"Si pudiéramos bajar el colchón a la calle, dormiríamos mejor"
Las altas temperaturas impactan la calidad de vida de las personas que viven realquiladas
BarcelonaHace una hora que oscurece, pero Nati y su vecina Nora se resisten a subir al piso que comparten con maridos e hijos. "Si pudiéramos bajar el colchón a la calle, dormiríamos mejor", dice Nati, riendo, mientras grita a los niños porque aún tienen que cenar. Son las diez y media de la noche y un termómetro enorme que hay en una esquina marca todavía los 31 ºC, pero aseguran que dentro de la vivienda el ambiente es aún peor.
Las dos familias viven en un piso de dos habitaciones que hace muchos años había sido de protección oficial y ahora se alquila por 900 euros, una fortuna por los sueldos que ingresan. El aire acondicionado es un lujo imposible para los presupuestos familiares e incluso se lo piensan mucho a la hora de arrancar el ventilador.
De hecho, la plaza donde las dos amigas hablan está llena hasta los topes de familias que toman el fresco, con criaturas que a esas horas todavía les queda energía por correr y esconderse entre las escaleras. Hay quien aprovecha para hablar por teléfono con su familia que vive en el extranjero. "Eso es el infierno, más calor que allí", grita Magdalena, enfocándose la pantalla del móvil con una hermana que vive en Cuba. "Aquí somos gente pobre: extranjeros y catalanes nos encontramos en la plaza de noche porque en estos pisos todavía hace más calor que en la calle", ilustra.
El doble de pobreza energética
La imposibilidad de mantener la vivienda a una temperatura adecuada en cada estación es imposible para un 20% de las familias, según el Instituto de Estadística de Cataluña. realquiladas o en infraviviendas donde es imposible estar con una temperatura cómoda. Marta Clusellas, técnica del programa Sin hogar y vivienda de la diócesis de Barcelona, explica que han visto incrementar la demanda de ayuda para la compra de un ventilador.
Es el caso de Sandra Sosa, que vive en una pequeña habitación con su marido y dos hijos pequeños, por la que paga 450 euros. Con las temperaturas tan altas intenta mantener la habitación fresca bajando las persianas durante las horas centrales del día, pero ni así consigue un ambiente agradable, ya que no corre el aire para ventilarla.
Las noches son un auténtico suplicio porque es imposible descansar. "Hace demasiado calor, no podemos dormir bien", afirma Sosa, que durante el día intentan buscar zonas frescas fuera de las cuatro paredes en los refugios climáticos de la ciudad, aunque se topa con los precios. "Las piscinas son caras, así que nos pasamos la mañana a las sombras de los parques infantiles, en la biblioteca y en el espacio polivalente de Cáritas", explica Sosa.
Controlar cuando se pone en marcha el ventilador
La pobreza energética golpea a buenas partes de las familias atendidas por Cáritas. En muchos casos, incluso tienen expresamente prohibido utilizar los aires acondicionados o calefacciones para que no se disparen las facturas eléctricas. Nora admite que casi cronometra el tiempo que hace funcionar los dos ventiladores que hay en su domicilio. "Les ponemos en marcha sólo unos minutos para refrescarnos un poco y los apagamos –afirma–. "Por eso estamos aquí tan tarde, porque vivimos en un horno", concluye Nati.