"El ingreso en la UCI nos convirtió en una familia y ya no hemos perdido el contacto"

Carles Gonzàlez fue un enfermo muy grave de covid, y Miquel Sanz, uno de los enfermeros que lo atendió

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BarcelonaCuando Carles González reflexiona sobre el mes que estuvo ingresado en el Hospital Clínic debido al covid, la traqueotomía, el cuerpo lleno de cables o el respiradero prácticamente se han borrado de su memoria. De aquellos días tan duros prefiere recordar las manos tiernas que lo cuidaron cuando estaba más indefenso que nunca. Los momentos en que la canción africana que cantaba conseguía arrancar sonrisas y algunos pasos de baile a los astronautas –por los equipos de protección individual que llevaban– mientras vigilaban sus constantes vitales. O en el afecto con que estos lo ayudaron a sostener una rosa para felicitar el Sant Jordi a su pareja e hijas en una emotiva videollamada. “Me salvaron. A pesar de ver la oscuridad de la enfermedad diariamente y las jornadas maratonianas, siempre han tenido buenas palabras y me han tratado con gentileza. Los profesionales sanitarios me han dado una gran lección de humanidad y humildad”, afirma. Y asegura: “Mi familia ha crecido después de mi ingreso”.

Miquel Sanz todavía se emociona con el agradecimiento y el aprecio que Carles les profesa a él y al equipo de enfermería que él mismo coordina, la UCI hepática 13. Como otras muchas especialidades, este espacio se convirtió en una área de críticos covid. Durante semanas, mientras las calles estaban desiertas, el ritmo en las UCI era frenético y los enfermos llegaban tan graves que para remontar tenían que estar mucho tiempo sedados y desconectados de su entorno. “Habitualmente no atendemos pacientes durante temporadas tan largas. Carles, por ejemplo, estuvo un mes, y aprendimos a suplir las carencias familiares para que no se enfrentara a esta terrible enfermedad solo”, explica Miquel.

Así fue como en la UCI nació una gran familia. Por el tiempo de estancia de los pacientes, pero también por la situación tan compleja y especial que se vivía dentro. Tanto los enfermos, que estaban aislados, como los mismos profesionales sanitarios, agotados por el trabajo y aterrados por la idea de que la emergencia sanitaria no se acabara nunca. “Todo pasaba dentro del hospital y no había muchos vínculos con el exterior –recuerda Miquel– y, en cierto sentido, el covid nos humanizó. Esto no quiere decir que no lo estuviéramos ya antes, pero cuando atendía a pacientes como Carles me daba cuenta todavía más de mi propia fragilidad”. Las personas enfermaban gravemente por un virus desconocido, que no discriminaba y rompía familias y al que, como sanitarios, estaban especialmente expuestos. “Pensábamos: podríamos ser cualquiera de nosotros”, reconoce Miquel.

A pesar de todo, en la UCI también había espacio para la alegría y las risas. La medicación para sedar a los pacientes intubados es tan fuerte que a veces acaban teniendo delirios. En el caso de Carles, por ejemplo, se dirigía a los sanitarios mezclando diferentes lenguas, pero también les sorprendía con afirmaciones como “Yo sé cantar”. Enseguida todos sabrían que la música tiene un papel relevante en su vida, puesto que es tenor en el Orfeó Català. De hecho, se contagió en Milán, cuando estaba de gira en la Valle de Aosta con la coral. Entonces Miquel y el resto del equipo, medio pensando que se reía de ellos, le pidieron que se lo demostrara y les cantara tan pronto como le desintubaran. “Y como si nada, se puso a cantar una canción en lo que parecía alguna lengua africana y que nadie entendía”, recuerda Miquel. “Era O Ken Karange”, resuelve Carles.

El contacto entre personas

Carles y Miquel pasaron de ser desconocidos a tener una relación paciente-enfermero. Hasta aquí, nada fuera de lo normal. La diferencia es que su vínculo no se ha diluido con el alta hospitalaria, sino que de su experiencia en la UCI ha nacido una bonita amistad. Una relación que se fortalece en forma de whatsapps de buena mañana, de llamada o de visita para darse ánimos mutuamente. “No se deshará, de mí, tenemos una comida pendiente”, avisa Carles. Lo cierto es que ninguno de los dos no se ha olvidado de la comida y Miquel también está deseando hacerlo.

“Carles no ha perdido nunca la alegría y esto le ha ayudado a salir adelante; y además, es contagioso”, dice de él Miquel. Él sabe que su recuperación ha sido lenta, de más de ochenta días si se suman la estancia en la UCI, que lo deterioró mucho porque perdió 20 kilos y mucho tono muscular, y el ingreso en un centro de rehabilitación. Hace poco más de un año que el ARA publicó una fotografía de la salida de Carles de la UCI en la portada. Salía con los brazos y los dedos levantados en señal de victoria.

Captura de la portada del ARA el 30 de abril de 2020 donde salen Carles y Miquel.

“Iba muy justito, pero saber que cada uno de los sanitarios que me han atendido, en la clínica Plató –donde llegó de urgencias con fiebre, lumbalgia y escalofríos–, en el Clínic y en el Parc Sanitari Pere Virgili, hayan cogido hilo y aguja y me hayan vuelto a coser las costuras no se paga con nada –afirma–. Ahora la felicidad es poderlos agradecer todo lo que han hecho por mí y por otros muchos”. “La felicidad es verte así de bien”, le responde Miquel. 

A pesar de que todavía tiene problemas en uno de los pies, Carles mira hacia el futuro con optimismo. Ahora dice que su misión es que los sanitarios puedan reivindicarse y hacerse escuchar. "Cuando piden recursos no lo hacen solo por ellos, sino para asegurarse que estamos en las mejores manos y que todo sale bien. Que lo que hacen para salvarnos la vida no se acaba cuando salimos del centro", defiende.

Él no ha perdido el contacto con ninguno de los profesionales que lo acompañaron durante su periplo, tampoco con los fisioterapeutas que lo ayudarían a recuperar la capacidad de andar o de coger una cuchara. “Es curioso como un año después nadie que ha pasado por el hospital destaca los respiraderos o habla de las camas de UCI, sino que da valor al contacto entre las personas, a la humanidad”, razona Miquel.

Los protagonistas
  • Carles Gonzàlez 70 años, comunicador y tenor en el Orfeó Català Estuvo un mes en la UCI del Hospital Clínic, una de las estancias más largas de la primera oleada
  • Miquel Sanz 54 años, coordinador de enfermería de UCI en el Hospital Clínic Atendió a Carles en la UCI hepática 13 cuando se reconvirtió en una área de críticos covid
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