Un festín con...

Diana Gómez: "En el Camp Nou se comía fatal; no es tan difícil hacer un bocadillo decente"

El ARA invita a comer a personas conocidas para hablar de gastronomía y les pide que elijan el restaurante. Hoy es el turno de la actriz protagonista de 'Valeria'

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Diana Gómez elige el restaurante Gresca, en la calle Provença de Barcelona. La elección no se debe a que a Rafa Peña y Mireia Navarro les acaben de dar el Premi Nacional de Gastronomia, ella el lugar ya lo conocía de antes. "He venido tres o cuatro veces", dice la actriz. Quien la llevó por primera vez fue el periodista Roger Escapa, que es su pareja. De hecho, no vinieron un día cualquiera, sino que fue el sitio que el conductor de El suplement de Catalunya Ràdio eligió para que tuvieran la primera cita. "Roger me está descubriendo bastantes lugares", confiesa. La actriz estuvo cuatro años viviendo en Madrid y conocía más el panorama de la restauración de allí que el de aquí. Me da la información de servicio que las mejores tortillas de la capital están en el restaurante Pez Tortilla y en el de Juana la Loca. Tomo nota.

Nos dirán que elegimos entre cinco y siete platillos a compartir. Se estudia el menú pero hay dos platos que sabe que pediremos segurísimo. Uno de ellos es el bikini de lomo ibérico. Completarán el casting la ensalada de tomates con geleé y cilantro, la berenjena lacada con crema de parmesano, la flor de calabacín rellena con ricotta y anchoa, y el pollo asado con colmenillas. "Y paramos aquí –dice–, así después miramos postres". Pero no hay nada que mirar, el postre era el otro plato que venía elegido de casa: "Aquí había una torrija que estaba buenísima", recuerda. Revisa la carta para asegurarse de que todavía la tienen. "Sí que está, en catalán se llama torrada de santa Teresa". Para beber pide una cerveza. Es más de cerveza que de vino. Pero después acabaremos haciendo una copa de trepat de la Conca de Barberà.

Vermuts sin horizonte

Sus comidas favoritas son los desayunos salados que acaban con algo dulce y los vermuts a media mañana que terminan en comidas. Se declara fan de los picoteos trabajados y de las tapas bien hechas. Le gusta mucho ir a comer afuera. Tiene un niño de un año y ocho meses, Gael, y se lo lleva sin problemas. "Nos animamos. A él le hacemos un táper y después prueba algunas cosas de las que comemos". Recuerda que le llevó al Atempo, que tiene una estrella Michelin. "Hay cosas que puede comer. Otras no, como el salmón crudo o pescados grandes tipo atún que pueden tener mercurio". Explica que para Gael cocina sin sal, y después los mayores ya se la añaden una vez que la comida está hecha.

Tener hijos lo cambia todo, también lo que comemos. "Cuando tienes un hijo te das cuenta de que íbamos mucho al día, pero con él no puedes hacerlo. No puede que sean las seis y media y no sepas qué le harás para cenar". Por eso ha incorporado nuevas recetas de una aplicación llamada Baby-Led Weaning. Me cuenta que es una corriente que defiende que a partir de los seis meses, cuando se empieza la alimentación complementaria, no pasas a las papillas, sino que les das los ingredientes a pedazos. "El objetivo es que se acostumbren a nuevos gustos y texturas de forma muy sensorial", afirma.

Una fan de los menús de mediodía

Diana es quien cocina en casa, y bastante bien, aunque lo reconoce con modestia. La vida de la actriz ha estado muy marcada por el bar de sus abuelos, el bar La Paloma, en Igualada, donde su madre hacía de cocinera. De ella lo ha aprendido todo, como poner azúcar y nuez moscada en el sofrito, hacer brandada, hacer arroces o poner un chorrito de coñac en las gambas.

Cuenta que el bar de sus abuelos "era un bar de batalla". Ni Diana ni su hermano se quedaron nunca a comer en la escuela, comían en el bar. "Soy muy fan de los menús de mediodía. Se come muy bien, en los bares. Es una de las cosas buenas que hay en España. Este verano fuimos a Londres y comer bien es muy difícil. O gastas mucho dinero o si no todo son salsas. No hay sitios donde te hagan una ensalada y un pollo a la plancha". Reconoce que tener un bar es un trabajo muy sacrificado, pero que son un lugar de encuentro y tienen una función social. En ese momento llega el bikini que, ciertamente, debería ser patrimonio nacional.

Diana Gómez en el restaurante Gresca, en la calle Provença de Barcelona.

Como gran futbolera, me dice que "en el Camp Nou se come fatal. Esto deberíamos cambiarlo porque no es tan difícil hacer un bocadillo decente, y con los precios que pagas... A ver cómo será esto en el nuevo estadio ". Y parece que en los rodajes la cosa no es mejor. "Me he encontrado en trabajos que durante meses cada día te dan un bocadillo para el almuerzo. Es muy bestia. Deberían querer que la gente rinda. Y no sólo nosotros [los actores], hay gente haciendo un trabajo físico en los rodajes. Fuimos muy pesados pidiendo una ensalada de pasta o arroz. Pero nada". Muy poco glamour.

Tiene varias recomendaciones de restaurantes, pero recordar sus nombres no es su punto fuerte. Al ser una mujer de palabra me promete que al final del almuerzo me los dirá. Mientras devoramos la torrija, saca el móvil y los encuentra todos en un momento. Su selección es la siguiente: Dos Pebrots, Kibuka, Lluritu y el Slow&Low, que es el último descubrimiento. El Nou Urbisol, en Castellolí (Anoia), donde se debe pedir el magret de pato. Para hacer el vermut que acaba al almuerzo, Can Violí, en la plaza Iberia, del barrio de Sants. De Sabadell, donde vive, El Suís. Y para tomar una copa, el Ascensor, en el Gòtic, o el Milano Jazz Club, en ronda Universitat. ¿Qué lástima que la especulación le haga cerrar, verdad?

Precio de la comida: 103,40 euros.

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