Sucesos

Roban a 23 mujeres migrantes en una falsa entrevista de trabajo para cuidar a ancianos

Las encerraron en una sala para hacer una prueba psicotécnica y les robaron las bolsas en un centro de cotrabajo de Mataró

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Clara, Abigail, Sonia y Cristina son algunas de las víctimas de la estafa.

BarcelonaMaria Jesús Inestrosa, refugiada nicaragüeña, llegó el 11 de agosto en Mataró de buena mañana: no había dormido porque había trabajado toda la noche cuidando a una persona mayor, pero no quería dejar escapar la oportunidad de un trabajo mejor. A través de un grupo de Facebook de personas migrantes que buscan trabajo, había recibido una oferta que en un sector tan precario parecía muy interesante: 1.200 euros para trabajar de interna de 7 a 19 h en una casa cuidando a personas mayores, con fines de semana libres, horas extras y vacaciones pagadas. Había enviado el currículum a la dirección de e-mail indicada en la oferta y recibió una citación para hacer una entrevista a las diez de la mañana. No se podía imaginar que en lugar de darle trabajo sería víctima, como 22 mujeres migrantes más, de una estafa miserable.

Las mujeres habían sido citadas en un centro de cotrabajo de Mataró. "Llegué diez minutos tarde y me encontré a un hombre que llevaba colgada en el cuello una acreditación donde se leía «psicólogo», que me dijo primero que era tarde pero después me dejó pasar. Había una sala de espera y llamaban a las mujeres de cinco en cinco. Nos explicaron que el trabajo era para familiares de políticos españoles y europeos, gente con una alta posición económica, y que teníamos que pasar un test psicológico y después someternos a una prueba de polígrafo en que tendríamos que responder a la pregunta de si alguna vez habíamos robado en una de las casas donde habíamos trabajado", relata la mujer. Con este pretexto les hicieron dejar todas sus pertenencias en unos armarios fuera de la sala: teléfonos móviles, joyas, relojes...; los objetos metálicos interferían en la máquina para saber que decían la verdad.

Las hicieron pasar a una sala grande donde les repartieron los cuestionarios psicotécnicos, según consta en la denuncia que 14 de las afectadas han presentado en los Mossos d'Esquadra. "El hombre nos dio los papeles y dijo que tenía que irse a hacer más fotocopias porque no tenía suficientes. Nos dijo que no podíamos empezar a responder y me dediqué a leer las preguntas. Algunas eran muy difíciles", relata Clara de la Rosa, una chica venezolana también con estatuto de refugiada que hace cuatro meses que busca trabajo y que llegó a Mataró con los últimos 10 euros que tenía. "Se veía una empresa seria: el lugar, las formas, cómo nos trataban..." Pero los minutos pasaban y el hombre no volvía. No tenían relojes ni móviles y las víctimas no se conocían entre ellas, y de repente alguien se dio cuenta de que algo no iba bien. Cuando intentaron salir, la puerta estaba cerrada. "Pude salir por una puerta de emergencia a la calle y volví a entrar por la recepción. Ya vi que nos habían movido las cosas", explica Sonia Jara, nacida en Paraguay, que vive en Catalunya desde hace 12 años y ha tenido aquí a dos criaturas.

El dinero para la vuelta a la escuela

"Llevaba 200 euros en la bolsa: 150 de lo que me habían pagado en la casa y 50 más. Tenía pensado ir a comprar las cosas para la vuelta a la escuela de mi hijo", relata Maria Jesús, que cuando vio que le habían robado todo, agotada y sin haber comido y con la tensión del momento, perdió el conocimiento. "No me lo podía creer", recuerda. Clara tuvo suerte que Andressa Cristina da Silva, una brasileña de 33 años que había estado a su lado durante la prueba, la cogió de la mano. "Vino la policía y les explicamos todo. Tomaron declaración a una chica, pero al resto nos dieron un número de atestado para que denunciáramos en una comisaría cerca de casa", recuerda. "Vi que ahí no harían nada más por nosotras y busqué la forma de volver a casa", dice la brasileña. Sandra Abigail Almada, una chica argentina de 25 años que lleva solo cuatro meses en Barcelona, todavía se emociona cuando recuerda la humillación que sintió cuando tuvo que parar a una mujer en la calle para pedirle que le dejara llamar por el móvil a su marido: "Me respondió que si me iría corriendo con su móvil y me eché a llorar... ¿Cómo podía explicarle la historia surrealista que me había pasado? Todavía te sientes culpable, como si fueras tonta", lamenta.

La activista migrante Rosa Aldave, que está acompañando a las víctimas, ha rastreado este tipo de ofertas desde que empezó la pandemia el año pasado en lugares como Tarragona, Murcia, Granada, Sevilla o Madrid: "Se aprovechan de la gente más vulnerable, que necesita encontrar trabajo y trabaja en situación de abuso y precariedad". Con muchas dificultades se han organizado en un grupo de Whatsapp para hacer una denuncia conjunta y ahora buscan asesoramiento legal. Las afectadas que no tienen todos los papeles en regla no osan, sin embargo, acudir a la policía. Las mujeres que han tenido la valentía de denunciar y de acudir a este periódico saben que probablemente no recuperarán lo que las han robado, pero lo que más les quita el sueño es que por los grupos de Facebook continúan recibiendo ofertas sospechosas y temen que puede haber muchas más estafas. Desde los Mossos dicen que la empresa de cotrabajo que había facilitado el espacio no recibió ningún pago y que los datos que facilitaron los estafadores eran falsos. La investigación continúa abierta y la policía no descarta que se trate de una trama y que pueda haber muchas más víctimas.

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