El método que pone fin al sinhogarismo y que se usa poco en Catalunya
Jesús de la Fe Martín es uno de los beneficiarios y ha conseguido cambiar su vida en pocos meses
El Prat de LlobregatJesús de la Fe Martín es el ejemplo que demuestra que los toxicómanos que vagan colocados por la calle y parece que no tengan remedio sí que tienen. Él era uno de ellos no hace mucho. Ahora vive en un piso en el Prat de Llobregat y abre la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Luce un aspecto cuidado y con una camisa impoluta. “Hace quince meses pesaba doce kilos menos, estaba muy mal”, asegura. Tan mal que nadie le quería alquilar una habitación. Deambulaba por las calles y dormía en albergues o cajeros automáticos. Se dedicaba a malvivir y delinquir. Ha entrado y salido de la prisión infinidad de veces. Su boca, completamente desdentada a pesar de que solo tiene 53 años, es la evidencia de tan mala vida. Hasta que el junio del año pasado todo cambió: entró a formar parte del programa de housing first del Ayuntamiento del Prat de Llobregat.
Housing first es una metodología de intervención social para personas sin hogar por la cual, como su nombre indica en inglés, “la casa es lo primero” y después se abordan el resto de problemas: las adicciones, la exclusión social, la falta de trabajo… Es decir, el primer paso es sacar al sintecho de la calle, y darle una vivienda estable, en vez de seguir el proceso inverso que se suele aplicar en estos casos: esperar a que haga adelantos para integrarse.
Resultados buenísimos
El housing first hace años que se aplica en países como Estados Unidos, Canadá y Finlandia. Se ha evaluado por activa y por pasiva y los resultados siempre son “buenísimos”, asegura Joan Uribe, profesor de la Universitat de Barcelona que durante años fue director de Sant Joan de Déu Serveis Socials, una entidad que impulsó este modelo en Catalunya. El éxito del housing first es nada más y nada menos del 75% al 80%, sobre todo en personas especialmente marginadas que hace años que viven en la calle.
“Hasta que no abrí la puerta con la llave y entré, no me creí que me dieran un piso”, afirma Jesús, mientras muestra la vivienda con orgullo. Es un piso pequeño, de 41 metros cuadrados, propiedad de la Agència de l'Habitatge de Catalunya, pero lo gestiona el consistorio. “Si quiero ir con gayumbos por casa, voy con gayumbos. No tengo que dar explicaciones a nadie”, suelta. Se le ve feliz, satisfecho. Antes se pasaba el día en la calle y ahora dice que lo que más le gusta es estar en casa. Ha empezado a reducir la dosis de metadona que toma cada día. “Me veo bien y joven, y no quiero llegar a los 70 años y seguir dependiendo de la metadona”, argumenta. También ha empezado a colaborar como voluntario en un proyecto social y ahora su aspiración principal es encontrar trabajo.
“Hemos apostado por el housing first a pesar de las críticas. La gente puede pensar por qué damos un piso a una persona así y no a una madre con hijos. Pero si no tenemos en cuenta estos perfiles, siempre quedan fuera, porque siempre se priorizan a las familias”, declara Laia Ortiz, directora de Acción Social del Ayuntamiento del Prat. El gasto municipal en este proyecto es de 20.000 euros al año por persona.
Jesús es el signatario del contrato de alquiler del piso, con una duración de siete años. También ha firmado otro según el cual acepta el acompañamiento de un trabajador social que lo visita cada semana. De hecho, esta es una de las condiciones del housing first. Otra, respetar la convivencia vecinal y pagar parte del coste de la vivienda en función de las posibilidades económicas del inquilino. Jesús cobra la renta mínima garantizada y paga 48,50 euros mensuales.
En Catalunya hace años que se habla del housing first como panacea para sacar de la calle a los sintecho, pero los municipios que lo aplican son poquísimos. Solo está en 35 localidades, el 9,65% del total, según un estudio del departamento de Derechos Sociales del 2017. Destaca la apuesta que han hecho Barcelona, Lleida y Badalona. En otros municipios, su presencia es anecdótica: tres, cuatro, cinco pisos.
¿Es aplicable aquí?
¿Quizás el problema es que el modelo que ha triunfado en otros países no es aplicable en Catalunya? “Es como si planteáramos que el tratamiento de la diabetes que está probado y es universal y se aplica en otros países no funciona aquí. Está claro que es aplicable”, responde Joan Uribe. En todo caso, los municipios que lo han traído a la práctica destacan la dificultad de encontrar viviendas pequeñas para una sola persona.
“Se puede optar por otras alternativas, como por ejemplo pisos de inclusión u hoteles sociales, donde la persona tiene una habitación y un baño individual con cocina compartida y espacios comunes. Lo más importante es aplicar la metodología housing first, es decir, que sea una vivienda estable y que nadie le diga a la persona qué tiene que hacer”, aclara Uribe. Con todo, reconoce que hay obstáculos. "Las entidades y los ayuntamientos no tienen capacidad para hacer el acompañamiento social", afirma. No hay bastante recursos en este sentido en Catalunya. "En Finlandia se apostó durante años por una política de vivienda social", añade, en referencia a uno de los países donde el housing first ha triunfado. Aquí estamos en pañales. Y una cosa más: “Si no deja de aumentar la gente que se queda sin casa, el problema no se frena”. Aún así, Uribe recuerda que “no estamos hablando de centenares de miles de personas, son unas siete mil las que duermen en la calle” en Catalunya. En definitiva: se trata de voluntad política.