Nutrición

Las trampas de la comida envasada: cuáles son, cómo detectarlas y por qué esquivarlas

La industria alimentaria se las empuja todas para que sus productos resulten irresistibles

Productos expuestos en un supermercado
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BarcelonaLas etiquetas de alimentos envasados ​​podrían facilitar la vida a los consumidores y ayudar a decidir cuáles es mejor comprar. Sin embargo, el hecho es que a menudo lo ponen más bien difícil. Los listados de ingredientes pueden ser un auténtico rompecabezas, cuyo contenido puede tener poco que ver con lo prometido en la caja y proliferan productos que mezclan dos muy conocidos, lo que da pie a combinaciones estrafalarias. La prioridad es llamar la atención de los compradores, pero ahora tienen un recurso a su alcance por no perderse en el universo de los productos envasados. Se trata del libro Menjar fantástico: Manual de urgencia para aprender a leer los envases alimentarios (Vergara, 2024), de la periodista especializada en alimentación Laura Caorsi, también coautora del podcast sobre nutrición En la guerra con una cuchara con Beatriz Robles.

Aunque la información de los envases suele aparecer "como establece la ley", subraya Caorsi, "la forma en que se presenta podría ser mejor". En su opinión, podría ser "más amigable con la gente, que se entendiera a la primera" , que no hubiera que hacer fotos con el móvil para agrandarla y que apareciera de manera menos compleja y apretada". Caorsi considera que "nadie duda ante unas manzanas –aunque incluso con la fruta hay excepciones, como las naranjas de la variedad Valencia que vienen de Sudáfrica–, pero cuando nos movemos en el terreno de los alimentos envasados ​​es otra cosa”. El libro incorpora múltiples QR que remiten a ejemplos sorprendentes que invitan a mirarse más a la hora de comprar.

Por qué conviene leer bien la etiqueta: el ejemplo del % Just

Caorsi siempre está atenta a las novedades del supermercado y hace un tiempo le llamaron la atención unas coquetas (tortitas) de jamón ibérico. Pese a que en el envase lucían unos apetitosos cortes de este preciado embutido, en realidad de jamón sólo llevaban aromas. Ante "la distancia tan brutal entre lo que comunicaba el frontal de ese bolso y la información que había detrás", creó el % Just: retaba a los usuarios de X (entonces Twitter) a descifrar el porcentaje de cada ingrediente que se presenta como principal en determinados productos y descubrir que llevan una cantidad mínima. "El trasfondo de esta iniciativa es señalar la importancia de buscar la información, porque si te quedas con lo que hay por delante acabas comprando una fantasía", advierte. En el libro pone al lector a prueba con un ejemplo "extremo" de unas gyozes con foie y trufa: la presencia de estos dos ansiados ingredientes en las gyozes es testimonial.

La falsa novedad y las extravagancias: coca-cola con sabor a Oreo

Se hacen muchos lanzamientos de productos, si bien Caorsi constata que "no dejan de ser lo mismo presentado de forma distinta". La industria "necesita generar la sensación de novedad, de cosa diferente y de innovación", y el colmo de esta voluntad son los crossovers alimenticios: "Tienes dos productos que ya existen, generalmente ultraprocesados, que se fusionan para crear algo aparentemente nuevo". Incluso se hacen combinaciones "rocambolescas", como la coca-cola con sabor a Oreo y "cero azúcares" (se sustituye por edulcorantes). "Al final se trata de llamar la atención", recalca, y las redes sociales se llenan de mensajes de admiración o indignación. No dejan indiferente, se habla y ejemplos está la tira: ahora que ha pasado Navidad, los turrones –incluso hay uno que se presenta como el turrón de café con leche en plaza Mayor– o bien las tejas de chocolate con rosta (torrezno) de Soria, el chocorrezno.

