Roc i Leo Gramona: "Desde que ha muerto mi padre, he entendido el tesoro que he tenido mientras trabajaba con él"
Propietarios de la bodega Gramona
Leo y Roc Gramona no son hermanos, aunque hay muchos que se lo preguntan y se lo piensan. Son primos segundos, porque sus padres, Xavier, traspasado en agosto, y Jaume son los primos hermanos. Tampoco crecieron demasiado juntos, sino con la distancia y la proximidad que da encontrarse para las ocasiones familiares. Ambos, con el equipo de la bodega, al que llaman familia, están al frente de la bodega Gramona. Tienen nuevos proyectos, que ya han empezado a impulsar, y también un respeto absoluto por la marca, que sueñan con que dure otras seis generaciones.
Los entrevistamos el sábado 9 de septiembre, al día siguiente de un viernes que ha sido muy especial. Por la mañana, en el viñedo La Plana, cuya primera fue propiedad la familia Batlle, unida a la bodega, por donde se juntan los dos ríos del Penedès, Anoia y Bitlles, han repartido las cenizas de Xavier Gramona y de Bartomeu Gramona, el padre de Xavier.
¿Cómo le plantearon los padres si quería estar al frente de la bodega?
— Roque: Lo primero que tuvo esta inquietud fue Jaume. Debió de ser hacia el 2015 o el 2016, y nos dijeron que tenían 50 años, y que ellos dos pensaban en el relevo, en el que quisiera ponerse al frente de bodega. Yo, por mi formación como ingeniero agrónomo y en enología, había tenido claro desde pequeño que quería trabajar en bodega. A los 14 años ya estaba en el laboratorio, iba a las vendimias, y me gustaba. En la Universidad de Enología, en la Rovira i Virgili de Tarragona, tuve de profesor también a mi padre. Era un mundo que me gustaba.
— Leo: Mi caso es distinto. Yo había visto a Gramona a través de los ojos de mi padre, y percibía que él era el marchante, y Jaume, el artista. Los veía a ambos como personas complicadas, que habían tenido vidas difíciles, que habían tenido que trabajar mucho para conseguir lo que habían logrado. Así que mi padre no quería imponerme que trabajara en casa por la exigencia que suponía. Entonces estudié ingeniería, y me puse a trabajar en una consultoría corporativa. Y así estábamos hasta que Jaume nos lo planteó primero, y después intervino un amigo de la familia, muy buen amigo, que nos llevó al desierto de Marrakech, a ambos.
¿Qué ocurrió en las dunas de Marrakech?
— Leo: Nos conocimos los dos mejor. Pudimos tomar la distancia para pensar, para estar juntos, y decidimos incorporarnos a ella. Nos dimos cuenta de que los padres habían levantado una Gramona que antes era de otra forma, que la empresa había crecido muchísimo, que ambos tenían mucha personalidad, y que se habían dividido las áreas con encargos de trabajo distintos. Nosotros decidimos hacerlo todo juntos. Nuestro reto es que no debemos ir separados, que todas las áreas de la empresa debemos hacerlas juntos.
— Roc: Cuando decidimos incorporarnos, primero hicimos un proceso de transición, lento, que fue muy bien porque así pudimos hacernos nuestro proyecto. También empezamos a impulsar proyectos nuestros, separados de Gramona, con variedades locales, con las que buscamos la expresividad del terruño, y es así como iniciamos el proyecto como el Encluido de Peralba, vinos sin denominación de origen, con las variedades malvasía de Sitges, xarel·lo rojo, garnacha tinta, sumoll. Y nos ponemos ambos en este proyecto, sin que haya separación de cargos, porque la estructura depende de ambos. Así es como empezamos a ganarnos el respeto de los padres, también de la empresa. También nos fue bien para afinar la sintonía entre ambos. Esto no quiere decir que no discrepamos, que también lo hagamos, pero es un uno por ciento de discrepancia, porque en el resto coincidimos.
¿Con los padres habéis discrepado?
