Obituario

Muere a los 94 años Ramon Bayés, el sabio que se interesó por las personas

Nacido en 1930, fue uno de los introductores de la psicología conductista y experimental en Cataluña y en el Estado

Ramón Bayés durante una entrevista con Esther Vera en el 2023
Laia Galiày Diana Silva
07/08/2025
3 min

Barcelona"Me gustaría que mi despedida fuera como un crepúsculo en el círculo polar durante el verano. Es decir, largo y bonito". Así deseaba –y dejó por escrito– que fueran sus últimos compases de vida el sabio y catedrático de psicología Ramon Bayés, fallecido este jueves a los 94 años. Bayés dedicó gran parte de su vida a las personas, a entender su conducta durante la vida y su sufrimiento cuando se avecinaba la muerte.

Nacido en 1930 en Barcelona, el catedrático se especializó en psicología de la salud y cuidados paliativos. Durante su carrera, se ganó el reconocimiento del mundo de la psicología y las ciencias de la salud tanto en el ámbito académico como en el colegial y el profesional, y destacó por ser uno de los introductores en Cataluña y en el Estado de la psicología conductista y experimental, junto con sus compañeros y amigos, los doctores Josep Toro y Joan Massana.

Antes de dedicarse a la psicología, sin embargo, Bayés estudió en la Escuela Industrial y trabajó como perito industrial. En una entrevista con el ARA en julio de 2023 recordaba cómo al cabo de un tiempo vio que la profesión de perito no le hacía el peso, y entonces el catedrático Francesc Gomà, que en el momento de crearse la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) buscaba docentes, le convenció para licenciarse en psicología para poder ejercer de profesor.

Bayés se licenció en psicología en la Universidad de Barcelona, donde dos años más tarde se doctoró con la máxima calificación. Ya licenciado, en el curso 1974-1975 Bayés empezó a ejercer como profesor en la UAB, donde conoció a Toro y Massana y donde también se convirtió en el primer profesor en alcanzar la edad de jubilación de su departamento. En total, el sabio ha sumado más de 700 publicaciones científicas y divulgativas en áreas como la oncología, el VIH, la geriatría y los cuidados paliativos.

"Quisiera ser recordado no por mis escritos o palabras, más o menos acertadas, sino como un hombre que, pese a sus errores y limitaciones, ha intentado estar cerca de los demás hombres y, como profesor, aprender de los enfermos, de sus colegas psicólogos o de otras disciplinas y, muy importante, de sus jóvenes alumnos", El psicólogo que buscaba la serenidad [Plataforma Editorial, 2010].

Cuidar a quien se acerca a la muerte

Durante las décadas de los 80 y los 90, Bayés se adentró en el campo de la psicooncología, en las relaciones entre el estrés y la salud y en el estudio de las dificultades de tomar conductas preventivas contra la infección de VIH. También durante estos años investigó y publicó estudios sobre la evaluación de la calidad de vida de las personas y los factores que pueden facilitar o dificultar la adhesión terapéutica a pacientes oncológicos y de sida.

Fue a partir de finales de la década de los 80 que centró su trabajo en la psicología del sufrimiento y la muerte. "Cuando empecé a ser abuelo vi que la gente moría mal. Vi cuando nacieron los cuidados paliativos, y me pasé", explicaba al ARA sobre ese cambio de rumbo en sus investigaciones.

En la misma conversación Bayés aseguraba que no temía la muerte. "Me da miedo, como a todo el mundo, el dolor, las enfermedades terribles que se alargan", añadía. En otra entrevista publicada en este diario en 2016, reflexionaba: "La muerte forma parte de la vida y debemos aceptarla, así como hemos aceptado el nacimiento y no se nos pidió permiso. Muertos ideales rodeados de la familia son muy pocas. Y este aspecto debemos mejorarla".

Una vida de reconocimientos

Durante toda su vida el catedrático en psicología recibió una larga lista de distinciones, como el premio Pavlov a su trayectoria, que le concedió la Sociedad Catalana de Investigación y Terapia del Comportamiento, y tanto el Colegio de Psicólogos de Catalunya como el del País Valencià le nombraron colegiado de honor. También dio nombre al Premio Ramon Bayés y Sopena, que concede la Sociedad Catalanobalear de Psicología de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña y Baleares.

