El análisis de Antoni Bassas

El análisis de Antoni Bassas: 'El país de las tensiones no resueltas'

En ocho días hará un año que Salvador Illa fue investido presidente de la Generalitat. La navegación socialista en el Parlament ha sido tranquila. El país hace chup-chup en superficie, pero hierve de fondo. Como se manifestará el aumento latente de la temperatura, a la que contribuye la crispación española, será el tema del próximo curso político.

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31/07/2025
2 min

Éste es el último análisis de la temporada y el final de trayecto invita a hacer balance.

Y el balance es desigual. Nuestra economía va tirando y, en grandes cifras, indica que la riqueza per cápita de Catalunya (todos los bienes y servicios que producimos divididos por el número de habitantes) queda justo por debajo de la media europea: en Catalunya es de 39.260 euros y en la UE, de 39.660. Hemos perdido posiciones, porque hasta 2020 estábamos ligeramente por encima de la media europea. Por su parte, los sueldos hacen corto en un país caro como el nuestro, con sueldos locales y precios internacionales. La vivienda es un gran problema, como en todas partes, pero aquí más por la histórica falta de oferta pública y porque la población ha crecido en dos millones de personas en los últimos veinticinco años aproximadamente. Y nos pasa igual con los trenes que dependen de Renfe y Adif (que han vuelto a proporcionarnos un año humillante) y la AP 7: somos un país con la movilidad trabada.

El panorama, por tanto, se parece demasiado a lo que teníamos hace un año. Hay soluciones en el horizonte, pero nos acercamos demasiado lentamente: el traspaso de Cercanías a la Generalitat apenas se ha firmado y todavía hay por años, cinco, porque notamos las mejoras. Y en cuanto a la financiación, estamos lejos del acuerdo pactado que nos devuelva el esfuerzo fiscal que hacemos. Los catalanes seguimos luchando con una mano atada a la espalda. La amnistía, aprobada en el Congreso, está detenida en el Supremo y el presidente Puigdemont permanece en el exilio.

En ocho días hará un año que Salvador Illa fue investido presidente de la Generalitat. Un presidente alineado con Pedro Sánchez, de un partido, el PSC, más alineado que nunca con el PSOE. Un presidente maratoniano que reúne cada día a su equipo a primera hora de la mañana y que suple con horas de trabajo, proximidad con los alcaldes y marcaje a los consejeros una conocida falta de carisma político que ha ido transformando en previsibilidad y la seguridad de un valor refugio en tiempos convulsos. Aunque sólo dispone de 42 diputados, la navegación socialista en el Parlament ha sido tranquila. Esquerra y Comuns, que le invirtieron, se han limitado a no aprobarle el presupuesto, que no es poco, pero no ha sido suficiente para hacerle tambalear, porque tampoco lo querían. Juntos bracea a la oposición, Isla y su gobierno han ido consolidándose y Catalunya sigue siendo la reserva de izquierdas del sistema de España y buena parte de Europa.

Este año también ha visto cómo crece la mancha de aceite de Aliança Catalana con un discurso antiinmigración, sobre todo musulmana, y que nos pone ante el mismo reto que en el mundo democrático: mantener la convivencia sin hundir los servicios públicos y salvar la identidad, que en nuestro caso significa la lengua, especialmente.

Hay muchas tensiones internas no resueltas en Catalunya, una de las cuales es dar forma política efectiva al 40% de personas que votarían que sí en un referéndum de independencia. El país hace chup-chup en superficie, pero hierve de fondo. Como se manifestará el aumento latente de la temperatura, a la que contribuye la crispación española, será el tema del próximo curso político.

Buenos días y buenas vacaciones.

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