“No solo se vulneraron los derechos de las mujeres, las comadronas también hicimos cosas que no queríamos hacer”
Gemma Barrera y Gemma Cazorla rememoran el parto que las unió en el pico de la pandemia hace un año
SabadellSe encuentran en el parque infantil que hay delante del Hospital Parc Taulí de Sabadell y Gemma Cazorla saluda primero a Helena y a Maria, a quien ya conoce por los nombres. Son las hijas de Gemma Barrera, la primera embarazada con covid que parió en el Hospital Parc Taulí de Sabadell, donde Cazorla trabaja de comadrona. Ella fue una de las dos comadronas que atendieron a Gemma en el parto de Maria, su segunda hija, que el 2 de abril cumplió un año. El cumpleaños la ha removido y ha sentido cierta tristeza al revivir un parto que no fue el que había imaginado. Embarazada de 40 semanas, Gemma, de 38 años, llegó de parto al hospital en ambulancia, sola. Durante todo el trayecto no podía parar de llorar. Su marido se quedaba en casa, puesto que veinte días antes había dado positivo de covid y no le permitieron estar en el parto, y también su hija mayor, Helena, que entonces tenía cuatro años.
“Ella fue la primera y pagó el pato”, admite Cazorla, que la atendió en el postparto inmediato, en que el padre sí que pudo estar. De hecho, era necesario, puesto que Gemma no podía coger en brazos a su hija. Según el restrictivo protocolo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia que entonces se aplicaba y que más adelante se flexibilizó, se tenía que separar a los bebés de las madres positivas de covid, se les tenía que limpiar inmediatamente, no se permitía hacer contacto piel con piel, se las obligaba a mantener una distancia de dos metros entre la cama y la cuna y se hacía un corte precoz del cordón umbilical. Vulneraciones de derechos que se hicieron en nombre del "miedo y el desconocimiento" que en el pico de la pandemia rodeaba el virus. "Ahora es muy diferente, pero en aquel momento había miedo a que se contagiaran los bebés, se hacía para protegerlos”, explica Cazorla.
Gemma parió en un quirófano convencional de la zona covid, fuera de las salas de parto, acompañada de otra comadrona, aisladas las dos. “Íbamos con el EPI, con una escafandra que parecía para el ébola, era el momento de psicosis máxima”, recuerda Cazorla. Cuando nació Maria, se la enseñaron un momento –“como el rey león”, dice– y se la llevaron. No pudo cogerla ni ponérsela sobre el pecho. Estaban separadas por dos metros de distancia. “La oía llorar y no podía hacer nada. Lloraba ella y lloraba yo. Sentía mucha pena por no poderla coger. Parir sola es muy duro”. Le hicieron una PCR a la niña, que dio negativo, “como todos los bebés que han nacido en el hospital de madres con covid ", señala Cazorla.
Después del parto la llevaron a una zona habilitada para puerperios con covid, donde la esperaba Gemma Cazorla, y allá es donde inició el amamantamiento materno. Cuatro horas después pudo coger en brazos a su hija, con mascarilla y después de lavarse el torso. Insistió mucho. “La pediatra me dijo que tenía tres opciones: dar leche de fórmula, sacarme leche o dar el pecho bajo mi responsabilidad por si le transmitía el virus a Maria”, explica Gemma. Ella les dijo que la OMS recomendaba el amamantamiento materno también en madres con covid y le hicieron caso.
