Cómo explicar a una hija la pérdida de una amiga

Veronica no ha superado todo lo que vivió el día de las inundaciones

Veronica y Clara fotografiadas en Alfafar.
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AlfafarAlina mira el móvil sentada en una silla y su hermana pequeña, Clara, lo mira de pie. La silla está embarrada y el fondo de esta fotografía son objetos y más objetos hacinados en pequeños montes de desechos. Hay de todo: ropa, mantas, plantas artificiales, pelotas, huesecillos de peluche... Antes de la DANA todo estaba debidamente ordenado en las estanterías de un bazar de Alfafar, en las cercanías de Valencia. Trabaja su madre, Veronica, que se rompe y se pone a llorar cuando habla de todo lo que ha perdido, y de los saqueos que han sufrido. Pero no sólo se rompe por los desperfectos materiales.

Llegó a Alfafar de Rumanía hace 20 años y lleva 17 trabajando en este bazar. Prácticamente se le siente suyo. Toda la plaza en la que está ubicado está completamente destrozada, con coches girados y volcados, y con una escuela al fondo que costará mucho que vuelva a ser un espacio para los más pequeños. Alina tiene 11 años y Clara 6, y no viven muy lejos de allí. No tienen ninguna perspectiva de cuándo volverán a la escuela. "De momento no lo echo de menos", dice, risueña, Alina. Ahora que ha devuelto la electricidad y puede utilizar el móvil, dice que las horas pasan menos lentas. También se va viendo con sus amigas. Hay un momento en que Veronica le pide a Alina que vaya a jugar con Clara.

Clara y Alina.

En ese momento es cuando admite que no puede "ni comer ni dormir". Su hija no puede oírlo porque no sabe cómo decírselo. Veronica estaba trabajando en el bazar cuando el río de agua empezó a preocuparse. Cuando salió, el agua cubría ya más de un palmo. En ese momento vio a una amiga de su hija. Salía de la academia de inglés, que está junto al bazar. La cogió de la mano y caminaron en la misma dirección. "El agua cada vez subía más", recuerda. En un cruce la soltó para que fuera con su padre.

Retrato de Veronica, Alina y Clara.

La pequeña llegó a reencontrarse con su padre. Lo que explica ahora Veronica, todavía muy afectada, es muy duro. El padre y la hija quedaron prácticamente atrapados y tuvieron que ser rescatados desde un primer piso por vecinos. En un momento, la mano de ambos se separó. Ella tiene muchos remordimientos y no puede parar de pensar en ello. Tampoco en cómo se lo explicará a su hija Alina. Alfalfar, Paiporta, Massanassa, Sedaví, Llocnou de la Corona, Benetússer... todo son pueblos devastados por fuera y por dentro. La destrucción de las calles, coches y casas es proporcional al duelo que muchos habitantes están llevando, aunque sea por dentro.

Sentirse protegidos y entender las diferencias

En situaciones de catástrofe y ante tanta incertidumbre y sufrimiento, es normal que los padres no estén preparados para responder a muchas preguntas relacionadas con tan trágicas muertes. Sin embargo, desde el ámbito de la psicología se recomienda informar a los niños lo antes posible de los efectos que puede tener en su día a día. Eso sí, teniendo muy en cuenta tanto su edad como tres reglas básicas: que debe explicarse el fenómeno con un lenguaje sencillo; que las descripciones deben suavizar el contexto, pero permitiéndoles saber que las diferencias que notan son reales para evitarles confusión y malestar prolongado, y que es necesario ofrecerles un espacio de seguridad.

Así lo explica la psicóloga infantil Aida Fàbrega, de Antesis Centro de Psicología y Logopedia de Barcelona: “Los niños, sobre todo los que han visto con sus propios ojos las inundaciones, deben poder recibir una explicación de los cambios que sufren en su día a día. Por ejemplo, por qué no pueden ir a la escuela oa casa de un amigo durante un tiempo o por qué la familia no puede desplazarse en coche. Y, evidentemente, si han perdido a un ser querido”. Ahora bien, subraya que esta explicación debe ir acompañada de un mensaje de protección para que no sientan que viven en peligro constante. "Tienen que saber que hay personas protegiéndoles, que tienen la familia, los voluntarios y vecinos y los bomberos", ejemplifica.

Cuando una pérdida humana toca a los niños de cerca, Fàbrega recuerda que, dependiendo de la edad, muchos no tienen habilidades para razonar que esto forma parte de la vida, que es inevitable e irreversible. "Pero notan el malestar, notan la ausencia, harán preguntas…, y ofrecerles una respuesta irreal puede exponerles a sufrir miedo y tristeza de forma cronificada", afirma. Por eso, razona, no es recomendable evitar la conversación por miedo a generar emociones desagradables, porque, a la larga, pueden ser aún peores. "Hay que poder hablar con ellos de la muerte, pero acompañando la conversación de recuerdos de esas personas y evitando los detalles que les angustien”, resume. Otro de los puntos que la psicóloga remarca para abordar adecuadamente estas situaciones es limitar el tipos de imágenes a las que están expuestos en la televisión y en las redes sociales. Es difícil aislarlos de estos contenidos, por lo que la prioridad es ayudarles a procesarlos. madres que se sienten superados por la situación, que arrastran sentimientos de remordimiento o culpa? “Si esto ocurre, ¿se puede pedir ayuda al entorno más cercano para encarar estas conversaciones y, evidentemente, a profesionales”, dice Fàbrega, que puntualiza que si la ayuda es para hablar directamente con el niño, es necesario que los psicólogos tengan la especialización en criaturas. En un estadio previo, también es recomendable que el adulto solicite ayuda para uno mismo.

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