Identifican los factores de riesgo que llevaron a la célula de Ripoll a radicalizarse
Los Mossos y la Universidad de Córdoba publican un estudio empírico después de dos años de análisis
BarcelonaJusto hace una década, a mediados del 2015, en Ripoll se estaba consolidando una célula terrorista. Estaba formada por nueve chicos y liderada por un imán. Eran jóvenes (entre 15 y 26 años, en ese momento) y había cuatro parejas de hermanos. Dos años después, uno de ellos condujo una furgoneta a toda velocidad, y se llevó todo lo que encontró por delante, en la Rambla de Barcelona. Horas más tarde, otros miembros de la célula sembraron el pánico con cuchillos en el paseo marítimo de Cambrils. Era agosto de 2017, y dieciséis personas murieron asesinadas. ¿Qué llevó a nueve jóvenes, la mayoría criados a Cataluña, a abrazar el yihadismo? Hoy estamos un poco más cerca de responder a esta pregunta a ciencia cierta.
Según ha podido saber el ARA, los Mossos d'Esquadra, junto con las universidades de Córdoba, Granada y Burgos, han elaborado un estudio empírico sobre los factores de riesgo y de protección que llevaron a la célula de Ripoll a radicalizarse. Los resultados, a los que ha tenido acceso este diario, se han publicado en la revista británica Behavioral Sciences of Terrorism and Political Aggression. La investigación analiza hasta 68 factores de riesgo (experiencias vitales, tipos de personalidad, elementos socioeconómicos...) que podrían conducir a los jóvenes hacia el extremismo y 26 factores de protección (como la educación, el entorno...) que podrían haber evitado la radicalización. El objetivo ha sido intentar dilucidar cuáles estuvieron más y menos presentes en la historia vital de los nueve jóvenes. Los resultados revelan que los factores de riesgo vinculados a las creencias psicológicas, como la sensación de estar amenazado por la sociedad occidental, y los experienciales, como haber vivido hechos traumáticos en la vida o estar expuestos a medios violentos de comunicación, son los factores más presentes de todos.
Este proyecto, pionero dentro del cuerpo de los Mossos y también en los estudios académicos que existen sobre las radicalizaciones violentas, no se entendería sin otro proyecto, el Caminos, impulsado por la Comisaría General de Información de los Mossos y coordinado por la Unidad Central de Prevención de Extremismos Violentos. Fuentes de Información apuntan que tras el 17-A, "por responsabilidad", realizaron un estudio sobre la célula con el objetivo de entender qué había pasado. De ahí salieron 200 declaraciones policiales, 50 entrevistas a familiares, amigos y otras personas del entorno de los terroristas, 123 pruebas tecnológicas, 25 pruebas físicas, 18 pruebas virtuales y otros informes suplementarios. "Pensamos que de ahí podría salir ciencia", comentan las mismas fuentes. Dos psicólogos, uno de los cuales es una agente de los Mossos especializada en psicología forense, social y ciencias del comportamiento, han analizado dos terabytes información para poder llenar cada casilla de cada factor de riesgo de cada uno de los miembros de la célula. A partir de ahí, se ha podido saber qué factores estuvieron más presentes. Lo hicieron sin embargo con la información "virgen", sin leer las conclusiones de los informes anteriores de los Mossos por no estar contaminados. "Fue una tarea muy minuciosa", apuntan fuentes del estudio. El objetivo no era establecer relaciones casuales, sino la ausencia o presencia de estos factores.
El estudio lo firman el doctor Manuel Moyano Pacheco, profesor del departamento de psicología de la Universidad de Córdoba, el hasta hace poco subjefe de Información de los Mossos, el intendente David Sánchez, y otros miembros de la Unidad Central de Prevención de Extremismos Violentos. El trabajo ha durado dos años y se han extraído unos resultados, según las mismas fuentes, que pueden "abrir la puerta a más estudios" y también a aplicarlo en la labor operativa contra los extremismos. De hecho, sirve para el yihadismo, pero también puede servir para el supremacismo blanco si se adapta.
Los Mossos llevan años funcionando con planes de prevención de extremismos violentos, llamados PREV. Son como una "red" colaborativa en la que varios actores de la sociedad civil, como profesores o asociaciones islámicas, están entrenados para poder detectar posibles casos de radicalización. Durante 2024, por ejemplo, se identificaron 206 alertas. Ahora, con una mejor identificación de los factores de riesgo, este estudio puede incorporarse a la labor de prevención, tal y como explica el jefe del área central de coordinación operativa de Información de los Mossos. "Debemos analizarlo muy bien y adaptarlo a los planes de prevención", añade.
Más esfuerzo en los factores de protección
Del estudio se extrae que hubo muchos factores de riesgo que estuvieron presentes en la vida de los terroristas del 17-A. Hay varios, de hecho, que estuvieron en todos los casos, como el sexo masculino, la religiosidad, las actitudes segregacionistas, la confrontación de occidente contra el Islam o la conexión con el grupo (reforzada por las relaciones familiares).
Fuentes de Información comentan que la identidad de las personas está formada por cajones vacíos y cajones llenos. A menudo, lo que hacen los extremismos es llenar los cajones vacíos. Pero, ¿por qué están vacíos? Existen varios factores de riesgo que pueden provocarlo. El 80% de los miembros eran menores de 25 años, el 70% pertenecía a un nivel socioeconómico bajo, el 50% estaba en paro, el 80% había sufrido hechos traumáticos (como una separación de los padres, fracaso escolar o abusos) y el 90% buscaba emociones fuertes. Y más: el 70 por ciento vivía entre dos culturas, el 80 por ciento había perpetrado violencia anteriormente, el 60 por ciento había sido víctima de violencia, el 90 por ciento eran de origen extranjero, el 70 por ciento recibía asistencia social, el 50 por ciento tenía antecedentes policiales, el 70 por ciento había tenido comportamientos impulsivos y el 50 por ciento había tenido comportamiento.
Sin embargo, los factores de protección no hicieron su trabajo, de prevenir la radicalización. Solo hubo uno central, y es el de tener amigos fuera de la célula. Por ello, fuentes de Información concluyen que deben ponerse más esfuerzos en estos factores. Son, por ejemplo, la integración social (presente en un 60% de los casos), tener trabajo (sólo la mitad trabajaba) o la educación (sí en cuyo caso el 90% tenía la ESO).
Algunos estudios apuntan a que precisamente el Islam es un factor de protección. Sin embargo, en este caso los jóvenes no eran unos grandes conocedores de la religión antes de radicalizarse y, por tanto, tampoco fue un elemento de protección. Es decir, los conocimientos reales sobre el Islam no drenaron la ideología yihadista inculcada por el imán. En la célula de Ripoll, se considera que la radicalización fue llena en tres miembros, los hermanos mayores, y que los hermanos pequeños actuaron más por la influencia de los mayores (que en muchos casos actuaban como padres frente a la ausencia de figuras paternales) que por la creencia de la ideología extremista. Ahora está por ver cómo esta alianza entre los Mossos y la investigación académica continuará y si se podrá extender a ámbitos más allá de las radicalizaciones.