"Los más mayores nos criminalizan, pero no nos preguntan por qué salimos"

El ARA habla con diferentes manifestantes de las protestas contra el encarcelamiento de Hasél

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Imagen de archivo de una manifestación en Barcelona a favor de la libertad de Hasél

BarcelonaCentenares de jóvenes han salido a las calles día tras día desde que detuvieron al rapero Pablo Hasél y, desmarcándose de los actos vandálicos por puro entretenimiento, la mayoría de manifestantes con los que ha hablado el ARA coinciden en sentirse menospreciados y poco escuchados por las generaciones más mayores y asustados por un futuro laboral y habitacional nada esperanzador. "Estamos hartos, muy hartos. El encarcelamiento de Hasél ha sido la gota que ha colmado el vaso", resume Eudald Rovira (18 años), estudiante de historia.

Libertad de expresión y represión policial

"Los dos primeros días fui sobre todo para defender la libertad de expresión, pero después por los detenidos y por la represión policial", dice Martí Gorchs (21), estudiante de ingeniería de telecomunicaciones. "A mí me impactó mucho que le detuvieran en la universidad", añade Eudald, indignado. En cambio, Júlia (17), estudiante de Bachillerato, no tenía pensado salir a la calle hasta que vio como las cargas de los antidisturbios hicieron perder un ojo a una chica de 18 años presuntamente por una bala de foam. Fue un punto de inflexión. "Me hicieron coger rabia", admite.

Aseguran que no les parecen bien según qué comportamientos de algunos "infiltrados" u "oportunistas" que aprovechan para saquear tiendas, pero critican que estos actos de vandalismo se califiquen como violencia. "Violencia son los desahucios", dice Martí. Júlia añade: "Nunca romperé los cristales de un escaparate de estas marcas tan caras del passeig de Gràcia o de un local de un banco, aunque tampoco me dan pena. Sí que no entendería de ninguna de las maneras que saquearan un pequeño comercio". En todo caso, piden que el foco del debate no se ponga en el dinero que valen los contenedores, sino en sus demandas. "Las generaciones más mayores nos criminalizan y no nos preguntan por qué salimos", se queja Martí.

Falta de expectativas

A pesar de que la mayoría todavía no han probado la precariedad laboral –algunos apenas están en segundo de Bachillerato– ni se tienen que pagar la habitación del piso de estudiantes que comparten, tienen miedo de lo que les espera cuando acaben la carrera y los másteres: sueldos bajos, una de las tasas de paro juvenil más altas de Europa y alquileres inabarcables. "Lo que me hace sufrir más es el momento que me quiera emancipar", dice Martí. "Vivir con amigos está muy bien, pero no quiero compartir piso hasta los 40 años", teme Eudald, que, a pesar de que sus padres tienen una fábrica de embutidos y seguramente siempre le podrán dar una ayuda, le gustaría ganarse bien la vida trabajando de lo que ha estudiado. Hay otros, sin embargo, como Sira Montes (20 años), estudiante de publicidad, marketing y relaciones públicas, que trabaja por las tardes y en los veranos para ayudar a sus padres a pagar una parte de los gastos de la matrícula y la habitación de alquiler.

Coronavirus

Las restricciones del covid también han afectado el estado de ánimo de muchos jóvenes. "Tengo amigos que psicológicamente están mal", lamenta Martí. Critica que el Govern lo podría haber gestionado mejor. En este sentido, celebran que el 8 de marzo los estudiantes de segundo curso puedan volver a dar clases presenciales a la universidad. "Hacer los primeros años de carrera en contexto de pandemia es muy complicado, sobre todo a la hora de hacer vida universitaria y hacer nuevos amigos", lamenta. También tienen compañeros que han perdido el trabajo que les ayudaba a pagar la matrícula debido a la pandemia.

Frustración y 14-F

Tots los entrevistados, casi desde que tienen conciencia, viven en crisis y se autodenominan hijos del Procés y de la lucha feminista. "Llevamos muchos años pidiendo la independencia y la libertad de los presos políticos, y no ha servido de nada", protesta Eudald. "Todavía tengo la espina clavada del 1-O y creo que me costará mucho olvidar lo que pasó", asegura Júlia. Muchos también se han manifestado los últimos 8-M y en otras protestas feministas, y critican que sus clamores no lleguen, por ejemplo, a los jueces. "A la justicia no le cuesta nada poner un rapero en la prisión por haber criticado al rey, pero después hace la vista gorda con algunas agresiones sexuales", compara Sira. "Hay demasiadas injusticias en el Estado ", añade su amiga Ruth Esteve (18), estudiante de diseño de moda, que dice ser de derechas.

También se sienten decepcionados con políticos con quién habían confiado y actualmente no ven ningún partido capaz de recoger y solucionar sus quejas. De hecho, a pesar de que fueron a votar –los mayores de edad– a las elecciones catalanas del 14 de febrero, lo hicieron a desgana. "Voté a un partido del Govern, que no me convence, pero peor sería que gobernaran los otros", dice el Eudald. "Voté a la CUP, pero con la nariz tapada, porque aunque es un partido minoritario creo que no están suficiente a la altura", reflexiona Martí.

Hacerse oír

"Ha llegado un momento que ya no estamos hablando de Pablo Hasél, estamos gritando, estamos pidiendo por favor que se nos escuche", dijo la joven influencer Juliana Canet en el programa de Tv3 Tot es mou. Este corte del vídeo se hizo viral: la mayoría de manifestantes con los que ha hablado el ARA lo habían visto por redes y comparten gran parte de su discurso. "Nos ven como una generación perdida y perezosa, que se entretiene con cosas que no entienden", dice Júlia. "Los que tienen la edad de nuestros padres se creen superiores –continúa Sira–, no digo que la experiencia no sea un grado y todo esto, pero siempre nos infravaloran y nos miran por encima del hombro, como queriendo decir «Ya vendrás a mí»".

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