Edatismo: la discriminación por la edad

"Tengo dos carreras y un doctorado y en el banco creen que no sé hacer ni un 'bizum'"

La discriminación por edad es silenciosa, se detecta en todos los ámbitos y afecta sobre todo a las personas mayores, especialmente a las mujeres

BarcelonaEs la última prueba del vestido y Maria Àngels Gómez sale del probador con la satisfacción en la cara de encontrarse bien, de poder llevar el modelo que le gusta y no otro. El traje es largo, de color lila, y tiene un cuerpo de puntas que termina con un escote. "Estás muy guapa, elegante", le dice una de las dependientas mientras ella se mira y remira al espejo con la sonrisa marcada en los labios. Es justamente la idea que tenía para la celebración de los 50 años de casada, "algo que fuera alegre, elegante", describe. Llegar hasta ese vestido le ha costado un "buen disgusto" y una muestra más de los prejuicios por la edad que están incrustados en la sociedad.

La primera opción para encontrar la prenda de vestir fueron unos grandes almacenes de Barcelona, ​​pero allí se topó con una vendedora que le frunció la nariz cuando le dijo que quería un vestido festivo y "algo extremado" para una ocasión especial como aquella. "Me dijo que a dónde iba, yo, que allí no encontraría nada de lo que quería para mi edad", explica Gómez.

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Incrédula, triste y enfadada, salió de allí y se fue al Punto y Aparte de Sant Boi de Llobregat, donde dice que enseguida "entendieron" qué quería. "Si tienen el estereotipo que debemos vestir como abuelas porque somos mayores... Tienen que saber que ahora las abuelas somos diferentes", ríe, aún con el traje cogido por las agujas de la modisto. "Si por ser mayores ya no podemos lucir, ¿qué nos queda?", se pregunta Gómez, que acaba de cumplir 73 años y es la activa secretaria general de la Unión de Jubiladas y Pensionistas de UGT.

Discriminación invisible

El episodio de los prejuicios con el traje de celebración de Gómez puede parecer una anécdota, pero es un caso más de edadismo, la discriminación por razones de edad que afecta en especial a las personas mayores, y de forma más pronunciada a las mujeres, porque en ellas también recae el peso del machismo. La ONU apunta a que el edadismo es, detrás del racismo y el sexismo, la tercera causa discriminatoria, y subraya que la mitad de la población tiene actitudes edadistas. Sin embargo, se considera que es una "discriminación silenciosa", precisamente por estar incrustada en todos los ámbitos, desde la administración pública hasta la sanidad, pasando por el mercado laboral o las relaciones sociales.

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Pasa tan desapercibida que la televisión y los medios de comunicación, pero también las familias y las empresas, reproducen mensajes sutiles y la imagen que vincula a la persona mayor como alguien débil, vulnerable, que necesita ayuda para moverse e incluso para pensar o decidir. "Mis hijas dicen que lo hacen por mi bien, pero yo me siento que vivo al dictado, que he perdido autonomía incluso para comer lo que me apetece", señala Augusto Molinero, que vive solo a los 94 años y no dispone de tarjeta de crédito porque, por descuido, se lo robaron o la perdió. "Ahora mis hijos me guardan la tarjeta, y no es que piense que me roban, porque me cuidan y no me falta nada, pero sí hacen que me sienta como una criatura", se exclama sentado en un banco y con un libro en la mano.

En cierto modo, Molinero ha aceptado la tutela impuesta por los hijos, que a menudo pasan a hacer de padres de los padres incluso cuando conservan movilidad y capacidad cognitiva. Es el joja que apunta Glòria Fité, psicóloga de laEAVA, la unidad pionera de abordaje de la vejez que hace diez años puso en marcha el Consejo Comarcal de Anoia: "Yo ya lo digo a mi hijo" o "Yo ya dejo a mi hija que lo haga" son algunas expresiones del autoedadismo, creer que uno ha llegado a esa edad en la que hay que dejar mandar.

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La infantilización

Matilde Vera recuerda con desagrado cómo amistades y vecinos hablaban a su madre centenaria "como si fuera una niña", aunque siempre tuvo la mente clara y era una mujer de una gran cultura. "Era una humillación", se quejaba poco después de haber asistido al acto en Barcelona por el Día de las Personas Mayores, el pasado 1 de octubre, dedicado precisamente a la lucha contra el edadismo. La infantilización es una de las formas de discriminar a estas personas mayores, y se expresa dirigiéndose a las personas mayores por el nombre aunque sean desconocidas, diciéndoles "abuelo/abuela" sin saber si tienen o no limpios, o hablando utilizando diminutivos ("la pastilleta, un trocito").

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A Vera también le han menospreciado al ver su aspecto. En una entidad bancaria (uno de los sectores más edadistas junto a la sanidad), se ha encontrado más de una vez que se dirigen a ella presuponiéndola una ignorante, por ejemplo, en tecnología. Ha sido profesora de educación especial, ha realizado también la carrera universitaria de psicología y ha obtenido un doctorado, un currículum que para mucha gente no encaja en el perfil de persona mayor. "En el banco me miran como si no tuviera que saber ni actualizar la libreta o hacer un bizum sólo porque me ven mayor", afirma. La generación de Vera, que está en los setenta, es la primera que ha trabajado en unos trabajos plenamente informatizados. Además, muchos no responden al cliché de no saber cómo funciona un teléfono móvil, y algunos son activos en las redes sociales.