— Leo: Sí, y mucho. Hay una discusión mítica que mantuvimos él y yo, en la que papá se levanta y lanza el iPad. Se fue de la reunión muy enfadado, después volvió y nos abrazamos.
Sus padres también mantenían entre ellos dos posturas diferentes en aspectos de la bodega. Recuerdo una vez que les pregunté por el papel de celofán del espumoso Imperial, y la respuesta se alargó casi media hora, porque cada uno manifestaron opiniones diferentes sobre mantenerlo o no mantenerlo. Jaume dijo que Xavier no sería percibido como un elaborador ecológico ni biodinámico hasta que aceptara sacarlo. Xavier sostuvo que ese papel, 100% biodegradable y de origen vegetal, daba sueldos a personas contratadas en la bodega, que se lo ponían a mano.
— Leo: [Ríe] Pues te diría que hemos heredado las posiciones. [Ríe de nuevo]. No, no. Yo pienso que debemos quitar el papel de celofán, porque aunque sea de material biodegradable, el lujo del futuro, el lujo al que aspiramos, es el de la simplicidad. Por ejemplo, el lujo es una botella con una etiqueta que diga la palabra Gramona, y que podamos beberla descalzos en una playa. Antiguamente, el lujo era muy rococó, y los años en los que se introdujo el celofán en casa era así. Fue un buen distintivo pero ahora los tiempos han cambiado. Así que la discusión actual se entretiene entre el ritmo y la estrategia de sacarlo.
¿Qué otros cambios tiene pensados o está estudiando?
— Roque: Apostar por las variedades locales, que son las que más aguantarán la climatología actual. La pinot noir ha demostrado que con las altas temperaturas sufre, no soporta el calor y, por tanto, la producción se resiente. A los padres se lo hemos explicado en diferentes ocasiones, y ellos lo veían como un cambio radical, porque está claro que provienen de un tiempo en el que las variedades como la chardonnay o la pinot noir eran tendencia, y marcaron una manera de entender los vinos, pero ahora todo ha cambiado. Y el cambio más importante lo ha marcado la climatología. A base de ir explicándolo, ellos empiezan a entenderlo y dejan de verlo como radical. Nosotros buscamos la expresividad del terruño, y lo conseguiremos con otras variedades, las locales. Por eso empezamos a arrancar la pinot noir.
— Leo: Ahora bien, y dicho lo que ha explicado Roc, desde que ha muerto mi padre, he entendido el tesoro que he tenido mientras trabajaba con él, y Jaume lo veo como el amarre en tiempos de tormenta, que nos recuerda donde tenemos el puerto. Sin embargo, hasta antes de la muerte del padre lo veía sólo como la figura paternal que impone. En cambio, ahora le siento como un refugio, que lo tenemos allí, y qué suerte tenerlo. Para continuar con el viñedo, con las temperaturas que hemos tenido este verano, hemos entendido todos que debemos encaminarnos rápidamente a lo que sosteníamos Roc y yo. La producción ha sido pequeña porque las cepas han dado menos uvas. Así que ahora mismo la discusión que mantenemos es el ritmo que debemos tener para aplicarlo.
Sólo arrancará las llamadas variedades foráneas?
— Roque: A medida que sea la mejor opción para adaptarnos al cambio climático, sí. Y quiero decir que nos ha costado mucho entender que tenemos que arrancar estas variedades, porque hay mucho sentimiento puesto en cada una, porque han dado lugar a unos vinos históricos de la casa. Ahora bien, tenemos la evidencia clara de que, con la climatología actual, estas variedades sufrirán mucho en el Penedès y no volverán a dar los frutos de antaño. El futuro a medio plazo es llevarlas a zonas más altas, donde se adaptan perfectamente y así poder seguir elaborando vinos con pinot noir y chardonnay.
— Así que el pensamiento radical que teníamos ahora ya lo compartimos todos a base de hablar y comprobarlo. Todo lo que supone un cambio es material sensible de discusión. Yo quisiera hacer cambios rápidamente, pero Leo tiene mucha mano izquierda, también es más paciente, y entonces lo haremos pero a un ritmo que no será ni de golpe ni radical. Será consensuado y estudiado.
