Rachel Lowe i Kim van Daalen: "En Cataluña cada vez hay más preocupación por las enfermedades transmitidas por garrapatas, flebótomos y ratas"
Investigadora Icrea en el BSC y epidemióloga en la Universidad de Cambridge
BarcelonaA menudo cuando pensamos en crisis climática nos vienen a la cabeza huesos polares famélicos y glaciares que se deshacen. Y sin embargo, el aumento global de las temperaturas y los fenómenos extremos asociados son una grave amenaza también para la salud humana. Estar expuesto a un exceso de calor de forma continuada provoca muerte prematura, empeora la salud mental y agrava las enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Los episodios de canícula sostenidos, como los de este verano, se asocian a un mayor nivel de agresividad y conflictos, y favorecen la transmisión de enfermedades infecciosas, como el dengue, la malaria y el chikungunya.
Esta relación entre la crisis climática y sus impactos sobre el bienestar humano, y las posibles medidas de mitigación y adaptación, son lo que estudian las investigadoras Rachel Lowe (Icrea), del grupo de resiliencia en salud global del Barcelona Supercomputing Center - Centro Nacional de Supercomputación (BSC-Cmi) Universidad de Cambridge, en Reino Unido. Ambas científicas colideraron el informe de The Lancet Countdown de 2024 sobre cambio climático y salud, cuando van Daalen era investigadora postdoctoralen el BSC. Precisamente en reconocimiento de este trabajo fueron galardonadas con un de los premios Ciudad de Barcelona 2024.
¿Cómo podemos hablar de crisis climática y de sus efectos sin provocar ecoansiedad?
— RL: Es un desafío enorme. Una de las claves es centrarse en todo lo que sí podemos hacer. Acciones tan simples como procurar no tener charcos de agua en el jardín o en los platos de las plantas de la terraza evitan que los mosquitos, transmisores de enfermedades infecciosas como el dengue y la malaria, crien. O cambiar el vehículo privado por el transporte público o el transporte activo, que contribuye a reducir los gases de efecto invernadero y, de este modo, todos respiramos un aire más limpio y disfrutamos de una mejor salud respiratoria.
— KD: De hecho, todas las medidas para reducir la crisis climática resultan muy beneficiosas para la salud humana. Por ejemplo, desplazarse en bicicleta mejora la salud cardiovascular. Y disponer de más espacios verdes en la ciudad repercute en mayor bienestar. Esto es lo que debe explicarse. Se deben evitar discursos pesimistas o centrarse sólo en hablar de que las oleadas de calor provocan mortalidad, que el aumento de las temperaturas alimenta una serie de enfermedades infecciosas. Y que el calor, la sequía y la contaminación atmosférica impactan sobre todos los resultados de salud humana, y se ceba más en los grupos vulnerables.
¿Por qué?
— KD: La crisis climática agrava las desigualdades existentes y, además, en todo el mundo, las mujeres y las niñas a menudo resultan desproporcionadamente afectadas, en parte porque pueden estar más expuestas a fenómenos extremos o disponer de menos recursos para adaptarse a ellos. Por ejemplo, durante las oleadas de calor, las mujeres embarazadas se enfrentan a riesgos de complicaciones como partes prematuros y mortinatalidad, especialmente en aquellos lugares donde el acceso a la atención materna es limitado.
Muchas de las acciones que enumere para mitigar el impacto de la crisis climática ponen la responsabilidad en la ciudadanía. ¿No es injusto?
— RL: Estoy de acuerdo en que no podemos llevarlo al nivel individual, sino que son medidas que deben implementarse a todos los niveles, desde los gobiernos hasta la ciudadanía. Es responsabilidad de quien planifica las ciudades hacer que las calles sean seguras para las bicicletas. Y que los trenes funcionen o haya suficientes buses. Ahora todo esto falla y la gente se ve obligada a tomar el coche, y los vehículos eléctricos todavía no son una opción, porque son caros y no hay suficientes puntos de recarga. Ahora bien, como individuos sí que podemos presionar a los políticos para que implementen los cambios necesarios para realizar la transición hacia energías limpias, para adaptarnos a la crisis climática y tomar medidas para protegernos.
¿Existe alguna ciudad en Europa que esté haciendo los deberes para adaptarse?
