"Somos tozudos y guerreros": así llega la cultura a la Tarragona rural
Esfuerzos titánicos y subvenciones para programar espectáculos de calidad más allá de Barcelona
TarragonaVivir de la cultura es difícil pero hacerlo más allá del área metropolitana de Barcelona parece directamente imposible. En el Camp de Tarragona y las Terres de l'Ebre se programan espectáculos y festivales de mucha calidad, tanto públicos como privados, pero las vías para hacer llegar la cultura al mundo rural son muy frágiles. Existen ejemplos de éxito, pero también de fracaso. Hay artistas que deciden dedicarse a otra cosa o festivales que habían funcionado muy bien, pero que optan por crecer y acaban agarrándose los dedos. Existen subvenciones para impulsar diferentes actividades culturales, principalmente del departamento de Cultura y de la Diputación de Tarragona, pero depender de las ayudas públicas para poder funcionar es un riesgo muy alto.
"No puedes depender de las subvenciones para salir adelante. Las subvenciones te ayudan a andar, pero no puedes andar por las subvenciones", explica Delia Batet, que este año celebra el treinta aniversario de Passabarret, una compañía de Valls de payasos y circo. Después de tres décadas de "picar mucha piedra", Passabarret se ha erigido como la compañía de circo más importante del Camp de Tarragona. Han hecho giras por México, Jordania y otros muchos países y también tienen una escuela de circo, la Circoteca, donde hay un centenar de niños que aprenden a hacer malabares como extraescolar. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. "Nos gustan los bolos, pero hacemos también un trabajo muy duro de oficina", explica David Sancho, la otra alma de la compañía. "No tenemos los mismos recursos que los que están en el área metropolitana de Barcelona. ¿Cuántas compañías de Tarragona hay en las grandes programaciones?", pregunta. Delia reivindica que la compañía lucha "para dinamizar el circo en el territorio" y asegura que, pese a las dificultades, lo están consiguiendo. "Somos tozudos y guerreros y nuestro payaso es gamberro", dice con una sonrisa. porque, aunque lleven treinta años, hay pueblos donde nunca han actuado "Nadie es profeta en su tierra...", dice.
tienes que espabilar mucho o ir a trabajar a Port Aventura", explica Eva Vives Cabré, directora de la compañía. En aquella época, la Sala Trono de Tarragona, que sin lugar a dudas, hace una gran aportación a la cultura más allá de las fronteras con la capital, empezaba a programar producción propia en el territorio. ~BK_SLT_Lvila~ mucho. Su punto fuerte es ofrecer "proyectos a medida" a los distintos ayuntamientos locales y también tener en cuenta las estructuras de los pueblos, que en la mayoría de los casos no tienen teatro. En el Lavadero, un proyecto que quiere dar vida a los lavaderos de los pueblos y dar voz a las mujeres que los utilizaban. Volvemos, al Lavadero. Para vivir del teatro, les toca trabajar por diferentes compañías, impartir clases y moverse mucho. "Hemos ido mucho a las Terres de l'Ebre ya Lleida, donde también hay compañías que se mueven mucho, y en el Penedès", explica.
Si las artes escénicas son difíciles, la música tampoco es muy fácil. "En toda la demarcación de Tarragona sólo hay dos discográficas registradas", dice Nacho Pascual, quien trabaja para Rambla Discos. "Es cierto que se ha avanzado, pero todavía falta mucho. Vamos tarde", lamenta. A su juicio, "los artistas y los creadores se marchan de aquí porque la red sigue siendo centralista". Para él, "todo lo que queda fuera del área metropolitana de Barcelona puede considerarse rural". Pese al pesimismo, considera que existe mercado porque detecta una cierta "saturación de los grandes espectáculos y una necesidad de hacer cosas más pequeñas". Pascual reconoce que el Instituto Catalán de las Empresas Culturales subvenciona la creación, pero critica que la exhibición queda ya en manos privadas o en manos de los ayuntamientos que, al final, gracias a las fiestas mayores, son los responsables de buena parte de la programación cultural del país.
"Ya iremos a Barcelona a ver Dire Straits"
En la Conca de Barberà, con sólo 620 habitantes, se encuentra el pueblo de Solivella, que se ha convertido en todo un referente cultural. En el ciclo Las Noches a la Fresca de este verano actuarán Buhos, El Pot Petit, Manu Guix y Elena Gadel y, en otras ediciones, han pasado Sexenni, Laura Andrés y Roser Loscos, Las Migas y también Suu, entre otros muchos. En la programación también existen siempre grupos de la zona. "La gente de pueblo no deberíamos desplazarnos para ver según qué", reivindica la alcaldesa, Rosa Salvadó, que añade: "Ya iremos a Barcelona a ver los Dire Straits".
