Barcelona

Uno de cada cuatro sintecho ha acabado en la calle después de perder su piso de propiedad o alquiler

Arrels denuncia el aumento de la "desatención", puesto que solo un tercio de los que sobreviven al raso han recibido ayuda de los servicios sociales

Elisenda Forés Català
y Elisenda Forés Català

BarcelonaUnas 300 personas que viven en las calles de Barcelona, una cuarta parte del colectivo, han acabado malviviendo al raso cuando han perdido la vivienda estable que ocupaban. Concretamente, el 21% han pasado de tener un piso de alquiler a tener que estar a la intemperie, mientras que el 5% eran propietarios de una vivienda. Son datos del informe Vivir en la calle en Barcelona que este jueves ha presentado la Fundación Arrels, a partir de las entrevistas que hicieron en el último recuento de personas en la calle del verano pasado. En total, la entidad contabilizó 1.230 personas, un aumento del 15% respecto al año anterior. De estas, el 80% son hombres, el 8% mujeres y el 0,6% son, a partes iguales, personas trans o de género no binario.

A la pregunta de cuál es la última cama en la que durmieron, un 19% de los encuestados por Arrels respondieron que se quedaban en servicios y recursos públicos tan varios como albergues, prisiones, viviendas sociales o un centro de la DGAIA para menores tutelados. De los que viven en la calle son muchos, un 70%, los que no confían en que puedan ir a vivir a algún alojamiento próximamente. Esta falta de esperanza se debe de a la insuficiencia de recursos institucionales, las dificultades administrativas y la desconfianza general en una mejora de expectativas, según ha subrayado la responsable del equipo de acogida de Arrels, Marta Maynou, que señala el impacto psicológico que tiene el hecho de vivir en la calle, donde se pasan muchas horas en soledad o buscándose la vida para sobrevivir. Así, la exclusión social provoca que casi la mitad de los sintecho se sientan solos y convivan con la sensación de que su vida no importa a nadie.

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Solo un 20% sí que tienen perspectiva de encontrar un lugar más digno, puesto que el 5% están en lista de espera para acceder a un albergue, el 4% esperaban entrar en un piso de entidades o servicios sociales y otro 4% de las personas podrían pagar una habitación por ellas mismas o con la ayuda de amistades. “Son muchas las personas que no tienen expectativas, que no esperan nada", insiste el director de Arrels, Ferran Busquets, que reprocha que albergues o residencias tengan un listado de exigencias y requisitos para acceder que deja fuera a una gran parte del colectivo, como por ejemplo renunciar a la tenencia de perros, que son a veces con los únicos que establecen un vínculo emocional, o tener que dejar de consumir alcohol o tabaco. "Es un doble castigo, porque no tienen casa y es muy complicado que accedan en un centro”, afirma.

Un 70% migrantes

Los principales motivos que hacen que una persona acabe en la calle son la pérdida trabajo, los problemas con la familia o la separación de la pareja, así como perder el trabajo o el hecho de haber emigrado. De hecho, 7 de cada 10 sintecho son inmigrantes, un porcentaje que dobla de largo la población migrada residente en la ciudad, que han aterrizado en Barcelona buscando un trabajo para prosperar y en su gran mayoría, 74%, nunca antes habían caído en una situación de sinhogarismo. Pero la falta de ofertas laborales y de red familiar que les echen una mano, así como las trabas administrativas, les hace imposible levanta la cabeza.

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En esta radiografía actualizada del sinhogarismo en la ciudad se señala que, de media, son personas con 10 años de vecindad en la ciudad, tienen 44 años y la gran mayoría no saben ni leer ni escribir. Ahora bien, si se mira el detalle de la formación entre el colectivo migrante, a pesar de que la mayoría no tiene ninguna formación, también hay muchas personas con educación superior, mientras que entre las persones sinhogar nacidas en España es más habitual que hayan acabado la secundaria obligatoria.

De media, estas personas viven en la calle desde hace cuatro años y cuatro meses, un periodo "elevado" para Arrels y que en el caso de las mujeres se reduce en un año de media, puesto que acostumbran a tener más red de ayuda y están más predispuestas a aceptar un albergue antes de perpetuarse al raso. Busquets ha señalado que desde el 2016, cuando la entidad empezó a hacer el recuento para saber quiénes son los sintecho y cuáles son sus necesidades, nunca habían constatado tanta desatención social, algo que hace que el sinhogarismo se estanque y sea más difícil salir de él.

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La esperanza de la ley del sinhogarismo

Busquets siempre reitera cómo la calle mata y apunta que los sintecho viven de media 27 años menos que el resto de la población, debido al deterioro físico y psicológico de estar siempre al raso o de las numerosas agresiones físicas que sufren (casi la mitad afirma haber sido objeto de palizas). En este sentido, el director de Arrels ha vuelto a aprovechar para reclamar más recursos públicos para el colectivo y sobre todo buscar soluciones "a largo plazo", más allá de las plazas temporales que se abren exclusivamente durante los días más crudos del invierno. Así, solo una tercera parte de las personas encuestadas afirmó haber sido atendida por servicios sociales en los últimos seis meses. “Vamos muy tarde. Tanto en Barcelona como en el resto de Catalunya no hay ningún recurso que asegure que una persona no pasará una segunda noche al raso”, afirma Maynou.

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Para reforzar la atención al sinhogarismo, Busquets confía en que la ley específica que está todavía pendiente de aprobar en el Parlament y que han impulsado las entidades del tercer sector comporte más recursos, teniendo en cuenta la urgencia para cubrir la necesidad de vivienda, pero también que incluya itinerarios laborales como medidas de inclusión social.