— KD: Barcelona está tomando acciones decididas por adaptarse al cambio climático. Desde que en el 2003 sufrió una ola de calor importante, cuenta con un sistema de alertas que avisa a los ciudadanos para que tomen medidas de protección frente a situaciones de canícula. Además, ha implementado refugios climáticos y aumentado las zonas verdes de la ciudad.
En el informe de The Lancet alertaba del riesgo de nuevas enfermedades.
— KD: Muchas enfermedades infecciosas están en expansión. Uno de los ejemplos más claros es el del mosquito tigre, establecido desde hace tiempo en el sur de Europa y que ahora se extiende a otras zonas del continente, con riesgo de transmisión de dengue, chikungunya y Zika. Otro caso es el del Vibre, una bacteria capaz de provocar enfermedades graves ya veces mortales en humanos, que prolifera en las costas europeas a medida que aumenta la temperatura superficial del mar.
— RL: Viajamos de forma masiva, visitamos lugares donde estas enfermedades infecciosas son endémicas y, cuando volvemos a casa, en Europa, nos encontramos con que los vectores que las transmiten están cada vez más presentes en todas partes. Esto hace que la gente se lleve las enfermedades allá donde va.
A menudo se culpabiliza a la inmigración.
— RL: Los catalanes pueden llevar la gripe o la meningitis a los sitios que visiten. Es inevitable, la globalización no va en una dirección. Cuando los vectores y gente se mueven por todo el planeta, se abre una ventana de oportunidad única para intercambiar virus y enfermedades. Hay mucha investigación que demuestra que todas estas nuevas amenazas a las que nos enfrentamos no están relacionadas con la inmigración, sino que las introducciones de enfermedades se producen porque turistas adinerados de Barcelona que viajan a destinos exóticos se infectan porque no han tomado medidas de protección.
¿Cómo estudia la relación entre crisis climática y enfermedades infecciosas?
— RL: Desarrollamos modelos para comprender los patrones de transmisión en áreas donde estas afecciones son endémicas. Colaboramos con centros de América Latina, Caribe, Sudeste Asiático y algunas regiones de África, además de agencias humanitarias, ya partir de una combinación de información climática e indicadores socioeconómicos generamos modelos de predicción de riesgo de enfermedades. También analizamos cómo eventos extremos pueden interaccionar y cambiar el riesgo de que aparezca un brote.
¿Y en Europa?
— RL:Estamos desarrollando diferentes indicadores para poder realizar predicciones y generar alertas precoces sobre clima. Y queremos combinarlas con datos epidemiológicos, como la distribución de los vectores, las poblaciones animales, los informes de casos reportados y la transmisión local de diferentes enfermedades. Nuestro objetivo es poner toda esta información junta y hacerla accesible a los responsables de tomar decisiones, quienes implementan los planes de preparación y respuesta para intentar evitar brotes en Europa.
¿Puede poner algún ejemplo?
— RL: En Europa estamos desarrollando una plataforma llamada EpiOutlook, con el asesoramiento del Centro Europeo de Control de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) y la Agencia Europea del Medio Ambiente. La idea es que la plataforma pueda enviar alertas con entre uno y doce meses de antelación.
En Catalunya preocupa al dengue.
— RL: Sí, pero no sólo. Cada vez hay más vigilancia y preocupación por las enfermedades transmitidas por garrapatas, como las del género Hyalomma, capaces de contagiar la fiebre hemorrágica Crimea-Congo. También la leishmaniasis, que transmiten flebótomos o moscas de la arena. En Barcelona también existe una fuerte vigilancia de la población de ratas, por su capacidad de transmitir un número considerable de enfermedades. Porque cuando una patología se establece en un territorio es fácil que se expanda muy rápidamente. Infecciones como el dengue pueden ser muy peligrosas para personas con otras afecciones de base o para los niños. En estos casos puede llegar a ser mortal si no recibe atención médica.
Los episodios climáticos extremos se relacionan con un aumento de la violencia y la agresividad.
— KD: Los datos muestran que la violencia contra niñas y mujeres aumenta. A menudo, este incremento está relacionado con los daños y consecuencias de los fenómenos climáticos extremos, como la inestabilidad económica, la inseguridad alimentaria, el estrés mental y la disrupción de las infraestructuras. En algunos contextos, las mujeres desplazadas pueden encontrarse en entornos desconocidos, como refugios masificados, donde la falta de protección y privacidad puede incrementar el riesgo de violencia de género.