Reconoce que la experiencia le pasó factura emocional. “Pero me puse en la piel de ellas, era la primera vez y estrené el protocolo. Estaba muy tocada emocionalmente pero las entendía”, dice. Para las comadronas también supuso un trance. “¿Hasta qué punto no sufrimos todas violencia obstétrica? No solo se estaban vulnerando derechos de las mujeres que con tanto esfuerzo nos había costado conseguir, también nosotros tuvimos un conflicto ético. Hicimos cosas que no queríamos hacer y que van en contra de lo que hacemos cada día, como separar los bebés de sus madres, porque los protocolos así lo decían”, sostiene Cazorla. "Había una barrera, no podíamos tocar a las personas con covid". Gemma, todavía con los efectos de la epidural, tuvo que trasladarse ella sola de una litera a otra. “Había una pandemia supercontagiosa. ¿Y si se propagaba entre los niños tanto como entre la población general y hacíamos daño al bebé? Ahora es fácil pero entonces no teníamos la información de ahora”, argumenta esta comadrona, que recuerda que aquellos días llegaron a tener 680 ingresados por covid en el hospital y 80 muertes a la semana. A medida que se ha ido conociendo más el virus y sus formas de transmisión, también se han flexibilizado los protocolos. Ahora ya no se separa a las madres de sus bebés, se recomienda el amamantamiento y puede parir en una sala de partos convencional.
Un postparto solitario
Gemma, como todas las embarazadas que han parido, sin grandes complicaciones, en pandemia, recibió el alta precoz y 12 horas después del parto ya estaba en casa, donde recibió la visita de una comadrona. Gemma se aisló 14 días en una habitación. Catorce días durante los cuales no pudo ni dar un beso a su hija. Solo la cogía para darle el pecho, el resto del tiempo estaba con su padre. Llevaba doble mascarilla . “Dormía incluso con mascarilla, estaba obsesionada, me cambiaba de ropa y me duchaba continuamente”, dice. “Tenía miedo, se estaba muriendo gente y, por un lado, ves que no es lo ideal, pero, por el otro, pensaba: «¿Y si dejo de tomar medidas y le pasa algo a la niña?»”
En el postparto se sintió muy sola. "Llamaba a mi madre y le decía: «Esto no lo aguantaré». Todo lo resolví por teléfono. Tenía el móvil de Gemma y le enviaba mensajes”. A falta de visitas presenciales se potenció la virtualidad y la consulta telefónica. Se suspendieron grupos de preparto, de postparto y de lactancia, se prohibió la visita de acompañantes a las ecografías y se redujeron los controles. "En la vulnerabilidad del postparto las mujeres que acababan de parir sufrieron el bloqueo para entrar en hospitales. Ahora han vuelto, pero en el pico de la pandemia estuvieron muy desprotegidas y todas coinciden que se encontraron muy solas”, dice Cazorla. Sobre todo, en caso de surgir algún problema, como en el establecimiento de la lactancia. “Tenía que resolver por teléfono problemas de mastitis, de grietas o describir como era el chichón en el pecho que me salió", explica Gemma. No obstante, las altas precoces y la accesibilidad telefónica –si también hay opción de presencialidad– son de las cosas positivas que ha dejado la pandemia. “Me envío whatsapps con pacientes y esto da mucha inmediatez”, dice Carzorla.
Después de compartir un momento tan intenso, establecieron un vínculo y todavía ahora se llaman. "Yo las quiero muchísimo, a las dos Gemmas [la comadrona que estuvo en el parto también se llama Gemma]. Las tres sufrimos, nos unió el hecho de estar aisladas, y todo esto, psicológicamente, remueve mucho”, reconoce. “El profesional sanitario tiene que dar seguridad, pero en el pico de la pandemia no podíamos dar seguridad, teníamos miedo las tres. Estábamos en el mismo barco y con las mismas dudas”, admite Cazorla. El profesional, en este caso, no se podía desatar de la enfermedad. "Yo también sufría por mis hijos, por si los contagiaba, por cómo estaba mi familia, por cómo me lavaba o las medidas que tomaba en casa... Estábamos todos implicados en esta enfermedad y por eso se hizo más vínculo”, concluye Cazorla.
- Gemma Barrera 38 años, profesora, embarazada covid Fue la primera embarazada con covid en parir en el Parc Taulí y tuvo que hacer cuarentena 14 días durante los que no pudo ni darle un beso a su hija
- Gemma Cazorla Comadrona del Hospital Parc Taulí Atendió a Gemma en el postparto y reconoce que las comadronas tuvieron un "conflicto ético" puesto que los protocolos covid obligaban a prácticas que iban en contra de lo que es un parto respetado