Tipo de ver que "siempre tocaba la misma orquesta en cuatro pueblos", Salvadó buscó los mecanismos para conseguir que grupos de primer nivel se acercaran hasta este pueblo de la Conca. Y encontró una fórmula: "Trabajar directamente con los mánagers, buscar subvenciones y sufrir mucho". El sufrimiento está también relacionado con las subvenciones. Para el cartel de los conciertos de Les Nits a la Fresca de este verano, Salvadó pidió las subvenciones el pasado marzo, pero no sabrá si las dan hasta el mes de noviembre. El Ayuntamiento, como es normal, tendrá que pagar los grupos después de las actuaciones, por lo que asume el riesgo de que finalmente no les concedan las subvenciones y ya se haya gastado el dinero.
Un caso similar es el de Escena Germinal, un festival rural de artes en vivo impulsado por Proyecto Ingenuo y Cassandra Proyectos Artísticos. El festival cuenta con las subvenciones de la Generalitat y de la Diputación de Tarragona y también con una aportación del Ayuntamiento de Alcover, que, además de poner dinero, ofrece las instalaciones de El Convent de les Arts, una residencia artística municipal. Cuentan también con partners privados, como el Celler Mas Vicenç. El festival, que suma ya cuatro ediciones y busca consolidarse, se celebra en cuatro municipios del Alt Camp y tiene un presupuesto de 40.000 euros. Pese a las instituciones y colaboradores que hay detrás, todavía hay que sufrir: "Dependemos de unas ayudas públicas de unas instituciones a las que estamos muy agradecidos, pero por una cuestión de plazos esta edición no ha sido fácil", explicó en rueda de prensa Marc Chornet, uno de los directores del festival. Más tarde, aclaró que no supieron que les habían dado todas las subvenciones hasta la semana antes de su presentación, cuando ya estaba todo organizado. "Nuestras fuentes de financiación son muy inestables", confirmó Júlia Simó, la otra directora del festival. El primer teniente de alcalde de Alcover, Josep Maria Girona, destacó que una de las fortalezas del festival es que "se va consolidando poco a poco, y no hace un fuego de repente para después ir muriendo". "Estamos en el mundo rural: construimos un margen y no vamos a construir otro margen hasta que no hayamos terminado este", dijo.
"Es complicado, pero no más difícil"
Uno de los festivales más que consolidados es el Eufónico, el festival de artes sonoras, visuales y digital-performativas de las Terres de l'Ebre. Este pasado fin de semana ha celebrado su 14ª edición con actuaciones en 35 espacios de once poblaciones. El director, Vicent Fibla, no comparte la tesis de que programar cultura fuera de Barcelona sea más difícil: "Es complicadísimo y funciona de otra forma, pero no creo que sea más difícil". El Eufònic ha ido creciendo año a año, siempre intentando ofrecer "propuestas culturales que tengan conexión con el territorio", según Fibla. El festival funciona con la ayuda de subvenciones y el 75% de lo que ofrece es gratuito previa reserva. El público es, mayoritariamente, "de las poblaciones donde ocurren las cosas" y también de los vecinos de otros pueblos del Ebro, así como visitantes de Barcelona, Tarragona y la Comunidad Valenciana. En cuanto a los artistas, un 50% son catalanes, algunos de ellos del territorio; otro 25% son del resto del Estado, y otro 25% internacionales. La fórmula funciona y cada año pueden participar en este festival unas 5000 personas.
Otra opción para hacer llegar la cultura a las zonas rurales es, directamente, crear la cultura en estos espacios. Esto es lo que intenta hacer la juventud de la Selva del Camp, un pueblo de 5.800 habitantes del Baix Camp que desde hace dos años organiza el Injerto, un festival de artes en directo. Para llevarlo a cabo, reciben subvenciones de la Diputación de Tarragona y del Ayuntamiento y también a través de una campaña de mecenazgo entre los comercios del pueblo. El festival sólo dura un día y su principal objetivo es implicar a la gente del pueblo, desde los mayores hasta los niños de la escuela de música, que acaban actuando en el escenario. "Trabajamos sobre todo el aspecto comunitario", explica uno de los organizadores. Según su punto de vista, "hay demanda de festivales pequeños que impliquen a la gente del pueblo".
El departamento de Cultura ha cambiado recientemente los criterios para otorgar las subvenciones para hacer llegar la cultura a todo el país. Las dotaciones para los espectáculos considerados agroturísticos han crecido de 3,5 millones bianuales a 3 millones anuales. La otra línea de ayudas, la que va directamente a los micropueblos, ha crecido de 2,17 millones bianuales a 1,56 año. El incremento es positivo, pero el hecho de hacerlo anual ha disparado también la incertidumbre de los organizadores, que no saben hasta el último momento si podrán contar o no con el dinero. La Diputación de Tarragona también tiene líneas de ayuda que intentan priorizar a los ayuntamientos más pequeños.