El acceso al espacio eleva nuevos negocios

La miniaturización y la estandarización de satélites han dividido por mil el coste de poner en órbita un objeto, con lo que se abren nuevas oportunidades empresariales

El acceso al espacio eleva nuevos negocios
y TONI POU
13/02/2021
4 min

Imaginaos un cubo de diez centímetros de lado. Uno de estos brics que todos podemos tener perfectamente almacenado en un armario de la cocina. ¿Lo podemos poner en órbita? ¡Seguro! Cualquier objeto puede dar vueltas a la Tierra si se le da suficiente velocidad. Ahora bien, ¿podemos meter los componentes necesarios para que se convierta en un satélite que mida, por ejemplo, la humedad del suelo terrestre? ¡También! Aunque parezca ciencia-ficción, esto se puede hacer (y se hace) con la tecnología actual.

Gracies la miniaturización y a un proceso de estandarización que empezó hace más de veinte años el investigador catalán Jordi Puig-Suari desde la Universidad Politécnica Estatal de California (Cal Poly), el acceso al espacio está cambiando. Ya no es necesario construir satélites como autobuses que pesan diez toneladas y sacar adelante proyectos de centenares de millones de euros reservados a agencias gubernamentales o grandes empresas vinculadas al sector militar. Gracias a los cubesats -así se llaman estos nanosatélites-, basta con personalizar y juntar los cubos que hagan falta y lanzarlos al espacio con un coste que se ha dividido por mil. Los primeros que se pusieron en órbita se elevaron en 2003. Hasta ahora ya se han lanzado más de dos mil, en alguna de las múltiples configuraciones que admiten, las más habituales de las cuales son las formadas por tres o seis cubos.

“Se trata de un nuevo paradigma que hace posibles misiones espaciales pequeñas con objetivos concretos y costes reducidos”, explica Mònica Roca, directora de la empresa de análisis de datos procedentes de satélites IsardSAT. Además, “esto facilita que se involucre el sector privado y que se deriven aplicaciones comerciales”, añade. Un sector privado que interviene no solo como desarrollador contratado por la administración sino también como propietario de los satélites y, por lo tanto, como comercializador de los datos obtenidos, o bien como usuario de estos datos.

El nuevo espacio

Este nuevo paradigma se conoce como New Space o Nuevo Espacio. “Estamos ante una democratización del acceso al espacio en la cual este acceso se convierte en una plataforma de servicios a empresas y personas, cuando antes estaban reservados a la exploración y a la defensa”, dice Ignasi Ribas, director del Instituto de Estudios Espaciales de Catalunya (IEEC), que este año celebra su 25 aniversario. Estos servicios van desde aplicaciones que requieren banda ancha como el internet de las cosas hasta la detección y seguimiento de incendios.

Una de las ventajas que tienen estos pequeños satélites respecto a los grandes satélites globales es que se pueden personalizar para hacer observaciones concretas que tengan interés directo para el usuario final de los datos, y también para lograr resoluciones más altas. Roca pone el ejemplo de los satélites tradicionales que miden parámetros como la humedad del suelo. Estas observaciones tienen una resolución de cuarenta por cuarenta kilómetros, es decir, otorgan a cada cuadrado de 1.600 kilómetros un solo valor de humedad del terreno. “Esto, en una orografía tan variada como la catalana, es poco útil”, explica. En este sentido, los nanosatélites ofrecen una solución porque permiten reducir la medida de los cuadrados estudiados.

La Agencia Catalana del Espacio

A finales de octubre de 2020, el gobierno de la Generalitat aprobó una estrategia para aprovechar las oportunidades económicas que genera el New Space. El plan, impulsado por el departamento de Políticas Digitales y Administración Pública y dotado con dieciocho millones de euros en los siguientes cuatro años, incluye la creación de un organismo que gestione todos los proyectos relacionados con este nuevo paradigma, la llamada Agencia Catalana del Espacio. Para referirse a esta entidad, en las redes y en muchos medios se ha utilizado el término de la NASA catalana, lo que, como es natural, ha suscitado críticas con intereses políticos. “Que el Govern potencie el espacio es motivo para abrir una botella de cava y celebrarlo”, valora Ignasi Ribas. “Lo hemos reivindicado siempre -añade-: es un sector estratégico y conviene posicionarse”. Sobre las críticas recibidas, Ribas opina que “comparar la NASA, que tiene ella sola un presupuesto comparable al de la Generalitat, con este organismo es una sandez”. “El interés del proyecto -continúa- es promocionar el espacio como plataforma de servicios y de tracción de un sector empresarial”. La estrategia, de hecho, ya tiene previsto el lanzamiento de un primer nanosatélite relacionado con las telecomunicaciones y el internet de las cosas a finales de marzo, y de uno que observará la Tierra a finales de este año o principios del próximo.

Según Mònica Roca, el proyecto “es una oportunidad de potenciar un sector que en nuestra casa está sano, pero pequeño y poco reconocido”. “El New Space liga mucho con el tejido empresarial catalán, en el que el 99% de las empresas son pequeñas”, añade la también presidenta en funciones de la Cámara de comercio de Barcelona. Este sector está formado ahora mismo por una treintena de empresas, pero hay muchas más que se podrían beneficiar de esto. Tal como apunta el director del IEEC, “cualquier empresa de automoción o de mecánica tiene potencial para participar en estos proyectos”. Ribas ve la estrategia como “una semilla que actúe como tractor para capacitar empresas, atraer nuevas y encontrar nuevos usos comerciales de los datos de los satélites, de forma que en el futuro la economía del sector sea autosostenida”. Roca está de acuerdo: “No se tiene que inyectar perpetuamente dinero a la empresa, pero sí que se tiene que invertir en investigación y fomentar la transferencia de tecnología del sector público al privado”, valora.

Un hallazgo inesperado

Como tantas otras, la idea de los cubesat surgió de manera imprevista. Hacia 1999, Puig-Suari y su colaborador Bob Twiggs querían que los estudiantes entendieran todo el proceso de una misión, desde el diseño hasta la fase de vuelo, pasando por la construcción y las pruebas. Como con los satélites convencionales se trata de un proceso muy largo, lo simplificaron y diseñaron un aparato pequeño que solo contendía una radio, un sensor de temperatura y paneles solares. Sin embargo, los estudiantes llevaron esta idea un paso más allá. Empezaron a añadir cámaras fotográficas de teléfonos móviles y otros componentes hasta que, al cabo de unos años, aquel prototipo pensado con un uso puramente educativo se transformó en un satélite pequeño, barato y completamente operativo.

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