo habitual. Es la una del mediodía y hoy no tiene previsto volver a abrir Queviures Múrria, la tienda familiar que lleva 124 años funcionando en la Dreta del Eixample, entre la calles de Roger de Llúria y València. Se pasará horas, prevé, en la comisaría para denunciar las pintadas que han sufrido la fachada y el escaparate del establecimiento centenario que, por su singular estética, forma parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Catalunya y de la Ruta del Modernismo de Barcelona. Después del trámite marchará a casa: no quiere pensar durante unas horas en la gamberrada que le han hecho. Con las persianas bajadas, Múrria se mira con resignación los trazos de color azul que degradan el exterior del local que regenta desde hace 53 años. Los daños duelen a la vista: la pintura se extiende de punta a punta y no solo afecta a la persiana, que es fácil de restaurar, sino que también ha dañado los marcos de madera y los letreros y anuncios de vidrio tintado al fuego que decoran la tienda desde el siglo XX. Y esto es lo que más preocupa el propietario, no saber si podrá limpiar estos frisos históricos que reproducen carteles icónicos de empresas de bebidas catalanas, como el icónico póster del Anís del Mono diseñado por Ramon Casas. "Hay muchas Barcelonas y esta es una de ellas: la del incivismo, la falta de respeto y la degradación", dice. Hace una pausa, niega con la cabeza y sonríe con ironía. "Y después se preguntan por qué las tiendas emblemáticas cerramos: estamos indefensas", afirma.

El propietario de esta tienda de productos de alta gastronomía (quesos, foie, vinos y chocolates) se enteró el domingo de que habían pintado la fachada de la tienda por varios vecinos que hicieron circular las imágenes en las redes. "¡Qué tristeza!", le decía uno de los habituales del local. "Esta es la Barcelona de Colau", decía otra. Múrria dice que las muestras de solidaridad le han llovido desde el fin de semana y admite que, a pesar de todo, siente mucho apoyo anímico. Administrativo, en cambio, no tanto. "No sé como limpiaremos esto: la aseguradora no lo reparará y el Ayuntamiento... el Ayuntamiento solo nos querrá pintar de gris las persianas y yo esto no lo quiero porque rompe la estética, ya lo haré yo", explica señalando con el dedo la persiana de color chocolate. De hecho, dice que en el barrio casi todos los establecimientos tienen pintadas y no se plantean restaurarlas. Es como una guerra perdida. "¿Quién te dice que al día siguiente de repintarlo no te lo volverán a hacer?", se pregunta.

Las pintadas en edificios históricos están a la orden del día en Barcelona, sobre todo en las últimas semanas, en las que se han acumulado varias como las de las paredes de la basílica del Pi o las del antiguo Hospital de la Santa Creu. Como ya adelantó el ARA, sin embargo, la problemática viene de lejos: el año pasado fueron denunciadas 281 personas por hacer grafitis, una cifra equiparable a la del 2019, pero bastante más baja que la del 2018 (351). En 2020, coincidiendo con la pandemia y los meses de confinamiento, se registró la cifra más baja de sanciones (203). Además, y solo en aplicación del plan de choque de limpieza que se activó en octubre, hasta el mes de febrero se limpiaron 7.733 metros cuadrados de pintadas de fachadas y suelos, el grueso de ellas en las calles de Ciutat Vella (2.915), el Eixample (1.095) y Gràcia (1.092). También se limpiaron 7.271 pintadas de diferentes elementos del espacio público.

Las pintadas en los carteles históricos de Queviures Múrria.

No es la primera vez que Queviures Múrria sufre un ataque similar, pero sí que es la más grande. La madera que enmarca los carteles de vidrio al fuego ya la tuvieron que repintar en otra ocasión y muchas de las ramas de hierro forjado que lo decoran han perdido sus flores. "Las han arrancado", puntualiza el propietario. También lamenta la cantidad de meadas de perros que afectan la fachada y que tiene que limpiar, pero la pintada de este fin de semana ha sido la gota que colmó el vaso. "Esto no pasaría si la policía bajara del coche y patrullara a pie para evitar que la gente haga estas cosas", dice. El hombre asegura que todavía mantiene la tradición de barrer el trozo de acera que le corresponde para dar buena imagen del local y del barrio, y matiza que hace unos años eran los mismos agentes los que se lo recordaban para mantener orden en la calle. "A veces lo decían justo al abrir la tienda, cuando todavía estaba levantando la persiana a las nueve de la mañana. ¿Ahora este interés donde está? Te sientes muy indefenso, es muy injusto", añade.

El Ayuntamiento de Barcelona admite la dificultad de perseguir estas prácticas: para poder sancionar estas conductas incívicas, hay que cazar al infractor in fraganti. Y sobre la posibilidad de pillar al autor, Múrria ríe. A pesar de que sabe que tiene algunas cámaras alrededor que podrían haber grabado el ataque, dice que no servirá de nada. "¿Qué harán si lo encuentran? ¿Ponerle una multa al chico o, si es menor, a sus padres? No son delincuentes, tienen un problema de educación, convivencia y respeto. Y esto cada vez se ve más", denuncia.

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