Sinhogarismo

Raíces peina Barcelona para hacer un censo de personas que viven en la calle

La entidad prevé que el nuevo recuento superará los 1.241 sin hogar localizados hace año y medio por la falta de servicios para el colectivo

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El Molam, de Gambia, en el banco donde duerme en el barrio de Vallcarca durante el recuento de la Fundació Arrels.

Barcelona¿Cuántas personas sobreviven en las calles de Barcelona? La pregunta se responderá en unos días, cuando la Fundación Arrels haya repasado los números que la pasada noche y madrugada han recogido los 500 voluntarios participantes en el recuento anual de personas sin techo que se hace caminando por todos los distritos de la ciudad, y que por primera vez se ha realizado en invierno. En el último censo, de junio del 2022, se contabilizaron 1.231 durmiendo al raso, pero el olfato del director de la entidad, Ferran Busquets, le dice que con toda seguridad la cifra actualizada será mayor por la dificultad que baje "si no se hacen acciones de respuesta", lo que quiere decir que este colectivo "prácticamente no tiene alternativa a la calle".

En Vallcarca los dos equipos que peinarán a pie durante dos horas el barrio se citan en el estación del metro. Son las 22 horas del miércoles en una noche en la que el viento frío ha dejado las calles vacías y un ambiente gélido incluso bajo la confortabilidad de un buen abrigo. Josep Maria Vila es voluntario de Arrels desde que se jubiló hace poco menos de un año y coordina el grupo que forman su hija Anna y Miquel Casares, que apuntan en una aplicación informática y una hoja a las personas que encuentran en el su camino, detallando la dirección, el número y si son hombres o mujeres (muy minoritarias). La regla es no interactuar con quienes están descansando porque no se trata de un cuestionario sino tan sólo de un censo que debería servir para diseñar qué servicios son necesarios. "Son personas que tratan de ser invisibles, de no molestar", afirma José María, un vecino que a esas horas camina en dirección a su casa y que da pistas de dónde localizar sin hogar que, buscando algo de intimidad, duermen en un banco, sobre el césped de un jardín o resguardados en un rincón. "Les doy fruta o comida, debemos ayudarnos entre nosotros, porque al final todos podemos acabar en la calle", concede como despedida.

Cambiar la mirada

Este vínculo entre los vecinos que viven al raso y los que tienen la suerte de disponer de un techo es uno de los objetivos marcados por Arrels. Por eso los voluntarios que participan en el recuento lo hacen en sus barrios, para que así puedan conocerse, ya que en una reciente encuesta cuatro de cada diez sinhogar afirman que no tienen a nadie que cuide de ellos, y mientras que el 84 % de la población de Cataluña considera el sinhogarismo como un grave problema, el 40% se sienten intimidados y rehuyen un simple saludo. De sensibilización sabe el propio Vila, que admite que su paso por Arrels le ha hecho "cambiar la mirada" hacia el colectivo.

Miquel Casares y Josep Maria Vila consultando la aplicación del recuento.

En un parque, Mamol todavía está despierto, junto a un compañero que descansa tapado de pies a cabeza dentro de un saco. El joven explica que es de Gambia y lleva cuatro meses durmiendo en un banco, después de todo un día de buscarse la vida con la chatarra y arrastrando un carro de la compra lleno de ropa y otros utensilios como únicas pertenencias. Vila le explica qué recursos públicos o privados tiene tanto dentro como fuera del barrio, donde encontrará una cama durante unos días o algo de calor. Hay pocas plazas y una lista de espera demasiado larga; además, el Ayuntamiento de Barcelona no activa los servicios de alojamiento especial para el invierno hasta que las temperaturas no descienden de los 5 grados. Pero un techo temporal no siempre es una opción para el colectivo, asegura Busquets, porque supone que deben dejar las mantas, el colchón o cualquier otra cosa de valor por tan sólo "tres o seis días", y una vez vuelven al calle "deben empezar de nuevo desde cero".

Una persona sin hogar duerme en un banco de Vallcarca junto a una bolsa de plástico con sus pertenencias colgadas de un árbol.

Vila es voluntario en la centralita de Arrels, desde donde atiende llamadas de personas que viven en las calles de Alicante, Andalucía o incluso Canarias, que tienen la intención de venir hasta Barcelona porque han oído que aquí recibirán alguna ayuda, o incluso de ayuntamientos catalanes o españoles que piden si la entidad podría acoger a una persona sin hogar. Lo cierto es que, pese a todas las carencias, la capital catalana es de las pocas ciudades que disponen de infraestructuras estables y de emergencia para dar respuesta al colectivo, aunque son insuficientes, y atiende a personas derivadas de otros municipios . "Te encuentras de todo: gente que quiere volver a su casa a Galicia y no tiene dinero para viajar o personas desesperadas que quieren saber a dónde ir porque pierden su casa", explica el voluntario, que hablando de la dureza de la calle señala que hace que , si la situación se alarga durante años y se cronifica, "muchos acaban por tirar la toalla".

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