Las mil y una armas de seducción: nutrientes, prestigio y juguetes

Destacar ingredientes, nutrientes, su ausencia o disminución son algunas de las estrategias más habituales de seducción. "Se enmarca en las filias y fobias, cosas que nos gustan mucho y cosas que nos dan mucho miedo", afirma Caorsi: se destaca lo que gusta, como el calcio, la fibra o menos azúcar, o los ingredientes más caros, como la mantequilla o la miel, mientras que lo que no gusta, como las grasas saturadas, no aparece en el frontal. También se busca dotar al producto de prestigio con palabras como artesano, al estilo de la abuela o del pueblo –sin especificar cuál–, o haciendo uso de lo que proporcionan otros utilizando la imagen de un futbolista, un cantante o una institución sanitaria, que reciben una contraprestación económica a cambio Además, se intenta cautivar a los niños con envases que " parecen más la envoltura de un juguete que de comer".

El envase lo aguanta todo, pero no todo es lo que parece

A menudo lo que enseñan los envases "se asemeja a lo que hay dentro, pero no es lo que hay dentro", remarca Caorsi, y pone ejemplos: una bebida láctea "con nueces" que apenas lleva un 0,04% de preparado de nuevo, una crema "de bogavante" que tan sólo tiene el aroma o un helado "de pistacho" que sólo tiene un 0,7% de pasta de pistacho. A veces, en el envase hay "una ficción o simulacro" y se muestra algo diferente del contenido: en la caja de unas pastillas de caldo de pescado se ve pescado y otros ingredientes, pero llevan más de un 50% de sal y el siguiente son potenciadores del sabor (como el glutamato monosódico) y grasa de palma. También puede conducirnos a montarnos una película, como cuando hay una mazorca en el paquete de huevos, la imaginamos como el alimento de la gallina y creemos que esto repercutirá positivamente en nosotros.

La ley es permisiva: haría falta un etiquetado digital y formación

Producir un producto con una pizca mínima de sal del Himalaya y destacarlo como si fuera el ingrediente principal está permitido por la ley. "La comida fantástica es fruto de la creatividad publicitaria, pero también es así porque la legislación tiene sus debilidades y permite establecer ciertos relatos", recalca Caorsi. Por eso, propone crear un etiquetado digital para facilitar su lectura, pero al mismo tiempo sin retirar el impreso en el envase, al estilo de lo que ya ocurre con el vino, que ahora incluye un código QR en la etiqueta para consultar los ingredientes. "Nos haría la vida más fácil a los consumidores", sostiene. También pide más formación alimentaria desde la escuela.

Una chuleta para saber de etiquetas (sin Nutriscore ni aplis)

"No todo lo que viene envasado es insano", garantiza Caorsi, pero muchas veces no vemos el producto que hay dentro del envase y en el supermercado no suele haber nadie a quien se le pueda preguntar, porque el dependiente no suele conocer el producto. "Cuando vas al súper, estás solo frente a envases que no sabemos cómo interpretar", constata. o el semáforo Nutriscore, que se incorpora en algunos envases y que complementa la mesa nutricional. Ahora bien, Caorsi recuerda que "no deja de ser una interpretación de datos en función de un algoritmo" para indicar si es más o menos saludable.

La periodista defiende que "no necesitas un traductor nutricional ni una aplicación", sino tener unos mínimos conocimientos para decidir por uno mismo, por lo que el libro incluye una chuleta para aprender a leer etiquetas. 'envase para no quedarnos sólo con los mensajes llamativos del anverso. Luego, buscar el nombre real del producto para saber qué es, mirar el listado de ingredientes (se ordenan de mayor a menor porcentaje), verificar que los primeros se corresponden con lo que se sugiere en el envase y mirar la mesa nutricional para ver las cantidades de azúcares, grasas, calorías y sal. preguntas clave sobre el producto: dime quién eres, de qué estás hecho y qué me aportarás Caorsi propone arrancar la chuleta de la edición impresa del libro por tenerla siempre a mano en la cartera.

Un paquete con la etiqueta Nutriscore.
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