Solo tres multas al mes por no recoger la caca del perro en Barcelona
Las sanciones a personas que hacen las necesidades en la calle han caído a la mitad en tres años
BarcelonaEn Barcelona viven cada vez más perros. Hasta el punto que, según los últimos datos del Consejo de Colegios de Veterinarios de Catalunya, en la capital hay hoy 174.316 perros identificados con chip, una cifra récord que ya es más alta que la del conjunto de niños de hasta 12 años empadronados (171.863) y que supera con creces la de los vecinos de distritos como Gràcia, Ciutat Vella o Les Corts. Barcelona es una ciudad cada vez más canina, pero mantiene abierto desde hace años el debate sobre cuáles son los espacios donde los propietarios podrán llevar a sus mascotas sin correa –que es el paso previo a multar a quien las lleva desatadas– y la parte más fea de la convivencia con los animales sigue siendo la de la minoría de incívicos que no recogen las cacas y convierten las calles en campos minados.
Esta infracción está sancionada con multas de hasta 300 euros –que se incrementan hasta los 900 si se produce en espacios delicados como los parques infantiles–, pero en la práctica es muy difícil de perseguir porque la Guardia Urbana tendría que sorprender al propietario en el mismo momento en el que el perro hace sus necesidades y él sigue andando como si no hubiera pasado nada. Y esto pasa poco. Durante el año pasado, la cifra total de denuncias por no limpiar pipis o cacas de las mascotas fue de solo 37. Es decir, unas tres al mes. Un número similar al de 2020 de los confinamientos (36) y más bajo que el de 2019, cuando se sancionó a 51 personas.
"El problema es que la mayoría de los que no recogen las cacas lo hacen cuando salen a pasear por la noche o a primera hora de la mañana, cuando es oscuro y hay menos gente en la calle que les pueda recriminar su comportamiento. Así, nadie sabe quién son", explica Àngela Coll, de Espai Gos, cansada que demasiado a menudo se meta a todos los propietarios de mascotas dentro de un mismo saco: "La gran mayoría hacemos las cosas bien".
Los propios responsables municipales de la limpieza admiten la dificultad de perseguir estas prácticas que, como también pasa con las pintadas en las paredes o los vecinos que bajan los trastos sin tener en cuenta si es el día que pasa el camión de recogida, hacen que, aunque acaben de pasar las brigadas, la sensación inmediata sea de que nadie ha limpiado la calle. Y esto es especialmente delicado ahora que media Barcelona ya ha estrenado el nuevo contrato de limpieza, lo que tenía que ser el antídoto contra las quejas de suciedad del último verano y que prevé un incremento presupuestario del 14% respecto al anterior: 307 millones anuales en limpieza y recogida de basura. Pero las quejas continúan. Y el verano, con el regreso del turismo masivo y sin restricciones sanitarias, se prevé todavía más complicado.
Menos multas (también) por necesidades humanas
El problema de las cacas de perro, que el consistorio tiene especialmente identificado (con datos de 2017) en puntos negros como el pasaje Vilaret en la Sagrada Familia o calles como la de Aiguablava, en Nou Barris, no es la única práctica incívica que contribuye a la imagen de dejadez. También juegan las necesidades fisiológicas humanas en la vía pública o las pintadas por todas partes. En el capítulo de las meadas (o escupitajos, que entran en la misma categoría), las sanciones han caído en picado los últimos años.
En 2021 se sancionó a 2.548 personas por incumplir la ordenanza de civismo en este apartado, unas 670 más que en 2020 pandémico, pero 1.800 menos que en 2019, cuando la cifra ya era bastante más baja que la de los cursos anteriores. De hecho, las sanciones por hacer las necesidades en la calle de 2021 son menos de la mitad de las que se ponían en 2018 (5.865).
En el capítulo de las pintadas, que es un tema que ha ganado mucho protagonismo estas semanas por los ataques a edificios patrimoniales, el problema es el mismo que con todo lo que tiene que ver con el incivismo: para poder sancionar, hay que encontrar al infractor in fraganti. El año pasado se denunció a 281 personas por hacer grafitis, una cifra equiparable a la de 2019, pero bastante más baja que la de 2018 (351). Imágenes como la de las pintadas enlas paredes de la basílica del Pi o del antiguo Hospital de la Santa Cruz han disparado las críticas sobre cómo cuidar del patrimonio y grupos municipales como el PP han pedido al gobierno de Colau un plan específico para hacer frente.
Desde el arzobispado de Barcelona, que es quien se tiene que hacer responsable de la limpieza de los templos que tiene en Barcelona, no han detectado un incremento de la problemática. Aseguran que no les hacen más pintadas de las muchas que ya son habituales los últimos años, pero avisan del peligro de un posible efecto llamada por la atención mediática que recibe ahora la problemática. Fuentes del arzobispado piden distinguir aquellas pintadas que son meras gamberradas de las que son expresiones artísticas y se abren a mantener un diálogo con movimientos artísticos para ver cómo canalizar estas obras.
Más limpieza de pintadas en el centro
Solo en aplicación del plan de choque de limpieza que se activó en octubre se habían limpiado en febrero 7.733 metros cuadrados de pintadas de fachadas y suelos, el grueso de las cuales en las calles de Ciutat Vella (2.915), el Eixample (1.095) y Gràcia (1.092). Y también se habían limpiado 7.271 pintadas de diferentes elementos del espacio público.
Lo que continúa avanzando de la mano de la nueva contrata de limpieza es la incorporación de nueva maquinaria eléctrica pensada específicamente para espacios como las superislas o los carriles bici. Y también la renovación de los contenedores: los cinco distritos que ya han estrenado el nuevo contrato tienen ahora el 67% de renovados. Y el gobierno municipal continúa explicando los cambios en una exposición dedicada a la historia de la limpieza a la ciudad, que se puede visitar hasta el 5 de junio en la Modelo y que ha contado con un presupuesto de 100.779 euros.