El otro 47: las badalonesas que secuestraron a 14 buses en Badalona
En 1985 mujeres del barrio de Pomar protagonizaron una revuelta vecinal para luchar por el transporte público
BadalonaEl autobús B25 actualmente une el centro de Barcelona con el barrio badalonés de Pomar. La línea tiene una cuarentena de paradas y permite ir de una ciudad a otra en un trayecto de aproximadamente una hora. Hasta aquí son detalles que cualquier usuario frecuente de esa línea podría señalar. Sin embargo, lo que quizás no saben es que detrás del B25 se esconde una intensa lucha vecinal, protagonizada sobre todo por mujeres, en las que se llegaron a secuestrar 14 autobuses.
Para conocer el origen del conflicto hay que remontarse a abril de 1985: finalmente, después de años de espera, el metro llegaba a Badalona. Sin embargo, el deseado alargamiento de la línea 4 supuso una reestructuración del servicio de autobuses. La línea BS-TP, que unía Pomar con el centro de Barcelona –con servicio diurno y nocturno–, se modificó y suprimió su parte final, por lo que el recorrido ya no llegaba hasta el barrio badalonés.
Este tramo pasó a ser sustituido por dos autobuses: uno que enlazaba Pomar con la nueva línea de metro y Llefià (el 4), y otro, de la empresa TUSA, que iba a Barcelona (el B-25 ), pero sólo hasta la plaza de las Glòries. Además, ambos sólo funcionaban en horario diurno. "Teníamos que coger dos transportes y pagar dos billetes: el del autobús y el del metro. Esto suponía un doble coste y mucho más tiempo de espera. Además, podías quedarte aislado por la noche", recuerda Carmen Díaz , vecina del barrio que participó en las protestas.
"Pomar era un barrio construido por la Obra Sindical de la Hogar (OSH), que ya había protagonizado varias luchas en las décadas anteriores para conseguir mejoras, como una huelga de alquileres. La tasa de paro del barrio era de un 35% y la mayoría de la población, venida de fuera de Catalunya, trabajaba en Barcelona o en Badalona", explica el historiador José Miguel Cuesta, autor del libro El movimiento vecinal en el barcelonés norte (1954-1987). "Además, Pomar tenía un tejido asociativo muy fuerte", subraya.
Todo ello facilitó que, ante esta situación, los vecinos se organizaran para conseguir un objetivo claro: el regreso del autobús BS-TP. Se concentraron frente al Ayuntamiento para intentar –con poco éxito– negociar con el alcalde, el socialista Joan Blanch, e hicieron numerosos cortes de tráfico. Pero la acción de protesta que precipitó todo fue el secuestro de autobuses.
Una práctica habitual
"Secuestrar autobuses no era una práctica extraña; por el contrario, se veía como algo normal. Eran métodos que se habían utilizado en décadas anteriores y en otros barrios", señala Cuesta. Un claro ejemplo es lo que había protagonizado el conductor de autobús de la línea 47, Manuel Vital, para llevar el transporte público al barrio barcelonés de Torre Baró en 1978.
En Badalona, sin embargo, las cosas fueron algo distinta. Grupos formados mayoritariamente por mujeres subían a la última parada de la línea BS-TP y obligaban a los conductores a llegar hasta Pomar. "Participé en muchos secuestros de autobuses. Lo vivía con algo de emoción y de nervios –relata Rosa Luna, vecina del barrio–. Me puse la mano en el bolsillo, como si llevara algo, y amenacé al conductor: «Suba a Pomar». La mayoría no ofrecían mucha resistencia», añade. Así lograron retener hasta 14 vehículos.
El secuestro de los autobuses movilizó a todo el vecindario, que se encargaba de custodiarles día y noche para asegurarse de que nadie les estropeara. "Casi todas éramos mujeres. Nos llevábamos agujas para hacer punto, bocadillos, tortillas, todo lo que necesitábamos para poder comer y hacer relevos. Yo tenía dos turnos: de nueve a once de la noche y de cinco a siete de la mañana", recuerda Díaz. "Mi hermana fue una de las primeras en subir a uno de los autobuses secuestrados –añade Eva Rios–. Yo tenía 16 años y sobre todo lo que recuerdo es la unión del barrio. Había vecinos que se quedaban con los autobuses toda la noche . Otros se manifestaban. Hasta mi perro llevaba un cartel en señal de protesta".
Tal y como apunta Rios, paralelamente a los secuestros se recogieron 5.000 firmas de apoyo en el barrio (la población era de 10.000 habitantes). Además, los vecinos se manifestaban todos los días e intentaban negociar con el Ayuntamiento para solucionar el conflicto. Sin embargo, el consistorio, gobernado entonces por el PSC-PSOE con un pacto con CiU, no vio bien la lucha vecinal y acusó al PSUC y al PCC "de estar manipulando a los vecinos", apunta el historiador. Esto acabó de enrarecer la protesta.
El asalto policial, el detonante
El punto álgido del conflicto llegó en la madrugada del 3 de mayo. Los vecinos que realizaban la vigilancia nocturna desde el campanario de la iglesia hicieron sonar la alarma: la policía venía a recuperar los autobuses. Tras un intento frustrado en la madrugada anterior, "unos quinientos efectivos asaltaron el barrio por sorpresa", explica Cuesta. El aviso cogió a los vecinos con el pie cambiado y no tuvieron tiempo para reaccionar. "Los grises nos rodearon y se fueron llevando los buses uno a uno. Todo el mundo salió a la calle", señala Luna. "Me levanté, me puse a correr –entonces podía correr bien – y perdí una zapatilla por el camino. Casi caí y rompí la cadena de policías", recuerda Díaz riendo.
Un éxito para el vecindario
Tras 18 días de lucha y tensas negociaciones con el alcalde, el 8 de mayo de 1985 llegó el acuerdo, rubricado entre el Ayuntamiento de Joan Blanch, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Badalona (FAVB) y la Corporación Metropolitana de Badalona (CMB). Un autobús de la compañía TUSA realizaría el recorrido reclamado por los vecinos con servicio nocturno incluido. "El barrio logró su reivindicación –resume Cuesta–. La gente tenía más conciencia de clase, de solidaridad. Hoy en día costaría mucho que la gente se movilizara por algo así". "Se creó un movimiento muy bonito; nos apoyábamos mucho unos a otros", coincide Díaz.
"Nunca más hemos vuelto a vivir una lucha como aquella. Fue impresionante, inolvidable", defiende Luna. Es exactamente así. Casi cuarenta años más tarde, un jueves por la mañana cualquiera, en la parada del bus, los vecinos del barrio aún lo recuerdan. "Yo participé; tenía 30 años. Subíamos a los autobuses y los aparcábamos –recuerda Felipe–. Todo Pomar estuvimos en las manifestaciones". Ana también se implicó en el conflicto. "Mis hijos se ríen cuando se lo recuerdo. Trajeron policías de toda España", subraya. Luisa también se apresura a añadir que su madre también estaba presente: "Estaba en todos los fregaosLos tres lo cuentan en la parada de Pomar mientras esperan la llegada del autobús B-25.