El fricandó a la jardinera de Roser: "Toda la vida he sufrido por si estaba gorda. Ahora cuando veo las fotos tan bonitas pienso: «¡Tanto que sufrir para nada!»"
Quinto capítulo de la serie Cocina sabia de Empar Moliner, dedicada a reivindicar el legado gastronómico de nuestras abuelas
Me llamo Roser Creus, tengo ochenta y tres años, soy de Mollet del Vallès pero ahora vivo en Santa Maria de Palautordera.
Como todas las señoras que han hecho antes este programa, me pongo el delantal. Yo es que necesito el delantal, para cocinar.
Sí he pasado hambre. Un poco. Te diría que no mucho, porque mi madre tenía pollos, tenía conejos (la casa era grande) y tenían un huerto en el lateral. Y esto es la supervivencia de la familia. Mis padres tenían una fábrica de gaseosas ("graciosas", que decíamos) y sifones. Me queda una botella, y todavía dice "gasosas", porque es de antes de la guerra. La fábrica la expropiaron y la madre, que tenía el niño de dos años, y la tía, que tenía la niña, iban a trabajar. A trabajar, ahora, para ellos, los que le habían expropiado. Mi padre y mi tío tuvieron que irse de Mollet. Y mi madre, sola, que en su casa tenían fonda, la fonda de Can Bruno, que de aquí nos viene el cocinar, iba allí a limpiar para que le dieran comida o céntimos, porque también tenía a los abuelos en casa. Antes de casarme cada sábado, con mamá, hacíamos "un platillo" que decía ella. Y mi padre contentísimo. Hice un blog con las recetas de mamá. Lo tengo aquí. Dice: "Este texto lo empecé a petición de mis hijos, como una sencilla recopilación de las recetas de cocina que había aprendido de mi madre, Enriqueta Soler y Duñó, que a su vez había aprendido de Vicenta."
Llevo cincuenta y cuatro años casada. Fui a vivir a Barcelona, y cuando murió mi padre, como mi madre estaba sola, íbamos a Mollet. Y teníamos también al abuelo, porque la madre de Ramón, mi marido, murió con 57 años y nos la llevamos a casa cuando estaba enferma. Yo tenía el hijo de tres años y estaba embarazada del segundo. Pero la cuidó mucho, mi suegro.
Mira estas fotos. Toda mi vida he sufrido por si estaba gorda. Unos hartos de sufrir en la vida que cuando veo estas fotos tan bonitas pienso: "¡Tanto sufrir para nada!" Yo estudié por delineante. Éramos tantos hombres y yo la única mujer en la oficina técnica. Éramos dibujantes, en una empresa alemana; estaban las secretarias, los directores, pero de delineante sólo yo. Me trataban muy bien. Siempre me sentí muy respetada y querida. Siempre, en tono de humor, ¡venían si yo me había equivocado! ¡No rías, que ellos se equivocaban cincuenta veces! Era un ambiente muy placentero. Haces planos, el cálculo de hasta dónde debe llegar la viga. Siempre está el ingeniero superior que te hace el dibujo de lo que necesita, pero tú debes ponerlo en papel, todo eso. Y entonces me iba a Barcelona a hacer inglés. Y es cuando conocí a Ramon. Y eso que las lenguas no son mi fuerte, pero al menos tuve uno ligue que todavía me dura!
Tuve a los niños, pero el primero tenía asma, y con mi suegra enferma, y ya embarazada, dije: "Pliego de trabajar". ¡Fuera! Porque en casa trabajaba. Y cuando volví, trece años después, todo iba con ordenador, ya. Y me salió un trabajo de monitora de comedor. Y te digo algo. Muchos niños por regañar. Niños que se sientan mal: "Siéntate bien", "Coge bien el tenedor", "No lo toques con los dedos"... ¿Sabes qué? Hay niños a los que... se les hacía "bola" con un yogur!
La receta del fricandó en la jardinera explicada por Roser
Ingredientes
- Caldo de pollo (hecho en casa el día antes)
- Ternera para el fricandó (llata o jarrete)
- Cebolla de Figueres
- Setas variadas
- Tomate de conserva
- Hierbas aromáticas en fardo
- Vino rancio
- Especies: pimienta y canela
Pasos a seguir
- El día antes hago un caldo sencillo, con unas carcasas, muslo de gallina y las hierbas de siempre: puerro, zanahoria, cebolla y, si las hay, nabo.
- Para la carne, es necesario confiar en la carnicería. Los cortes con nervios son más melosos. Lo habitual es llata, pero no tenían y me he hecho cortar 1 kilo de jarrete, contando cocinar para 6 o 7 personas.
- Empiezo con una cebolla de Figueres, bien grande, cortada a cuadritos de medio centímetro, salada y bien de aceite. Allí se añade el tomate, muy poquito, dos cucharadas, y las hierbas aromáticas en fardo, porque si no, sueltan leña. Al final, un chorro de vino rancio.
- Por otro lado, la carne se sala, se enharina y también se marca en una sartén con aceite. Fuego echando a fuerte. No debe quedar cocida, porque todavía hervirá con el caldo. En este caso, está cocinada en una vitrocerámica, que es muy constante, pero hay que tener cuidado cuando se apaga el fuego, porque sigue caliente y, por tanto, cocinándose. Debemos acordarnos de apartar la sartén.
- Entonces, añado la carne al sofrito. No es problema haber adelantado ese trabajo el día antes, así no es tan cargante. Se mezcla bien, para que la carne quede impregnada de la cebolla y el tomate.
- Mientras, he calentado el caldo de pollo para que esté tibio, no hirviendo. Lo echamos justo para cubrir la mezcla de carne y sofrito. Lo tapamos y lo cocemos una media hora.
- Al mismo tiempo que esto va cociendo, preparo las setas. Bien limpios, y con papel de cocina, se conservan hasta tres días. En una sartén los salto con aceite, ajo y perejil. Podemos poner las setas que encontramos, sean níscalos, rebozuelos, rebozuelos… todos van bien.
- Cuando ha pasado la media hora de cocción de la cazuela, echamos el salteado de setas y volvemos a dejarlo un cuarto de hora más. Entonces ya estará hecha.
- Esta receta no lleva picadura, y como todos los guisos, es mejor al día siguiente.