Guerra tecnológica: el móvil de los narcos contra los troyanos de la policía
Google Pixel, con el sistema operativo Graphene OS, es una de las opciones preferidas del crimen organizado
Barcelona"Cada vez que vemos un Google Pixel pensamos que puede ser un narcotraficante". La frase es de uno de los responsables de la lucha contra la droga de la Policía Nacional en Cataluña. Las bandas van siempre un paso por delante y extreman la seguridad en sus comunicaciones por no ser descubiertos o dar pistas o incluso pruebas a la policía. Google Pixel es un móvil que en los últimos años se ha popularizado entre los narcotraficantes, junto con el sistema operativo Graphene OS, que permite una comunicación cifrada imposible de rastrear para la policía. Además, estos dispositivos están ideados para formatearse si erras varias veces en el PIN. Para no perder la información de los dispositivos decomisados a los narcotraficantes, la policía aísla a los móviles en bolsas especiales para evitar que puedan hacer un reset remotamente y borrar todo rastro de su actividad delictiva.
Google Pixel es uno de los muchos ejemplos de dispositivos que usa el crimen organizado, tal y como explica el experto en ciberseguridad del InLab FIB René Serral. Este móvil permite que "se instale libremente cualquier sistema operativo", y al hacerlo con Graphene OS, que no requiere tener las aplicaciones de Google, permite a los miembros del crimen organizado tener una herramienta idónea para evitar el control policial. Es lo que se halló la Policía Nacional en la operación Cuervo, un operativo que permitió decomisar 378 kg de cocaína que se enviaban de Barcelona a Australia, vía Qatar, a través de un entramado de empresas y escondido en medio de material sanitario. Según fuentes policiales, los peones del operativo eran colombianos, mientras que la cúpula y quienes los financiaba eran albaneses. El conductor que llevaba la droga hasta un almacén de la Zona Franca era colombiano y llevaba dos teléfonos, uno de ellos un Google Pixel.
Las escuchas no funcionan
Durante la última década los narcotraficantes han ido buscando este tipo de dispositivos y sistemas operativos que les blinden del control policial, como Sky ECC, un sistema de comunicación cifrada contra el que hubo un gran operativo este inicio de año en España. Saben que es más que probable que la policía les esté escuchando durante su día a día, eliminando las llamadas convencionales. Se llaman por whatsapp y otras aplicaciones, lo que ha provocado, tal y como admiten fuentes policiales, que el sistema de escuchas ya no sea útil para investigar el crimen organizado. Aceptan que son horas y horas de escuchar conversaciones, que en muchas ocasiones requieren traducción e intérpretes, y no dan ya los resultados de antes.
La policía catalana ha detectado últimamente como miembros de bandas autóctonas, de etnia gitana, acuden a tiendas de telefonía del barrio del Raval de Barcelona para adecuar sus móviles a las necesidades del negocio: hacen que les eliminen las opciones de micrófono, cámara y el GPS, para que no puedan ser ni escuchados ni rastro.
En la particular guerra tecnológica entre los narcotraficantes y la policía, en los últimos tiempos ha entrado en juego un elemento importante: los troyanos. Bajo autorización judicial, la policía infecta a los teléfonos de los traficantes y, de este modo, tienen acceso a la mayoría de aplicaciones, imágenes y documentos de un terminal. Por ejemplo, la Guardia Civil lo utilizó en la investigación contra Lucky, considerado el líder de una de las principales mafias que controlaba la cocaína que entraba por el puerto de Barcelona. Poner un troyano representa un acceso directo a todo el teléfono de una persona. "Para perseguir el crimen organizado o el terrorismo, si no metes troyanos, estás muerto", admite un investigador de los Mossos d'Esquadra. Infectar a los móviles con troyanos que pueden monitorizar todo lo que hace el usuario dificulta mucho el trabajo de los abogados, que critican la falta de límites y supervisión en estos casos. "No sé lo que ha visto la policía de mi cliente, porque no todo sale en los informes que después hacen", explica la penalista Clara Martínez. También lo cuestiona Serral, puesto que existe una intromisión en la privacidad de las personas porque se tiene acceso a todo el contenido de sus dispositivos. "¿El fin justifica los medios?", se pregunta este experto en ciberseguridad.
El caso Encrochat
Es lo que ocurrió con Encrochat en el 2020. Se trataba de una red de comunicaciones que tenía los servidores en Francia y que la utilizaban fundamentalmente las bandas del crimen organizado, que compraban dispositivos en Encrochat por unos 1.500 euros y pagaban unos 3.000 euros al año de suscripción a la red. Dispositivos que como Google Pixel permitían borrar a distancia el contenido, garantizaban el anonimato o impedían la trazabilidad.
La policía francesa infiltró a un troyano en el sistema que permitió extraer 115 millones de conversaciones delictivas de 60.000 usuarios diferentes. Casi el 90% de estas comunicaciones se referían al tráfico de drogas. Encrochat detectó la infiltración en su sistema y envió un mensaje para que los usuarios destruyeran los dispositivos. Según Europol, el operativo, que lideró Francia conjuntamente con otros países de la Unión Europea, permitió detener a 6.658 delincuentes, intervenir más de 730 millones en efectivo, 270 toneladas de cocaína, cannabis y heroína, 30 millones de pastillas y 923 armas de fuego. Al tener la policía acceso a la memoria de los móviles, recuperó conversaciones anteriores, y estaba en juego una cuestión de derechos fundamentales y confidencialidad, así que el caso llegó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que avaló con condicionantes el caso Encrochat.
Pinchar los coches
Según fuentes policiales, también está resultando efectivo pinchar los coches de los investigados, ya que hablan por manos libres y la conversación se puede grabar. "Oye, ¿estás dentro de un coche? Ponen micros de toda la vida. No sé qué estás haciendo", capta una de las grabaciones de la investigación contra los Casuals, otra de las mafias de la droga en Catalunya. Antes de que uno de los miembros del grupo, Paco el Gordo, se diera cuenta, la policía había captado una larga conversación sobre un secuestro.
Sin embargo, en medio de esta guerra tecnológica, fuentes policiales admiten que están volviendo a cobrar mucha importancia las fuentes humanas. Es decir, los confidentes y los infiltrados. Muchas veces, cuando la policía pilla un desembarco de hachís en la costa o encuentra un contenedor con cocaína en el puerto es precisamente porque alguien ha sido indiscreto. Esta red de fuentes humanas en los últimos tiempos ha vuelto a tomar más fuerza que nunca. "Hay que hacer mucha calle", explica un investigador de la Policía Nacional.