— Leo: Añado que es fantástico que un porcentaje pequeño de azúcar provoque tantas discusiones. Somos familias de vinos y espumosos, y es justo eso lo que debe hacernos hablar, pensar y hablar.
Explíqueme más ideas que tiene pensadas.
— Leo: Con el Roc, creemos que la bodega ha ampliado el foco con los vinos tranquilos, y queremos recentrarnos en los espumosos. Creemos que debemos segregar elaboraciones, y Gramona debe destinarse sólo a espumosos, porque la marca es muy potente, y en el mercado todo el mundo la vincula con burbujas de calidad. En cambio, los vinos tranquilos deben ir por otro camino. Todo esto lo explicamos con cuidado, porque nosotros somos seis generaciones, y queremos que dure seis más la casa o más. Y sabemos que las decisiones que ahora se toman, se toman a veinte años vista. Es decir, que lo hacemos situándonos por encima de modas y tendencias de mercado, porque el viñedo es lento, necesita cinco años para producir uvas desde que se planta y, por consiguiente, hacer vinos, también lo es.
¿Entiendo que Gramona no crecerá en volumen de espumosos?
— Roc: No, no queremos crecer en volumen sino reforzar nuestro vínculo con nuestra gastronomía, con su valor añadido de burbujas de calidad, de larga crianza. Y, en cuanto a vinos tranquilos, lo que queremos hacer es explorar otras zonas, de altura. En la Cerdanya ya tenemos viñedos, y tenemos previsión de plantar seis hectáreas de las variedades foráneas, porque la zona es climáticamente parecida a la región de la Champaña, y se pueden adaptar bien.
¿Toda la vida lo llamaremos variedades foráneas, a pesar de que hace años que las tenemos plantadas en nuestros viñedos?
— Roc: Hace doscientos años no estaban, y después de la filoxera quisimos un copiar-pegar de territorios de fuera, no sólo de variedades. Por eso lo llamamos foráneas, porque también se quiso copiar maneras de hacer vinos de otras regiones. En cambio, cuando decimos variedades locales queremos decir que queremos ligar el Penedès con una identidad propia, con un terruño.
— Leo: La apuesta por las variedades locales es porque debemos aceptarnos tal y como somos. Mi padre lo contaba con un cuento suyo, su forma de hablar. Contaba que en un libro de Manuel Vázquez Montalbán, el inspector Pepe Carvalho bebe un Gramona. El nieto de Isaac Asimov, que escribe en el diario New York Times, Eric Asimov, bebió un día el espumoso III Lustros, y le encantó, y entonces escribió en la bodega. Pese a estos dos hechos, los espumosos de Gramona no salían con la mejor puntuación en las guías. Pero entonces se dieron cuenta de que todo era subjetivo, que ellos debían seguir haciendo lo que hacían. Y así fue como empezaron a salir a las guías. Y lo mismo ocurre con nuestra gastronomía, que debemos creer que somos una cultura muy rica.
¿Cuál es la ilusión que comparte ambos, la más inmediata y la más a largo plazo?
— Roque: La inmediata y la más a largo plazo es mantener el listón, y subirlo. Cada generación aporta su grano de arena, y cada generación ha modernizado su marca Gramona. Es nuestro objetivo y nuestra obligación. Tenemos un equipo muy bueno, los dos primos nos entendemos bien. Tenemos delante años muy fuertes de trabajo intenso para que se vean los primeros brotes de renovación, pero ya estamos trabajando en ello.
— Leo: Estamos seguros de lo que queremos, nos sentimos orgullosos del equipo, de nuestros trabajadores y la familia que somos todos, y tenemos a Jaume como guardián. Antes le veía tanto a él como a mi padre como a los dos jefes que nos dicen qué debemos hacer y qué no. Ya he comprendido que, tanto Roc como yo, nos hemos convertido en los guardianes.