Además, fue reconocido como profesor emérito en la UAB y nombrado doctor honoris causa en psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Antes de seguir estudios formales de psicología, Bayés también fue director durante tres años de la Escuela de Mandos Intermedios de Barcelona, siendo uno de los fundadores del Centro Galton de Investigaciones Psicológicas.

Hace dos años Ramon Bayés explicó al ARA cómo le gustaría terminar el viaje de la vida: "Mira, cómo lo acabó el padre de una amiga mía serbia. Pasó hace medio año. Él salió a dar una vuelta por un parque, había un banco, se sentó así y quedó muerto".

La ceremonia de despedida tendrá lugar en el Tanatorio de Les Corts el 9 de agosto a las 14 horas.

Crepúsculo en el círculo polar

Fragmento de 'El psicólogo que buscaba la serenidad' [Plataforma Editorial, 2010]

En uno de mis viajes al Gran Norte había contemplado un maravilloso crepúsculo que parecía no tener fin. Sentado en la cima de una colina sobre los fiordos, sabía que la noche llegaría, pero también sabía que el paso de la luz del atardecer a la oscuridad de la noche sería largo y suave. Seguro que la noche me atrapará algún día –pensé–, pero me gustaría adentrarme lentamente y sin miedos. El canto de los gajos, el transbordador que pasa; las nubes blancas que, poco a poco, se van teñiendo de amarillos, rojos y naranjas; el adiós de un grupo de chicas bellas de ojos brillantes, con coronas de flores y velas encendidas entre sus cabellos rubios.

La duración del crepúsculo varía según la latitud del lugar en el que nos encontramos; es muy corta en los trópicos, donde la transición del día por la noche es muy rápida, pero es muy larga en veranos del círculo polar. Me gustaría un crepúsculo de círculo polar tan cercano al solsticio de verano como fuera posible, naturalmente.

Por otro lado, los crepúsculos de círculo polar tienen otra característica importante, ya que suelen ir acompañados de cambios, en ocasiones muy espectaculares y curiosos, en la iluminación y coloración de la parte del cielo por donde se pone el sol. El fenómeno se debe a la refracción y dispersión de la luz solar que tiene lugar en las diversas capas de la atmósfera y el número y heterogeneidad de estas capas, así como al mayor o menor grado de humedad del aire. Me gustaría, por tanto, si fuera posible, no sólo que mi crepúsculo fuera largo, sino también que fuera bello, es decir, que contara con muchas capas muy heterogéneas y un buen nivel de humedad –generoso, me atrevería a desear– a la atmósfera que deba acompañarme hasta llegar al puerto de las estrellas.

Y que la noche llegara sin que me diera cuenta, junto a mi compañera Àngels, con la que, con los tiempos que corren, ya pronto podremos conseguir el récord Guinness de pareja estable; de mi hija Mireia, de mis nietos Marc y Jordi, y también de los amigos, como tantos de vosotros, con los que mantengo lazos afectivos.

Quisiera ser recordado no por mis escritos o palabras, más o menos acertadas, sino como un hombre que, pese a sus errores y limitaciones, ha intentado estar cerca de los demás hombres y, como profesor, aprender de los enfermos, de sus colegas psicólogos o de otras disciplinas y, muy importante, de sus jóvenes alumnos.

Simone de Beauvoir escribió que en los últimos momentos de un moribundo puede encontrarse el absoluto. Yo no sé qué es lo absoluto ni tengo demasiadas esperanzas en otra vida, pero me gustaría sentirme en paz con todo el mundo. Os quiero pedir perdón, a todos ya cada uno en particular, por lo que he hecho mal y, más difícil, por lo que quizás he dejado de hacer por pereza, por ignorancia o por cobardía.

Resumiendo: me gustaría que mi despedida fuera como un crepúsculo en el círculo polar durante el verano. Es decir, largo y bello.

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