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Vivienda

Vivir realquilado en una habitación: "A veces creo que me volveré loco"

Cáritas y Esade proponen desgravaciones fiscales para animar a los propietarios a alquilar las viviendas más asequibles

Panorámica del barrio de Ciutat Meridiana , en Barcelona
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BarcelonaCuando la familia de Natalia S. llegó a Cataluña desde Colombia sólo encontraron un techo de realquilados en el piso de un matrimonio amigo por 450 euros al mes. "Era una solución para pasar los primeros días o semanas, antes de instalarnos por nuestra cuenta", explica esta administrativa residente en Reus. Pero las semanas se hicieron meses y ahora lleva más de dos años compartiendo la pequeña habitación con su madre y la cama con su único hijo, un niño de ocho años, una situación que hoy ya ve "como una condena que se puede alargar para siempre". No hay datos de cuántas personas deben vivir en habitaciones compartidas, pero sí se tiene constancia de que es una modalidad que ya hace tiempo que ha dejado de ser sólo para jóvenes y estudiantes, y que cada vez es más "una solución permanente para familias como la de Natalia. Lo corrobora el informe Exclusión compartida. Vivir en una habitación en un contexto de exclusión residencial y social, elaborado por Cáritas de Barcelona y el Observatorio de la Vivienda Digno de Esade.

Para esta familia de Reus, el primer obstáculo y el mayor con el que toparon por no poder alquilar un piso entero fue no tener el permiso de residencia en regla y la negativa del Ayuntamiento a empadronarlos. "De dinero teníamos para ir tirando, porque habíamos vendido todas las propiedades de Colombia para empezar una nueva vida aquí", relata la mujer. De la primera habitación pasaron a una segunda y ahora temen que tengan que realizar un nuevo traslado, porque "siempre hay problemas y quejas". En cada mudanza el realquiler se encarece varios euros, lo que repercute directamente en la economía familiar. Aún sin papeles –no pueden iniciar los trámites de arraigo hasta los tres años de estancia–, Natalia trabaja haciendo horas sin contrato ni nada fijo, confiando en que ni ella ni la madre se pongan enfermas, porque no tienen la tarjeta sanitaria. En cambio, el niño sí tiene la cobertura médica universal y una plaza en la escuela. Es lo que destaca el informe: "Estas dinámicas contribuyen a la marginalidad de las personas en mayor situación de vulnerabilidad en mercados laborales y de vivienda informales y precarios".

Más parque social

El informe se ha realizado a partir del testimonio de una cincuentena de personas, la mayoría mujeres, que relatan situaciones de inseguridad jurídica por la falta de un contrato, y que en algunos casos llevan más de una década de realquiler. El técnico del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, Guillermo Oteros, ha señalado en la presentación del estudio la necesidad de ampliar el parque público de alquiler social, así como la de "explorar alternativas con propietarios" para alejar ción de la dinámica del mercado, tales como desgravaciones fiscales o copagos para conseguir alquileres más asequibles.

El realquiler a la fuerza afecta también a la salud mental de los residentes, porque en muchos casos se trata de familias con varios miembros o incluso varias parejas o personas desconocidas que deben compartir espacios reducidos. El hijo de Catherine ha desarrollado miedo a los espacios grandes y sólo quiere estar en la habitación donde viven realquilados. "Cuando la puerta [de la habitación] está abierta, la cierra", explica esta colombiana, usuaria de Cáritas. Okis es un joven nigeriano que lleva más de cuatro años viviendo en una habitación "pequeñísima" ya quien su inquilino no le deja utilizar ninguna otra estancia del piso, ni el comedor ni la cocina. "Solo tengo permiso para ir al baño y para ducharme una vez a la semana", afirma, y ​​añade que debe conformarse con comidas preparadas o bocadillos. "A veces pienso que voy a volverme loco, pero al final sacas fuerza para continuar, trabajar y enviar dinero a casa", concluye.

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