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Jubilats 'boom

Son los llamados boomeros, que a 20 o 15 años de la jubilación laboral tuvieron que "adaptarse" al uso de la tecnología, lo que, como dice Vera, ya supuso un "esfuerzo" que ahora no se tiene en cuenta. Por eso, Vera reclama "más empatía" de las generaciones traseras para que desterren el trato ofensivo. Le ocurrió al matrimonio formado por Ángela Ruiz y Jaume Pous, que decidieron dejar de ir solos a la consulta médica porque notaban que el médico de turno "no contaba las cosas". En la frontera de los 80 años empezaron a ir acompañados de un hijo: "Ahora la doctora ya ni nos mira a nosotros, como si no estuviéramos y todo se lo dicen al hijo", se lamentan.

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Desde la experiencia del EAVA, Fité explica que les llegan quejas de la intervención de hijos y familiares en las decisiones económicas de las personas mayores y también presiones para que vayan a la residencia. "El error es que no se les permite asumir riesgos, como hacen los adultos. En plena posesión de las facultades mentales, quizás van más lentos, pero la inmensa mayoría tiene capacidad para tomar decisiones", señala. En este sentido, señala que debe reivindicarse para una vejez saludable no sólo la salud y el dinero, sino sobre todo "el autogobierno".

Dicho y hecho, Josep Abelló decidió tras la pandemia "hacer algo" para mejorar la situación de las personas mayores y con un grupo intergeneracional crearon SeniorLab Reus, una especie de think tank local que discute y debate problemáticas como la soledad no deseada, la calidad de los cuidados o la vivienda. "La idea es dar soluciones para que otro que tenga capacidad ejecute los cambios". Para él, que fue alcalde de Reus de 1985 a 1999, el edadismo "es una horrible consecuencia de no hacer frente a la longevidad", sobre todo ahora que la esperanza de vida se alarga.

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La frontera de la vejez

Sociológicamente, la raya de la vejez se sitúa en los 65, pero en el ámbito laboral en los 45 ya se considera que se entra en una edad peligrosa, o en la sanidad los 70 suelen ser el límite para entrar en planes de prevención, pero se realizan trasplantes de órganos a pacientes rondando los 80 años. Entonces? La población de más 65 años aumentará en la próxima década a buen ritmo: pasará de los 1.565 millones de individuos en 2024 (19,5% de la población) a 1.948 millones en 2034 (22,8%). Y en cuanto a los mayores de 80 años, vivirán un incremento del 29,3%. El cambio demográfico viene acompañado de personas con mejores condiciones vitales, más educación y también menos hijos que las generaciones precedentes. "La vejez está cambiando, ahora llegan los hippies del 68", apunta Fité, quien apunta que en esta franja "ya se mueven diferente y reclaman actividades diferentes" que las que ofrecen entidades y administraciones públicas.

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Este cambio se acompaña con la necesidad de referentes, señala Lourdes Charles, cofundadora de Somos Seniors, una asociación nacida a raíz del confinamiento que tiene la voluntad de incidir en un envejecimiento activo y saludable. Explica esta psicóloga que detectaron que las instituciones perpetúan el edadismo presentando a las personas mayores "como objetos de protección y no como sujetos activos". Por ejemplo, con políticas sociales u organizando cursos "para personas mayores" de informática, bailes o gimnasia sin tener en cuenta niveles ni categorías. "Será informática para iniciados, nada que ver con la edad", señala, e indica que es necesario dirigir todos los esfuerzos a "ressignificar" el envejecimiento, pasar "de una visión pasiva y dependiente a una visión activa, positiva e inspiradora".

Consecuencias en la salud

El edadismo puede provocar aislamiento social o una peor salud física y mental, porque se deja de consultar a los médicos o se autoimpone la presión para recuperarse antes de tiempo. También tiene la derivada de excluir a las personas mayores de derechos, vetarlas en ciertos ámbitos o menospreciarlas. Uno de los consejos de las voces expertas en envejecimiento es saber hacer frente al proceso natural de hacerse mayor, no tener miedo a soplar velas. "Hay que ver como un éxito colectivo", indica Charles, porque la humanidad nunca ha vivido tantos años y con tanta calidad de vida, pero hay que cambiar las gafas con las que se mira a los mayores: abandonar el asistencialismo, fomentar actividades y espacios intergeneracionales y "construir un nuevo relato sobre el envejecimiento", basado en la autonomía, la autonomía.

Faltan, dicen las expertas, "referentes" y también una "aspiración" a llegar a la vejez, apuntan. Maria Àngels Gómez dice sentirse bien y no entiende las amigas que cuando explica que va en bikini a la playa le responden con un incrédulo "¿aún?"