Ciencia

Visión animal: por qué la vida no es siempre de color de rosa

Muchos animales utilizan las luces ultravioleta e infrarroja para orientarse o detectar a depredadores y presas

Rosa Fernández
4 min
Imágenes de la obra Seeing the Dance, en la cual imágenes del Cabo de Creus se superponen con fotogramas en blanco y negro de la película la Age de Oro, de Luis Buñuel y Salvador Dalí

Efectivamente, a veces la vida es de color ultravioleta. O infrarrojo. Y, otras veces, lo que vemos no es lo que parece. Pero vayamos por partes. Los colores que vemos los humanos forman lo que se conoce como espectro visible —la porción de las olas electromagnéticas que podemos ver—. Ahora bien, ¿qué colores hay más allá y cómo los perciben otros animales? Podemos empezar con la luz ultravioleta, por ejemplo, que ocupa el rango espectral de longitudes de ola ligeramente más cortas que las visibles por los humanos.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar que la belleza y los colores de las flores no están hechos para gustar a vuestros ojos? Su propósito es, sencillamente, atraer a los polinizadores (abejas, mariposas, avispas, moscas, etc.). Por lo tanto, las flores satisfacen el sentido de la vista de estos insectos. Muchas flores acumulan pigmentos ultravioletas en los pétalos, que forman patrones invisibles a nuestros ojos, pero que la mayoría de polinizadores pueden ver. Los pigmentos que reflejan los rayos ultravioletas se encuentran principalmente en las puntas de los pétalos, y los que los absorben, en la base. Esta disposición crea un patrón de "ojo de buey" que sirve de pista de aterrizaje para dirigir a los polinizadores al centro de la flor, donde están el néctar y el polen.

Multiplicidad de funciones

Las funciones de la luz ultravioleta son múltiples, desde guiar el comportamiento de navegación y orientación hasta detectar alimentos y depredadores potenciales y facilitar tareas tan importantes como la selección de pareja y la comunicación entre individuos de la misma especie. Los ojos de muchos pájaros, peces y reptiles tienen células sensibles a los rayos ultravioletas. Incluso hay mamíferos, como algunos roedores y murciélagos, que pueden ver la luz ultravioleta bastante bien. Las serpientes que cazan durante el día tienen lentes que bloquean las longitudes de onda de los rayos ultravioletas, pero las que cazan por la noche tienen unas que las transmiten. Los pigmentos ultravioletas se basan en las llamadas opsinas, la misma familia de proteínas que se utilizan para detectar la radiación en los receptores de luz convencionales. Esto significa que el origen de la visión ultravioleta es tan antiguo como el de la luz visible.

En el otro lado del espectro visible está la luz infrarroja. Se trata de un tipo de energía radiante invisible a los ojos humanos, pero que podemos sentir como calor. ¿Qué tipo de animales pueden ver el calor? Sobre todo depredadores o parásitos que necesitan una detección rápida de sus presas o huéspedes, como por ejemplo mosquitos, murciélagos, serpientes, chinches o escarabajos.

Nuestra comprensión actual de la visión fuera del espectro visible se restringe casi completamente a dos grupos de animales: artrópodos como los arácnidos, los insectos o los crustáceos, y vertebrados como los mamíferos, los pájaros o los reptiles. ¿Qué sorpresas nos ofrece la visión de la gran cantidad de grupos animales que todavía se desconoce? Seguro que más de una.

Ojos que no son ojos

En las alas de las mariposas, en el caparazón de algunos moluscos, en la piel de algunos reptiles, peces y felinos y en el plumaje de ciertos pájaros hay unos círculos concéntricos que recuerdan a ojos pero que no lo son. ¿Por qué se ven patrones parecidos a los ojos en grupos de animales tan diversos? La función adaptativa de este patrón común y constante en la naturaleza ha captado el interés de los biólogos evolutivos desde hace siglos. Una de las hipótesis para explicarlo sostiene que sirven para intimidar a los depredadores, que los confunden con los ojos de otro animal, posiblemente su propio depredador, y por eso dudan a la hora de atacar. También se ha sugerido que tienen una función de desviación: algunos animales los tienen en áreas alejadas de los órganos vitales (por ejemplo, en los bordes de las alas las mariposas) para que los depredadores concentren el ataque lejos de los órganos más importantes.

Estos patrones, denominados manchas oculares, también pueden funcionar como señales de detección. Los falsos ojos indicarían al depredador que ha sido visto, con lo cual interpretaría que atacar requeriría demasiada energía y dejaría ir la cacería. En algunos casos, las manchas oculares también actúan como señales sexuales. Quizás el ejemplo más común es el del pavo real: su éxito a la hora de emparejarse se basa en la capacidad para mostrar la cola cubierta de círculos que recuerdan ojos.

Y no olvidemos que nosotros también somos animales. Aunque no hay pruebas directas de que las manchas oculares afecten a los humanos, se ha sugerido que la sensación de ser observado también influye en el comportamiento humano: por ejemplo, reduciendo los robos en áreas con altas incidencias de criminalidad. Es fascinante cómo un patrón aparentemente simple como las manchas oculares puede crear una variedad tan sorpresiva de comportamientos en varias especies de animales.

Rosa Fernández es investigadora del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), un centro mixto del CSIC y la UPF.

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